Nada de lo sucedido ha detenido los trabajos de recaudación de
los equipos de campaña de los aspirantes a la candidatura
presidencial, tanto del de Obama como el de los diversos aspirantes
republicanos.
Desde comienzos de este siglo, las formas y mecanismos para
financiar los procesos electorales en Estados Unidos han sufrido
importantes cambios como resultado del uso de la electrónica y de
decisiones tomadas por la Comisión Electoral Federal y el Tribunal
Supremo Federal, lo que ha facilitado incrementos sin precedentes en
los costos de las campañas electorales.
Durante el siglo XX, hubo intentos y se tomaron acciones
legislativas y ejecutivas para regular las contribuciones personales
y de corporaciones y entidades sociales para las campañas
electorales a los distintos niveles. En 1976, después de siete
décadas de intentos, se estableció por ley un programa que se
denominó de fondos federales de equiparación (federal matching funds)
por el cual los candidatos presidenciales recibirían, de cumplir con
los requisitos exigidos y mediante un complicado y engorroso
proceso, una igual proporción de dinero federal, comprometiéndose a
limitar sus gastos de campaña a una cifra tope. También los partidos
políticos nacionales recibirían ese tipo de fondos para las
convenciones nacionales de nominación del candidato presidencial.
El escándalo Watergate mucho contribuyó a que se aceptara esa
legislación, la cual complementaba las prohibiciones existentes de
que las corporaciones dieran fondos a los aspirantes para sus
campañas electorales. El objetivo era "igualar el piso financiero"
de los candidatos y evitar sobornos y venta de influencia. Un cuarto
de siglo después, en el 2002, se enmendó la Ley de la Campaña
Federal Electoral de 1971 mediante la Ley Bipartidista de Reforma de
la Campaña, llamada también Ley McCain-Feingold, la cual se hizo
efectiva el 6 de noviembre de ese año y cuyas estipulaciones
comenzaron a tener fuerza legal el 1 de enero del 2003. La referida
ley prohibía a las corporaciones y a los comités de acción políticas
(conocidos por sus siglas PAC) emplear fondos para llevar a cabo la
difusión de lo que se denominó "comunicaciones electoreras" (electioneering
comunications). También esta ley vino con la ola causada por otro
escándalo de la politiquería: la fraudulenta elección de George W.
Bush en el 2000.
Pero, como ya hemos señalado, estas formulaciones y propósitos
fueron convertidas en letra muerta por decisiones del Tribunal
Supremo e interpretaciones a esas decisiones emitidas por la
Comisión Federal de Comunicaciones y otras recogidas en el Código de
Impuestos de Ingresos Internos.
El 18 de septiembre del 2009, el Tribunal Federal de Apelaciones
de Washington D.C. dictaminó que las organizaciones autorizadas a
influir en los resultados electorales tenían el derecho de recaudar
y gastar libremente siempre y cuando no coordinaran sus actividades
con los candidatos o partidos. Posteriormente, en enero del 2010, en
la decisión conocida como "Citizens United versus Federal Electoral
Commission", el Tribunal Supremo Federal dictaminó que no se podía
impedir que corporaciones y sindicatos de trabajadores gasten dinero
para apoyar o denunciar a candidatos individuales en las elecciones,
siempre y cuando el dinero se gaste independientemente de los
candidatos o equipos de campaña. Por último, en julio del 2010, el
mismo Tribunal Supremo en el caso "Speechnow.org versus Federal
Electoral Commission" dictaminó que se podían crear grupos
independientes, ahora conocidos como "Super Pac", a fin de recaudar
dinero de personas, asociaciones, sindicatos y corporaciones solo
para gastarlo en influir en las elecciones.
Todas estas decisiones del Tribunal Supremo fueron aceptadas por
la Comisión Electoral Federal y el Servicio de Ingresos Internos,
legalizaron la actividad de las llamadas organizaciones 501 (c)(4)
—ligas cívicas, organizaciones de asistencia social y asociaciones
locales de empleados—; las organizaciones 527, creadas para influir
la selección, nominación, elección y designación o derrota de
candidatos a cargos públicos, sin restricciones en cuanto al monto a
recaudar, ni en los donantes, ni en el límite de gastos. Los números
y siglas con que se identifican genéricamente estas organizaciones
se refieren a las secciones del Código de Impuestos que les concede
ser exentas de impuestos. Añádase a estos mecanismos de recaudación
y gastos electorales los SuperPac ya mencionados y los existentes
Political Action Committees (PAC), que en este último caso sí tiene
límites en las cantidades a recaudar y están obligados a dar a
conocer las cantidades recaudadas y la identidad de los donantes.
En resumen, se ha privatizado el financiamiento de las campañas
electorales, dándole rienda suelta al gran capital y al engaño y la
manipulación de la ciudadanía a través de las costosas operaciones
mediáticas. Empedrado con las buenas intenciones de evitar el
soborno, la venta de influencia, las triquiñuelas electorales, el
fraude y el engaño, quedó el camino que han incinerado las bases
democráticas en las insaciables calderas del gran capital. Tiene
razón la Biblia cuando afirma que el dinero está en la raíz de todos
los males. Y de estos arreglos se benefician los políticos tanto
conservadores como liberales, republicanos y demócratas, quienes
emplean estos mecanismos para llevar adelante sus planes
electorales.
El cambio que estas decisiones han provocado en cuanto al papel
del dinero en las campañas electorales queda demostrado cuando se
comparan las recaudaciones durante el trimestre abril-junio 2011 por
los comités de campaña de Obama y de Mitt Romney con el estimado
hecho por la Comisión Electoral Federal sobre los gastos en la
campaña electoral presidencial a que cada candidato tendría que
comprometerse si las elecciones tuvieran lugar en el 2011, según el
programa de fondos federales de equiparación establecido por la ya
inoperante ley de 1976.
Según este estimado cada candidato se obligaría a limitar sus
gastos en la elección general a 88,45 millones de dólares y en las
primarias a 44,22 millones USD.
En comparación con las realidades de la actual campaña, las
recaudaciones del trimestre mencionado informadas por los equipos de
estos dos candidatos son los siguientes: Obama For America: 46 323
209,30 millones de dólares; Romney For President Inc: 18 383 256,66
millones USD.
Por eso ningún candidato presidencial ha optado por recibir los
fondos de equiparación. En su lugar, los candidatos dedican el mayor
esfuerzo de sus equipos de campaña y personales a recaudar dinero.
En el trimestre Obama llevó a cabo 30 intervenciones personales en
eventos de recaudación en los principales centros financieros del
país y otro tanto han hecho Romney y los restantes candidatos
republicanos.
En estos trajines financieros está presente un personaje clave:
el bundler, como se denomina a la persona de altos ingresos y
vínculos en el sector empresarial que se dedica a usar sus
relaciones para recoger entre ellas donaciones por el máximo
permitido por la ley. Estos "macetas" (para cubanizar el término)
constituyen el centro y más importante pieza de las redes de
recaudación de los candidatos. Reciben, por supuesto, un trato
preferencial y acceso a los altos niveles de la campaña. Se ha
convertido en tradición que muchos de ellos sean recompensados
posteriormente con cargos públicos, especialmente como embajadores.
Por el momento, Obama mantiene una amplia ventaja en el plano
financiero, ya que ha recaudado más dinero que todos los aspirantes
republicanos juntos, además de que por ser el único candidato de su
partido tiene la oportunidad de recaudar conjuntamente con el Comité
Nacional Demócrata, lo cual le está vedado hacer a sus contrincantes
republicanos y al Comité Nacional Republicano. Pero la oposición ha
sacado ahora su última carta, el gobernador de Texas, Rick Perry,
quien al anunciar su decisión de aspirar a la candidatura
presidencial republicana pudiera convertirse en el elemento
aglutinador del disperso y débil campo de aspirantes republicanos.