A los pies del mito Ricciarelli

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Foto: Juvenal BalánUna Basílica Menor de San Francisco repleta a más no poder vibró el pasado lunes ante el peso del mito Katia Ricciarelli. Su aceptación del convite de la Embajada de Italia en La Habana para inaugurar la XIV Semana de la Cultura de ese país, avaló con su prestigio el inicio de un conjunto de acciones coordinadas entre el Ministerio de Cultura de Cuba, la Oficina del Historiador de la Ciudad y varias instituciones de la nación peninsular.

Para muchos, el recuerdo fue mucho más fuerte que la realidad. La Ricciarelli, que compartió una hora y media de un repertorio de temas populares con el tenor Francesco Zingariello y el pianista Roberto Corlianó —a quienes se sumó con una relampagueante y obviamente vitoreada intromisión la maestra María Eugenia Barrios—, llevó sobre sí la aureola de sus aportes a la escena musical italiana en la segunda mitad del siglo pasado.

Para siempre ya la Ricciarelli será la soprano que insufló de renovada convicción los grandes papeles del repertorio de Giuseppe Verdi, la que compartió protagonismo con Plácido Domingo en el Otelo, de Franco Zeffirelli, la que sorprendió a todos con su mirada hacia los personajes de Rossini y mereció la confianza del exigente maestro Claudio Abbado.

Desde hace 20 años ha dedicado sus empeños al descubrimiento y entrenamiento de nuevas voces al fundar la Academia Lírica Internacional que lleva su nombre. Precisamente uno de sus más aventajados discípulos, y en la actualidad asociado en la labor académica, Zingariello regaló al auditorio de la Basílica una muestra de su maestría interpretativa —hermoso timbre, ajustado sentido del fraseo— sobre todo al asumir E lucevan le stelle, de la Tosca, de Puccini, y el inefable Parlame d’ amore.

 

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