Las ideas de un sabio campesino:
La agricultura no es enterrar una semilla,
venga agua, y si llega a tiempo, tirarle cuanto químico aparezca
Dilbert Reyes
Rodríguez
La conclusión más importante que ofrece el campesino bayamés
Ricardo Serrano Masquida es que la naturaleza solo le niega al
hombre los frutos que él no es capaz de cultivarle bien.
Según
Ricardo Serrano el banco de proteínas, es esencial para la
alimentación de todos sus animales.
"Mis 40 hectáreas no están en un pedazo de suelo privilegiado, ni
siquiera un poco más fértil que las parcelas circundantes. Lo que
pasa es que la agricultura no es enterrar una semilla, venga agua, y
si llega a tiempo, tirarle cuanto químico aparezca.
"La tierra agradece mejor, que por cada mata plantada caiga al
menos una gota de sudor del hombre que la cultiva, y eso que se
llama trabajo, siempre ha marcado la diferencia entre los buenos y
los malos ejemplos del sector agropecuario cubano".
Ricardo no es ni siquiera una persona que ha vivido todos sus
años en el campo, y aunque hijo de campesinos, el apego a la
producción animal y de cultivos varios, resulta más de sus estudios
y atrevimientos que de la herencia familiar.
Tampoco es un improvisado, "porque si hay un error que le ha
costado a la agricultura nacional es la improvisación, como la vía
de algunos cuadros para ejercer autoridad. Casi todas las maneras de
hacer mejor las cosas ya están dichas y demostradas: cuándo y dónde
sembrar, la técnica óptima para tal cultivo, qué semilla usar, cómo
multiplicar la leche y la carne en cada vaca o en cada cabra",
afirma sin vacilación.
Esas siempre fueron sus preguntas más inquietantes cuando entró a
la universidad, y aunque libros y profes lo armaron de teorías y le
contestaron en papel cuanto tenían a mano, luego de recibir el
título de agrónomo fue a sembrarle las mismas preguntas a la tierra,
para cosecharle en frutos las respuestas.
Aferrado desde entonces a los cultivos varios, la ambición de
querer probarlo todo no le ha jugado una mala pasada.
"No creo que la ‘superespecialización’ sea la solución a las
urgencias de nuestra agricultura. Si somos agrónomos, el papel
social es uno solo: demostrar que la ciencia de manejar bien la
tierra siempre da resultados positivos, que hay miles de maneras
para hacerla parir, y cualquiera que se escoja rinde beneficios.
"En otras palabras, diversificar se me parece más a nuestra
solución, y sobre ese principio están mis pasos. Soy un enamorado de
la variedad, y me regocijo multiplicando, una a una, las bondades de
la tierra.
LABORATORIO EN HECTÁREAS
Antes, incluso, de remover las primeras cuartas de terreno, hace
13 años Ricardo sembró una estaca como sostén de una valla rotulada:
Finca La Victoria. Tan convencido estaba de sus atrevimientos.
Con el plátano inició sus años de campesino nato. No pasó mucho
para que Granma conociera al productor de la hermosa y
demandada variedad extradenso, convirtiendo a La Victoria en una
singularidad.
"Sin embargo, aunque los beneficios económicos aguantaron un poco
los impulsos de "probar otras cosas", el clima se encargó de ponerme
otra vez en el camino de mi intención inicial: diversificar hasta
donde lo permitan el espacio y el acceso a nuevos conocimientos".
Actualmente la finca es un enorme germoplasma de 40 hectáreas,
con cientos de variedades vegetales, y a la par, un coto genético de
referencia nacional.
"El plátano no se perdió, para nada. Lo que cambió fue el
concepto, y hoy hay una hectárea y media, pero con 20 clones
incluidos en ella.
"En cuestión de cifras, por ejemplo, hay 78 especies de frutales
y de cada una, diferentes variedades. Digamos que de aguacate tengo
236 matas de 24 tipos, la llamada escalera para tenerlo todo el año.
"De igual forma existen 260 árboles de 35 variedades de mango;
112 matas de seis variedades de zapote, 450 cocoteros de diez razas,
2 600 plantas de guayaba rosada enana cubana, anón, una hectárea de
frutabomba maradol roja, y así, otras especies.
"También hay flores: en producción 15 000 matas de rosas
injertadas para corte, y por completar, 50 000 ejemplares de nardos
y azucenas.
"En cuanto a la parte de cría animal, sabía que para producir
grandes volúmenes de carne o leche no podía diversificar tanto, y
otra vez apegado a la vocación científica, que en vez de cantidad
apuesta por la variedad y los buenos rendimientos, decidí montar el
coto genético.
"Así es como tengo 28 especies entre conejos, cabras, ovejos,
vacas, distintas aves de corral y de fantasía, cerdos y hasta jutías
y peces".
NO PIENSO EN PIENSOS
A fin de sostener desde la propia finca la alimentación de todos
los animales, Ricardo dedicó una de sus pasiones principales a la
plantación metódica de cultivos que proporcionen, en masa verde, la
fibra, la energía y la proteína necesarias, y equivalentes a la
dieta de piensos importados. Hoy no importa que estos falten o se
retrasen.
"En primer lugar siembro maíz con doble propósito: el consumo
humano y el de los animales. Eso sí, maíz verde, porque entre 75 y
80 días ‘la maloja’ alcanza 14 % de proteínas, y por tanto, va la
mata con tallo, espiga y mazorca para el molino; a mezclarse con el
kingrass, la caña de azúcar —de la blandita al morder— y el sorgo;
todos con sus áreas dedicadas.
"¿Cómo tengo todo el año?, siembro cada semana la cantidad que
necesito para siete días de alimentación. Si el ganado requiere 4
000 matas de maíz, cada semana siembro 6 000, para tener un margen.
"Con los cuatro cultivos garantizo entre el 75 y el 80 % del
volumen de la comida. El resto de la dieta está allá abajo, al lado
de la laguna", y señala a un imponente banco de proteínas, compuesto
por carreras de piñón, morera, soya, titonia, entre otras. "Súmele
la yuca, de la cual se aprovecha la hoja, el cangre y todo lo que
crezca con ella", vuelve.
"Mis animales se ceban con esa dieta, y así es como logro
registrarlos nacionalmente por su alto valor genético. Yo digo que
gracias a eso mis cabras promedian 2,2 litros de leche y las vacas
10,4. ¿Cómo no voy a enamorarme de la diversidad y de la tierra?
"Mi tesis es que no se pierde nada, todo da beneficios, desde un
poste de la cerca hasta la excreta animal. Para eso hay compost de
materia orgánica, un biogás y obtenemos humus de lombriz".
A una pregunta sobre la comercialización, creyéndola difícil
según las tantas variedades y el poco producto por cada una, Ricardo
contestó:
"No es el fin esencial, pero todo tiene su destino: los frutales
a los mercados y la industria, las flores a Bayamo, la leche a la
bodega, las posturas a un polo de interés provincial, los cerdos
para carne y al mejoramiento racial, y claro, de todo hay una dosis
intocable para dos hogares maternos, el de Julia y el de aquí de
Barrancas.
"Eso sí, todo bien contratado y comercializado a través de mi
cooperativa, la José Martí Pérez, a la cual ofrezco mis experiencias
y ayudo en la capacitación de campesinos, usando el aula que tengo
en la finca. Así mismo doy y recibo de centros prestigiosos como el
Instituto Jorge Dimitrov, la Universidad de Granma y otros".
Obviamente, el laboratorio agropecuario de Ricardo no da
lecciones de extensionismo; pero si algún proyecto le pincha la
pasión —como uno sobre alimento animal que él considera "un encargo
especial"— allá van hectáreas dedicadas... y a esperar el éxito.
No hay duda. Para la agricultura cubana y la ciencia aplicada a
esta, La Victoria es una excelente referencia, de la cual no es
posible retirarse sin el sabor agradable de su nombre. |