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Los Velázquez, arte mayor en familia
VIRGINIA ALBERDI BENÍTEZ
En el corazón de Marianao, una familia ha hecho de la creación
una necesidad expresiva de fuerte vocación social y raigal
identidad. Arte y artesanía superan compartimentos estancos en el
quehacer de la familia Velázquez, nacida de un tronco vigoroso y
pródigo, el de Fernando Velázquez Vigil (1950 – 2002), uno de los
íconos de la cerámica artística cubana durante la segunda mitad del
siglo XX.
Un
ejemplo de la pintura cerámica de Fernando Velázquez.
"La comprensión de arte como un hecho integral se la debemos a mi
padre", dice Fernando Velázquez Torres, el mayor de los hijos. "Él
logró una marca muy propia en la cerámica, cuando todavía algunos
pensaban que esta era una manifestación menor, únicamente
utilitaria, a pesar de que había ejemplos de lo contrario. Sosabravo
y él ayudaron a que la cerámica se hiciera respetable como
manifestación representativa, lo mismo que ha logrado Alejandro G.
Alonso al frente del Museo Nacional de la Cerámica y su sistema de
eventos. Aunque papá también pintaba y obtuvo importantes
reconocimientos como el Gran Premio del Salón René Portocarrero, de
la UNEAC, en 1991.
"Cuando yo era niño, él me enseñó que las manos eran herramientas
insustituibles para inventar formas a partir del barro, y me inculcó
el espíritu de superación, de no dejarme arrastrar por el último
grito de la moda, de encontrar un camino que fuera mío", recuerda
David Velázquez Torres, el otro vástago.
"Me siento orgullosa de mis hijos, de sus realizaciones. En ellos
veo la huella de Velázquez", acota Maura Torres, viuda del
consagrado ceramista, quien también halla aplicación en el oficio y
es autora de una línea de carácter utilitario muy apreciable.
La
orientación escultórica se evidencia en la obra de David Velázquez.
Fernandito ha sido distinguido con el Premio a la calidad en la
XI Feria Internacional de Artesanía FIART 2008 y con el Segundo
Premio en la Bienal de La Vasija 2009. Sus muebles, portamacetas y
puertas gozan de creciente demanda en proyectos públicos de
ambientación. En los últimos tiempos ha experimentado con la mixtura
entre pintura y cerámica. La muestra Fósiles de la memoria
ocupó espacios en el hotel Meliá Varadero el año pasado, ocasión en
que el crítico de arte Toni Piñera escribió: "Lírico, elegante, con
una limpieza impactante, Fernando crea en sus cuadros cerámicos,
aparentemente simples, una atmósfera serenamente radiante". Una
prolongación de esa muestra define el ambiente del restorán La
Campana, a un centenar de metros de El Pedregal, en el oeste de la
capital.
David sorprendió al jurado de la V Bienal de Cerámica Amelia
Peláez en 1998 al ganar el lauro a la Ópera Prima. De entonces a acá
acumula premios en el I Salón de Cerámica Mirtha García Buch (1999),
el Salón de Arte Ecológico ARTECO (2000), la VIII Bienal de Cerámica
Amelia Peláez (2006) y la IX Bienal de La Vasija (2009).
Su orientación es eminentemente escultórica, mediante series en
las que transfigura imágenes equinas y humanas con gran fuerza
expresiva.
David, actualmente vicepresidente de la Sección de Cerámica de la
Asociación de Artistas Plásticos de la UNEAC, resume el encuentro
con la familia Velázquez: "Entre nosotros hay complementación y
mucha experiencia compartida. Estamos conscientes de que todavía
tenemos que aprender y aportar. El sentido de toda obra está en su
capacidad para transmitir valores espirituales a los espectadores,
aun en el caso de que en la cerámica se cultive la línea utilitaria.
La cerámica artística en Cuba goza de un altísimo nivel, a pesar de
las limitaciones y las carencias. La imaginación es lo que cuenta y
también, por qué no, la demanda de un público informado al que no se
le puede pasar gato por liebre". |
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