I Torneo Playa Girón

Épica de un comienzo

ARIEL B. COYA
arielbcoya@granma.cip.cu

Ahora que la edición 50 del Torneo Playa Girón está a la vuelta de la esquina (en Pinar del Río, del 10 al 18 de diciembre) conviene hacer memoria, conviene recordar la primera vez que se celebró este certamen boxístico hace casi medio siglo, y conviene echar a andar el reloj hacia atrás, aunque sea un rato, para honrar a sus protagonistas. Porque aquella lid germinal marcó el comienzo de todo.

Chocolatico Pérez pasó a la historia como el primer monarca de esta justa.

Corría el mes de marzo del año 1962, y es cierto que Cuba ya había alcanzado fama universal en los cuadriláteros del pugilismo rentado, por intermedio de sus Kids: Chocolate (Eligio Sardiñas), Gavilán (Gerardo González), y los menos recordados Tunero (Evelio Mustelier) y Charol (Esteban Gallard). Pero entonces no existía casi nada, o casi nada era al menos como hoy se le conoce. Como diría García Márquez, el mundo parecía tan reciente por esa época, bajo el influjo de la Revolución, que se reinventaba cada día y para nombrar a las cosas había que señalarlas con el dedo.

De ese modo, cuando el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación (INDER) abolió en 1961 el profesionalismo en Cuba mediante la Resolución 83-A, su director José Llanusa orientó rápidamente crear un torneo amateur con carácter nacional.

Foto: Ricardo López HeviaEl excampeón Waldo Santiago nunca olvida aquel certamen inicial.

"Uno bastante atípico —cuenta Waldo Santiago, quien por entonces era tan solo un muchacho de 22 años que acababa de bajar del Escambray en la lucha contra bandidos, cuando en su natal Camagüey lo embullaron a enrolarse en aquella aventura boxística—, pues el INDER no contaba aún con la organización de hoy día y ni siquiera existía la llamada Escuela Cubana de Boxeo.

"La cantera era escasa y los entrenadores pocos, así que algunas provincias enviaron a sus boxeadores solos, por lo cual a su arribo a La Habana los hermanos Baby y Cheo de la Paz debieron combinar sus esfuerzos para asesorar a los atletas del interior del país, que se albergaban en la Casa de los Remeros, a orillas del río Almendares, y de vez en vez entrenaban también en el Cristino Naranjo", añade Waldo, un hombre que durante 60 años ha permanecido ligado al deporte de los puños, pues ha sido atleta, entrenador, árbitro y federativo nacional e internacional.

Aquel primer Girón, además, duró alrededor de 40 días, pues de entrada se decidió que sus carteles se efectuaran únicamente los sábados por la noche, en el Centro Deportivo Vicente Ponce Carrasco, para transmitirlos por televisión y captar la mayor audiencia posible. En tanto, tampoco hubo sorteo ni organigrama, pues los combates (con el clásico formato de tres rounds de tres minutos) eran fijados a dedo por la Comisión Nacional; de tal suerte que Waldo, por ejemplo, tuvo que vencer a los tres habaneros inscritos en ese peso para coronarse en los 71 kg, tras debutar frente a un guantanamero, derrotando a Rolo Mesa en semifinales, y por el título al favorito Luis Kindelán Díaz.

Y así, aunque hubo peleas realmente vibrantes como la de Félix Betancourt y Andrés Molina, los restantes campeones de aquella versión primigenia resultaron Chocolatico Pérez (Roberto Caminero) en los 51 kg, Osvaldo Sansón Riverí (54), Benigno Junco (57), Moisés Vives (60), Lázaro Montalvo (63,5), Virgilio Jiménez (67), Gregorio Aldama (75), Marino Boffill (81) y Raúl Díaz (+81); de los cuales saldría en buena medida la escuadra que luego representó a la mayor de las Antillas en los VII Juegos Centroamericanos y del Caribe en Kingston (Jamaica), del 11 al 25 de agosto de ese mismo año.

El resto, ya se sabe, es historia. En aquella cita multideportiva el boxeo conquistó ocho medallas (4-2-2) para superar todas sus actuaciones anteriores, bajo las órdenes del experimentado técnico Wee Wee Barton (cuyo nombre real era Gabriel López Núñez), descubridor de innumerables talentos que también comandó al equipo en los Panamericanos de Sao Paulo’63.

Luego le llegaría el turno a Alcides Sagarra y se crearía la Escuela Nacional de Boxeo con la asesoría del alemán Kurt Rosentil, quien vislumbró en la Finca del Wajay el ambiente ideal para curtir a la nueva hornada de púgiles, inicialmente en un ring a la intemperie bajo una mata de aguacate. Mientras, otros entrañables colaboradores aportaron también su granito, como el ucraniano Andrei Chervonenko, quien nunca dudó del talento extraclase de Teófilo Stevenson, pese a aquella derrota frente al estadounidense Duane Bobick en Cali’71, lo cual quedó probado al año siguiente en las Olimpiadas de Munich, donde el tunero le propinó una paliza a la "Esperanza Blanca".

Se capacitaron, además, los primeros árbitros y jueces internacionales de la Isla, se organizó aquel entrañable Mundial de La Habana’74 y empezaron a llover las medallas: 63 olímpicas (32-19-12), 116 mundiales (65-28-23), otras tantas en Juegos Panamericanos (84-16-16) y un sinfín en Centroamericanos y del Caribe. Un botín inimaginable para aquel entonces. Pero todo, todo, todo¼ comenzó con aquel primer Girón, en el que el buque insignia del deporte cubano soltó sus amarras para iniciar hasta el día de hoy una travesía formidable.

 

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