El General de las Cañas, como se le conoce por su abnegada
entrega a los trabajadores del sector azucarero al líder obrero
Jesús Menéndez, asesinado vilmente en 1948 por el capitán Joaquín
Casillas, puede sentirse vibrar entre su pueblo, esta vez desde las
páginas del libro Nicolás Guillén, las elegías elegidas,
cuya edición conmemorativa acaba de asomar con el sello editorial UH.
A cien años de su natalicio y a sesenta de la publicación de la
Elegía a Jesús Menéndez, el hombre que se erigió como la
esperanza donde depositaban sus sueños los cañeros explotados en el
periodo republicano, se agita desde los versos del poeta que lo
inmortalizó como si no fuera ya inmortal desde el tiempo en que
estos, para saludarlo o para apoyar las palabras que les profiriera,
"le tendían la mocha encallecida".
Once elegías que se sitúan siguiendo el orden cronológico en que
aparecieron —excepto la que se dedica a Jesús Menéndez, que sin ser
la primera en esa disposición, y por obvias razones, abre el grupo—
y considerables acercamientos a cada uno de los poemas a los que han
aportado sus valoraciones notables intelectuales como Mirta Aguirre,
Guillermo Rodríguez Rivera, Ana Cairo, Denia García Ronda, Jesús
David Curbelo y José Antonio Baujín, entre otros, conforman la
entrega que, coordinada por la profesora Yanelis Velazco, fue
presentada por Enrique Sainz, miembro de la Academia Cubana de la
Lengua, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, en el
contexto de la V Conferencia Internacional ¿Hacia dónde va la
integración caribeña?
A las grandes elegías guillenianas —West Indies, Ltd;
Elegía antillana; Elegía a un soldado vivo; España,
poema en cuatro angustias y una esperanza; Elegía a Jacques
Roumain; Elegía a Jesús Menéndez; El apellido;
Elegía cubana; Elegía a Emmett Till; Elegía
camagüeyana; y Che Comandante— se les une ahora En
algún sitio de la primavera, que no ha sido incluida en
ediciones anteriores y que completa, al decir de Ángel Augier, el
abanico temático que registran esas composiciones.
"La nueva situación comunicativa que potencia esta edición
ampliará la necesaria revisitación a nuestros clásicos como
ejercicio de verdadera permanencia", apunta en su prólogo Velazco,
quien considera como una especie de provocación, en tanto situación
dialógica, la confluencia de la obra misma junto a los ensayos en
torno a ella.
Sirva entonces para que junto al ineludible reencuentro con
Roumain, Federico, el Che, Ñico López o Emmett Till, el lector que
ya los conoce repase aquellos magníficos versos en que las cañas
iban y venían/ deseperadas, agitando/ las manos para avisarle a
Jesús que el sicario le dispararía por la espalda.
Y para que el que no sabe de la existencia de este genial texto,
sepa por él de aquel hombre negro, fino y prócer que arriba a su
primer siglo de vida y al que los hombres de pueblo que defendió le
gritaban ¡Oh, Jesús! como si hubieran estado esperando/
largamente su venida!