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Semiprotegidos reclaman protección
RONALD SUÁREZ RIVAS
PINAR DEL RÍO.— Aunque la práctica sugiera otra cosa, los
entendidos insisten en que los cultivos semiprotegidos constituyen
un método eficaz para obtener alimentos, y donde no suceda así, la
deficiencia está en los hombres encargados de hacerlos producir, no
en la tecnología.
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En el semiprotegido de San Juan y Martínez no
había nada que cosechar en el momento de elaborar este
reportaje. |
En un rincón, las tablillas con el nombre de
los cultivos que debían ocupar los canteros donde hoy crece
la hierba. |
"Las hortalizas que no se dan en verano —principalmente de hojas—
las hemos cosechado con buenos resultados", asegura Irma Álvarez,
especialista en sanidad vegetal.
"A la col la atacan mucho menos las plagas. La lechuga es más
suave y más dulce. La zanahoria se obtiene más grande. Y en sentido
general, los rendimientos por metro cuadrado son superiores".
Sin embargo, a varios años de haber emprendido la instalación de
estructuras de este tipo en todos los municipios de la provincia,
tanto en los comedores de centros educacionales o de salud, como en
las tarimas de los puntos de venta, continúan esperando por las
toneladas de alimentos que la iniciativa supuestamente aportaría.
Un
pobre aprovechamiento del suelo constituye el denominador común en
muchas de las instalaciones.
En teoría, una superficie de media hectárea con cultivo
semiprotegido, está concebida para generar entre 60 y 80 toneladas
de vegetales al año.
La realidad, en cambio, ha arrojado otros resultados. Elio
Padilla, al frente de la Agricultura Urbana y Suburbana en Pinar del
Río, admite que "la cifra real está muy por debajo".
Mucho ruido
y pocos vegetales
Compuesto por tres elementos esenciales: una tela que retiene el
25 % de las radiaciones solares y reduce la incidencia de plagas,
canteros con guarderas y buen sustrato y un sistema de riego, los
cultivos semiprotegidos permiten cosechar todo el año (incluidos los
meses de intenso calor) las hortalizas y vegetales que al aire libre
solo se logran en invierno.
Ante tal ventaja, entre el 2007 y el 2009, como parte de un
programa nacional, en todos los municipios de Vueltabajo se montaron
instalaciones destinadas a potenciar el abastecimiento de
hospitales, escuelas, hogares maternos y de ancianos, y además
tributar a los mercados.
Con un amplio apoyo popular a pie de obra en la mayoría de los
territorios, Vueltabajo llegó a totalizar ocho hectáreas bajo esta
prometedora tecnología, que al cabo de varios años sigue sin cumplir
las expectativas.
Canteros
para las malas hierbas
Mientras caminamos entre canteros pobremente explotados, Humberto
Hernández, económico de la CPA Águedo Morales, donde se halla
enclavado el semiprotegido de Consolación del Sur, confiesa que los
ingresos de la instalación no alcanzan para cubrir los gastos.
De modo que anualmente la administración de esa estructura —por
la cual la Águedo Morales pagó 200 000 pesos— le reporta a la
cooperativa entre 10 000 y 12 000 pesos de pérdidas.
En otros, como el de San Juan y Martínez, no había nada que
cosechar, ni tampoco a quién preguntarle el por qué.
El único indicio de actividad humana dentro de la instalación, en
la cual el Estado invirtió cuantiosos recursos, era una carretilla y
varias guatacas abandonadas entre los canteros cubiertos de hierba.
Mientras tanto, en el de Mantua faltaba incluso la tela y el
sistema de riego.
Frente a tal panorama, una pregunta se impone: ¿Acaso se
equivocaron los especialistas que avalaron la extensión de esta
tecnología?
En busca de
respuestas
Para el subdelegado de la Agricultura a cargo de la actividad, la
razón es otra. "Tenemos que mejorar la técnica de explotación de los
semiprotegidos", dice.
En efecto, un pobre aprovechamiento del suelo, con abundantes
espacios vacíos, constituye el denominador común en muchas de las
instalaciones. Y en algunas incluso se insiste —violando las
indicaciones del Grupo Nacional de la Agricultura Urbana y
Suburbana— en cultivos de ciclo demasiado largo o que se dan
perfectamente al aire libre.
El origen de la apatía, sin embargo, no parece estar motivado por
falta de conocimientos o de asesoramiento a los productores, sino
por el método de administración imperante hasta ahora.
Por ejemplo, aún cuando el semiprotegido de Consolación del Sur
tiene pérdidas, sus nueve trabajadores siguen cobrando mensualmente
un salario de 325 pesos, el mismo que recibirían en caso de ser
rentables.
De la misma manera sucede en San Juan, en San Luis, en Mantua¼
"Eso pasó en la mayoría de los lugares", reconoce el subdelegado de
la Agricultura Urbana y Suburbana.
Con el ánimo de cambiar la situación actual, el funcionario
asegura que varias instalaciones están siendo arrendadas a
campesinos (otras, como la de la CPA Águedo Morales, permanecen en
manos de la cooperativa), quienes en lugar de trabajar por un
salario fijo, produzcan o no, podrán ganar todo lo que sean capaces
de hacer.
"Así se va a lograr que los semiprotegidos alcancen los
resultados que de ellos se espera", expresa Padilla.
No obstante, hoy todavía están en deuda con los comedores y
mercados que desde hace años debían ser abastecidos por ellos. |