En 1961, miles de muchachas de entre 14 y 20 años de edad
llegaron a la capital desde los más recónditos parajes para aprender
corte y costura con el Plan de Educación para Campesinas Ana
Betancourt. Muchas de ellas fueron alfabetizadas y se capacitaron
para poder impulsar los cambios sociales en sus comunidades.
La primera escuela se instaló en el Hotel Nacional de Cuba, en la
capital, aunque existieron otras. El Comandante en Jefe Fidel
Castro, principal gestor e impulsor del Plan, estuvo pendiente de
aquel ejército de jóvenes hasta verlas partir con el título de
graduadas. La tarea también le correspondió a la naciente Federación
de Mujeres Cubanas, y en particular a su presidenta, Vilma Espín.
El 23 de noviembre de 1961, en el teatro Chaplin —hoy Karl Marx—,
durante la graduación de las 3 000 muchachas que estudiaban en el
Centro Escolar de Tarará, Fidel dijo: "El futuro pertenece, no a los
que se resignan, sino a los que luchan" y agregó que "no ha sido
fácil obtener estos éxitos y obtener estos frutos. (... ) esto nos
demuestra, nos enseña, nos permite ver cómo será la vida futura de
nuestra juventud (... ), nos permite tener una idea de cómo se va a
educar nuestra juventud".
A partir de ese momento el país contó con nuevos brazos para
impulsar las tareas de la Revolución gracias a ese proyecto, el cual
permitió dotar a las mujeres de los campos no solo de conocimientos
académicos, sino de herramientas para comprender y apoyar los
cambios que la Revolución llevaba adelante.
Medio siglo después, todavía se agradece aquella hermosa y humana
labor que realizó la Escuela para Campesinas Ana Betancourt, gracias
a la Revolución.