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Por una agricultura sostenible en la montaña
El movimiento agroecológico en Villa Clara
demuestra cuánto puede lograrse en materia de extensionismo agrícola
Freddy
Pérez Cabrera
En las montañas del Escambray hay un dicho muy extendido que dice
"los campesinos oyen por los ojos", en referencia a la decisión de
los labriegos de creer solo en aquellas cosas palpables y visibles
en la práctica cotidiana.
Genaro,
el maestro de la agroecología en Villa Clara.
Tal es el caso del movimiento agroecológico De campesino a
campesino, experiencia nacida en Villa Clara a fines de los años
noventa y que ya se extiende por todo el territorio nacional con
resultados evidentes en la mayoría de los sembrados, en especial el
café y los cultivos varios.
Su objetivo ha sido proscribir la vieja práctica de abusar de los
abonos químicos, que tanto daño causan a los suelos y a la salud
humana; así como aprovechar las bondades de nuestro ecosistema —rico
en materias orgánicas— y los conocimientos acumulados en materia de
lombricultura, empleo del compost y otros sustratos vegetales.
Dirigido por la delegación de la Asociación Nacional de
Agricultores Pequeños (ANAP) en la provincia, el movimiento se
extiende en estos momentos a poco más de 11 500 fincas campesinas,
según reconoció el ingeniero Carlos González Lorenzo, al frente del
programa en el territorio.
La
finca de Gladis constituye un ejemplo de cuánto puede lograrse
cuando se aplican los preceptos de la agricultura sostenible.
Parte importante del éxito de la iniciativa han sido los
promotores y facilitadores agroecológicos existentes en el
territorio, movimiento integrado por los campesinos más aventajados
en el tema, quienes se dedican a propagar sus experiencias a través
de talleres y actividades prácticas en la propia finca, explicó el
directivo de la ANAP.
No hay mula que tumbe
a Genaro
Entre los más de 2 000 promotores y facilitadores agroecológicos
con que cuenta Villa Clara, descuella por su sabiduría el campesino
Genaro Rafael González Beltrán, perteneciente a la Cooperativa de
Crédito y Servicios (CCS) Ignacio Pérez Ríos, de Manicaragua; un
maestro en el arte de la lombricultura, el compost, el uso racional
del agua y las barreras vivas, entre otras técnicas.
Su casa constituye una escuela permanente a donde acuden otros
labriegos en busca de algún consejo que les permita aumentar los
rendimientos sin emplear grandes recursos y, si es necesario, él
acude solícito a otras fincas para demostrar sus buenas prácticas en
materia de agricultura sostenible.
El
cultivo del cacao en la finca de Manuel González resulta promisorio.
"Yo nací viendo agroecología porque mi abuelo, que era un viejo
muy conocedor, odiaba los abonos y fertilizantes químicos. Él decía
que como los residuos de las cosechas de tabaco, arroz, frijoles,
maíz y otras, no había para la tierra, lo demás dañaba la salud y
los suelos", explica Genaro.
Un breve recorrido por las poco más de 13 hectáreas de extensión
que componen la finca —donde tiene plantaciones de café, cultivos
varios, frutales y espesos bosques—, nos permite contemplar la salud
de sus sembrados, en especial los cafetos, con una parición
asombrosa, fruto de las eficientes prácticas agroecológicas
aplicadas por el labriego.
"Este café es resultado de una buena simiente, algo vital, de la
cual depende más del 50 % del rendimiento. Pero eso no basta, cuando
siembro echo bastante abono orgánico en el tronco, y siempre que
puedo trato de arrimarle otros sustratos naturales a la mata,
técnica que da muy buenos resultados. Fíjese que yo he llegado a
promediar casi tonelada y media".
"Otro ejemplo es el maíz. Muchos dicen que si no empleas
productos químicos no coges una mazorca; sin embargo yo he
demostrado que con un biopreparado, confeccionado a base de hojas de
naranja, almácigo, palos de tabaco, flores y otras plantas, se logra
un equilibrio biológico capaz de controlar las plagas", explica
Genaro, un arriero empeñado en asegurar que eso de la mula será con
otro, porque a él no hay quien lo tumbe del primer lugar en la
agroecología.
La
gaviota de la montaña
A Gladis Llorente Salabarría, todos la conocen en el Escambray,
no solo por ser una reconocida productora de café y una promotora
agroecológica destacada, sino por la dulzura de su voz, capaz de
entonar, mientras trabaja, aquellas canciones que hicieron famosa en
Cuba a la colombiana Margarita Rosa de Francisco.
Cuando el periodo especial arreció, ella y su familia pidieron un
pedazo de tierra abandonado que había en la zona de Veguitas,
cercano a Jibacoa. Entonces muchos la tildaron de loca porque el
área estaba plagada de marabú y otras malezas; sin embargo, a la
vuelta de unos años, junto a su esposo Francisco y los hijos Xiomara,
Arnaldo, Frank y Ania, lograron trasformar la finca en una de las
más prósperas de la zona.
En estos momentos Gladis tiene sembradas en su finca diez
variedades diferentes de plátano, 70 matas de aguacate, además de
limón, lima, guayaba, ajo y abundante café. La receta no ha sido
otra que la aplicación de los métodos aprendidos a través del
movimiento De campesino a campesino.
"A mis cultivos yo les echo todos los restos de las cosechas de
plátano, maíz y frijoles, entre otras, lo cual me sirve de abono
natural. Asimismo, construyó barreras para proteger el suelo de la
erosión, a base de piedras o matas de plátano, además de aplicar el
intercalamiento y el manejo integrado de las plagas", asegura
Gladis.
Y como esta mujer, también son abanderados de la agricultura
sostenible Marcial Fuentes y Manuel González Betancourt, este último
el presidente de la CCS Ignacio Pérez Ríos, quien ha llegado a
triplicar sus rendimientos, gracias a las buenas prácticas
agroecológicas aplicadas.
En su área la broca —que tanto daño causa al café— no tiene
cabida; posee 120 especies de frutales, 11 de plátano, varios tipos
de aguacate, malanga y boniato, entre otros cultivos, y la
polinización es un problema resuelto a través de las colmenas de la
tierra. Y por si fuera poco, ahora Manuel se empeña en demostrar que
en Jibacoa puede cosecharse el cacao, de cuya planta ya tiene
sembradas tres hectáreas con muy buenas perspectivas, según los
especialistas. |