Calificación: menos cuatro

AMELIA DUARTE DE LA ROSA
amelia@granma.cip.cu

Cuatro menos, la obra que presenta hasta octubre en la Sala Tito Junco del Centro Cultural Bertolt Brecht el grupo Vi-Tal Teatro, tiene desde su estreno una concurrencia increíble de público. La sala es de gran capacidad y sin embargo, hasta las escaleras se repletan de personas que, ante la posibilidad de perdérsela, prefieren disfrutarla aunque sea sentadas en el piso.

A juzgar por los aplausos y "bravos" que la audiencia regala a los actores, la puesta parece gozar de una aceptación rotunda. El objetivo se alcanza con creces si tenemos en cuenta que, durante todas las noches de los fines de semana, el teatro se ha llenado, la gente se ha emocionado, se ha conformado y ha retribuido de la mejor manera el trabajo del director y los intérpretes. También considero que el público es el verdadero crítico de toda creación y, en verdad, hacer teatro es muy difícil, sin embargo no puedo menos que mencionar algunas cuestiones por las que este montaje pierde la fuerza realista que contiene su texto.

Escrita por el periodista, crítico y dramaturgo cubano Amado del Pino, la pieza obtuvo el Premio Internacional Carlos Arniches, en España en el 2008. La historia, sujeta a la realidad histórico-social que vive actualmente nuestro país, se concretiza en el seno de una familia cuyas relaciones desintegradas convergen en conflicto con la sociedad, la situación económica y la emigración. Seis personajes de distintas generaciones asoman a la vida cotidiana con tragedias íntimas y colectivas que van desde el dolor por la despedida de un hijo hasta la aceptación de la preferencia sexual.

Con un lenguaje mordaz, desprovisto de sutilezas, Del Pino articula de una manera inteligente y reflexiva las incertidumbres e inconformidades de sus protagonistas que viven entre la precariedad y la esperanza. Se apoya en el poder de la palabra para construir —con la más abierta determinación— la realidad social en drama teatral. En resumen, en Cuatro menos encontramos un texto que posee en su esencia argumental una temática valedera que nos retrata tal cual la problemática contemporánea.

Entonces resulta desafortunado que, en esta puesta en escena de Vi-Tal Teatro, dirigida por Alejandro Palomino, fallen algunos resortes interpretativos. El director concibe el escenario en dos niveles paralelos, de atmósferas ordinarias, que simulan la sala de dos modestas casas. Es este un espectáculo lineal donde no se elude la coordinación lógica de la acción, por el contrario, el hilo conductor se encuentra enlazado al fenómeno causa-efecto. Es todo muy concreto y es en el debate, el testimonio, el dolor donde debería sustentarse la vitalidad de la obra. No sucede así.

El movimiento escénico es activo —a veces demasiado y sin justificación— pero en cuanto a expresividades dramáticas fallan las interpretaciones. El elenco, conocido en su mayoría por sus trabajos en la televisión, cuenta con actores de mayor o menor experiencia que en este caso no captan del todo la luz, la tragedia y el gesto de sus personajes. Como mayormente sucede, el trabajo de unos sobresale más que el de otros. El actor Néstor Jiménez, siempre convincente y apasionado en la búsqueda por transmitir, ofrece una actuación sólida y orgánica en el papel de Andrés, personaje protagónico. Sin embargo al resto les falta la máscara y la confrontación.

Rara vez existe una identificación completa entre el texto y su realización escénica. La gran variedad de matices, sabiamente dosificados e interpretados, pudieran contribuir a conseguir todas las posibilidades comunicativas, siempre y cuando estén enriquecidas por una escenografía sugerente y un ejercicio pormenorizado de coordinación de todos los factores constitutivos del espectáculo. No obstante, aunque las opiniones pueden ser encontradas, ahora solo queda disfrutar del estreno y sacar conclusiones muy propias.

 

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