Y aunque cierto es que opciones para invertir el tiempo libre
pueden ser asistir a una biblioteca, sala de computación o practicar
deportes en las áreas de la localidad, otras actividades como las
bailables requieren de instalaciones o sitios con las condiciones
necesarias para el buen esparcimiento.
Algunos de estos se encuentran hoy desaprovechados en la
comunidad, mientras otros permanecen en el mayor olvido y, por ende,
en consecuente deterioro. Por ejemplo, produce tristeza el estado de
la conocida Playita de los Rusos, nombrada así porque en la zona
donde está ubicada vivieron naturales de la antigua Unión Soviética
que permanecían en el país por cuestiones de estudio o trabajo.
En tiempos pasados esa franja costera se habilitó con las
condiciones propicias para facilitar el baño de pobladores y
visitantes con sombrillas, quioscos para las ofertas
gastronómicas... Pero por estos días atentan contra lo ya construido
los embates de los fenómenos climatológicos y la indiferencia de las
autoridades pertinentes que desaprovechan las bondades naturales del
lugar.
El asombro fue mayúsculo al escuchar por la televisión, durante
la etapa vacacional, a un directivo de Gastronomía decir que las
ofertas de este tipo estarían garantizadas en las playas del Este y,
dentro de ellas, mencionaba a la Playita de los Rusos.
Todavía hoy muchos la prefieren, ya sea por cercanía o sentido de
pertenencia, incluso cuando no tiene más atractivos que los que
brinda su propia naturaleza, amenazada además por la contaminación y
por dos grandes lagunas de aguas albañales a pocos metros de la
costa.
La antigua Piscina Gigante, ubicada en la misma zona y de agua
salada, fue igualmente un excelente espacio recreativo; pero ahora
muestra un alto nivel de deterioro que la hace casi irrecuperable.
¿Por qué se dejó destruir así este local? Estimo que ninguna
respuesta justificará el total abandono del lugar donde una vez se
invirtieron cuantiosos recursos materiales y humanos.
El cine XI Festival (que hoy permanece cerrado), los dos
anfiteatros del territorio, el parque Hanoi y El Golfito son otras
de las instalaciones y áreas inutilizadas, o no aprovechadas al
máximo, que no solo pudieran contribuir a revitalizar la escasa vida
cultural de Alamar, sino también constituir nuevos espacios para las
personas que se inician en el trabajo por cuenta propia.
Hechos meritorios resultaron el traslado, desde Tarará, del hoy
parque infantil José Martí y la inauguración de la sodería Los
Cocos. Pero no es cuestión solamente de abrir nuevos recintos y de
garantizar la estabilidad en lo que ofertan; importante también
resulta mantener con vida los ya existentes y lograr que funcionen
simultáneamente, para que así cada persona pueda elegir, según sus
gustos e intereses, adónde ir.
Buscar soluciones con ayuda de la población para rescatar estos
espacios constituye un probado camino, mediante el cual puede
solucionarse una deuda pendiente con la comunidad desde hace tiempo.