Ante tal circunstancia, no son pocos quienes se aventuran a
conformar sus propias novenas, a sabiendas de que resulta todo un
desafío dar "en el clavo" con la fórmula adecuada. Ese criterio
también lo comparten los entrenadores de la preselección nacional,
de donde saldrán los hombres que en poco más de un mes enfrentarán
dos pruebas de fuego: la Copa del Mundo, en Panamá y los
Panamericanos de Guadalajara.
En el centro de entrenamiento en que se ha convertido el estadio
Latinoamericano trabajan 38 jugadores bajo las órdenes del manager
pinareño Alfonso Urquiola, quien llevará las riendas como hace 13
años, cuando se proclamó monarca del orbe en Italia.
"La preparación marcha a buen ritmo, haciendo énfasis en
cuestiones físicas, técnicas, tácticas, teóricas y psicológicas, de
forma que los peloteros estén al tope de sus posibilidades en todos
los renglones", aseguró el mentor.
"El aspecto más positivo es la organización, que nos ha permitido
aprovechar al máximo el tiempo, apoyados también en la disposición y
disciplina de los hombres. Durante esta etapa, tenemos dos sesiones
diarias de preparación y descansamos al quinto día, algo que debe
variar cuando comencemos a jugar el fin de semana", agregó.
Precisamente los topes internos contribuirán a perfilar los
puestos ideales para cada pelotero en una hipotética alineación, y
además ayudarán a definir el formato final de la escuadra,
condicionado a la filosofía del director y al rendimiento de los
convocados.
"No se debe pensar en los que no están, corresponde hablar de
quienes se ganaron el puesto, con ellos saldrá un equipo fuerte, ya
sea con tres receptores, diez lanzadores o seis jardineros.
Trataremos de ser justos, pero siempre se corre el riesgo de que
alguien quede inconforme. Irán los que mejor se encuentren y encajen
en la dinámica colectiva que buscamos", concluyó el estratega
vueltabajero.
Justo este último detalle se antoja crucial, pues más allá de la
calidad de los rivales o nuestros desaciertos a la "hora de la
verdad", considero que la principal causa de los fracasos cubanos en
el lustro precedente radica en que las individualidades primaron
sobre los intereses colectivos en la conformación de las novenas.