Pero los líderes del Consejo Nacional de Transición (CNT) luchan
aún por lograr una voz común.
Esta dificultad fue reconocida por el propio primer ministro
interino Mahmoud Jibril quien, al anunciar el 22 de octubre su
renuncia, señaló que la unidad nacional sería el principal desafío
de aquí en más.
"Sacar las armas de las calles, establecer la ley y el orden y
unir a las facciones dispares del CNT son las principales
prioridades tras la muerte de Gaddafi", dijo en una declaración a la
prensa tras la reunión regional del Foro Económico Mundial,
celebrada en Jordania.
Con más de 140 tribus y clanes, Libia es considerada una de las
naciones más fragmentadas en el mundo árabe. A pesar de la
modernización, el tribalismo sigue teniendo fuerza en un país ahora
inundado de armas.
Casi 40 milicias independientes han emergido durante la rebelión
y continúan activas.
Hay dudas sobre si el CNT tiene la capacidad de gobernar sobre
los varios grupos, muchos de los cuales tienen intereses enfrentados
y cuentas del pasado.
Para los libios del sur, este panorama desalentador ya se ha
convertido en realidad. Tawergha, localidad ubicada a unos 64
kilómetros al sur de la norteña Misurata, sobre la costa occidental
del Golfo de Sirte, era hogar de unas 20 000 personas. Ahora se ha
convertido en un pueblo fantasma.
Según algunos libios, Tawergha recibió ese nombre porque su
población tenía la piel oscura como la de los miembros de la etnia
bereber "tuareg".
Los tuareg, que habitaban las fronteras con Chad, Níger y
Argelia, eran históricamente nómadas que controlaban las rutas del
comercio a través del desierto del Sahara y tenían la reputación de
ser ladrones.
En los años 70, Gaddafi reunió a los tuaregs y a otros reclutas
africanos para formar su batallón de elite conocido como Al Asmar,
que significa "los negros" en árabe.
Bajo la supervisión de Gaddafi, estas milicias por lo general
participaban de expediciones en países vecinos. En el comienzo de la
revuelta del país, en febrero de este año, muchos tuaregs fueron
enviados a enfrentar a los manifestantes.
Como consecuencia, el odio racial se incrementó y, en medio de
reportes no confirmados de que mercenarios de otros países eran
contratados por Gaddafi para aplastar el descontento popular, nació
otro enemigo común: los africanos de raza negra.
En ojos de los habitantes de Misurata, los tuaregs son
responsables de algunos de los peores abusos durante el cerco de
Gaddafi a esa ciudad entre marzo y abril.
El 15 de agosto, en lo que organizaciones de derechos humanos
consideran ataques de represalia, fuerzas rebeldes bajo el nombre
común de "La Brigada de Purga de Esclavos de Piel Negra" habían
detenido y desplazado a cientos de tuaregs, mientras otros han
desaparecido.
"Si regresamos a Tawergha, quedaremos a merced de los rebeldes de
Misurata", dijo a Amnistía Internacional una mujer que ha estado
viviendo en una tienda de campaña con su esposo y cinco niños.
"Cuando los rebeldes entraron a nuestra ciudad a mediados de
agosto y la bombardearon, nosotros huimos llevando la ropa a
nuestras espaldas. No sé qué pasó con nuestros hogares y nuestras
pertenencias. Ahora estoy aquí en este campamento, mi hijo está
enfermo y tengo demasiado miedo de ir al hospital en la ciudad. No
sé qué nos sucederá ahora", indicó.
También atrapados en el fuego cruzado de venganza están los
emigrantes económicos, refugiados y buscadores de asilo de África
subsahariana. Muchos han procurado refugio en los vecinos Túnez y
Egipto.
"Temiendo por sus vidas, mis padres, que son de la ciudad de Al
Fasher, en Darfur, huyeron a Trípoli en 1998. Yo nunca había vivido
fuera de Libia antes de que comenzara el conflicto. Mi padre trabajó
como cocinero y mi madre era una trabajadora del hogar. Antes de
escapar, yo estaba en mi tercer año de universidad procurando un
título en el campo de la medicina", dijo a IPS Eiman, de 20 años.
"Lamentablemente, el levantamiento en Libia tuvo un desenlace
sangriento porque la gente no respetó más la ley y comenzó a violar
mujeres, tomar rehenes y matar a personas. Durante dos meses, mi
familia permaneció atrapada en su casa", añadió.
"Acusaban de ser mercenarios y mataban a todos los hombres negros
atrapados en la calle. Nuestra madre se ocupaba de reunirnos comida,
pero muchos días pasábamos hambre", contó.
El mes pasado, el diario estadounidense The Wall Street Journal
citó a Jibril señalando: "Sobre Tawergha, mi propia opinión es que
nadie tiene derecho a interferir en este asunto excepto la población
de Misurata. Este asunto no puede ser resuelto a través de teorías y
libros sobre reconciliación nacional en Sudáfrica, Irlanda y Europa
oriental".
Los llamados de grupos de derechos humanos a que se proteja a los
habitantes de raza negra en Libia parecen haber caído en oídos
sordos, y esto parece ser una mala señal de lo que está por venir.