La Conferencia, que estará reunida dos semanas en Ginebra, está
dividida en dos bandos enfrentados: el que defiende una prohibición
inmediata y total de estas armas, y el que aboga por destruir
primero los arsenales anteriores a 1980 y establecer una prórroga
para los más modernos antes de su eventual erradicación, encabezado
por Washington.
El primero de los bandos lo integran las 111 naciones firmantes
de la Convención de Oslo, que entró en vigor en el 2010 y que
prohíbe la producción, el almacenamiento, y el uso de estas armas,
que matan y mutilan miles de personas, un tercio de ellas menores.
En contraste, Washington propone un protocolo que implique destruir
las municiones de racimo fabricadas antes de 1980, lo que en el caso
estadounidense supondría eliminar dos millones de artefactos (con
100 millones de submuniciones), es decir, solo una tercera parte de
su arsenal, reporta EFE.
Ese proyecto de protocolo se contrapone a la Convención en lugar
de ser un texto complementario a ese tratado, explicó Lou Maresca,
asesor legal de la división de armas del Comité Internacional de la
Cruz Roja.
Entre las bombas de racimo más peligrosas están la Munición de
Efectos Combinados BLU-97, muy usada en Iraq y Afganistán por la
Fuerza Aérea de Estados Unidos.