Emboscada de la traición

RAQUEL MARRERO YANES

Varias circunstancias hacen que a partir del 17 de abril de 1967, el grupo de la retaguardia de la columna principal de la guerrilla que bajo el mando del Comandante Ernesto (Che) Guevara operaba en las selvas bolivianas, quedó separado ante la necesidad de brindar atención a los enfermos e imposibilitados de marchar hacia el poblado de Muyupampa.

Juan Vitalio Acuña Núñez (Vilo o Joaquín), fue uno de los primeros campesinos incorporados al Ejército Rebelde, en la Sierra Maestra y el segundo Jefe Militar de la guerrilla, que bajo las ordenes del Che, emprendió la lucha internacionalista en las selvas bolivianas.

Joaquín (Juan Vitalio Acuña Núñez) al frente de esos combatientes debía permanecer durante tres días en la zona esperando su regreso.

Durante más de cuatro meses, ambos grupos trataron de encontrarse, pero fue imposible. Con la decisión de resistir frente al enemigo, el grupo de Joaquín siguió el curso del Ñacahuazú. Israel Reyes (Braulio), cubano, iba a la vanguardia junto a los bolivianos Freddy Ernesto Maymura, Moisés Guevara, Apolinar Aquino (Polo), Walter Arencibia y José Castillo (Paco). Atrás los seguían los cubanos Juan Vitalio (Joaquín) y Gustavo Machín (Alejandro); Haydée Tamara Bunke (Tania), argentina, y José Restituto (El Negro), peruano.

Durante varios días operan en el territorio de Sucre, hasta que bajan al Ñancahuazú. Entonces saben que el grupo del Che avanza hacia el Sur, creciendo las esperanzas del rencuentro.

La columna principal estaba cerca y pendiente de las informaciones de la Retaguardia, que había llegado el 30 de agosto a la casa del campesino Honorato Rojas. Apremiados por la necesidad de alimentos y de encontrar un lugar seguro decidieron pedirle ayuda. Confiados en su palabra pasaron la noche en la finca, mientras el ejército marchaba hacia el sitio donde se consumaría la traición.

En las dos orillas del vado denominado Puerto Mauricio y no del Yeso como hizo creer el ejército, los militares colocaron a sus hombres. En horas de la tarde del 31 de agosto de 1967, los diez guerrilleros avanzaron hasta la casa de Rojas. No entraron, solo comieron apresurados en el patio.

Cuenta Paco, único sobreviviente de la emboscada, que Braulio caminó golpeando el agua con el machete hasta llegar a la mitad del río, desde donde indicó avanzar. Según fueron penetrando en el vado y cuando el primero había alcanzado la otra orilla comenzaron los disparos, mientras las turbias aguas del río arrastraban a los heridos de muerte.

Así, ocultos en la maleza, donde se unen los ríos Bravo y Masicurí, los militares acribillaron a los nueve hombres y una mujer (Tania la Guerrillera).

Al día siguiente, llegó el Che al lugar donde la traición impidió el encuentro entre los dos grupos.

 

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