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Contribuir a cuenta de sueños propios
Tras diez meses de aprobada la flexibilización del
trabajo por cuenta propia, miles de personas se deciden por la
actividad de elaboración y venta de alimentos. En La Habana, Granma
indaga sobre el resultado de algunas experiencias
IVETTE FERNÁNDEZ SOSA
Siete meses atrás, Mabel Pérez Torres se desempeñaba como
ayudante de su esposo en la cafetería que él abrió a finales de la
década del noventa del siglo pasado. Tras la flexibilización del
trabajo por cuenta propia, y contando con la experiencia acumulada
al lado de su cónyuge, decidió abrir su propio establecimiento, al
que denominó Arboleda.
Lo
más importante en La Grotte es la satisfacción del cliente, dice
Raúl Darias.
Superado medio año de labor, la pequeña cafetería es ya notoria
en la localidad de Alamar, en La Habana. A decir de algunos
lugareños permanece abierta cuando, por el horario, ya han cerrado
otros. Y con precios más asequibles, brinda un mejor servicio.
Arboleda también le confiere empleo a nueve trabajadores.
Aunque parezca cosa fácil, Mabel advierte que el resultado que
recién empieza a ver, es fruto del esfuerzo diario. Ella y su esposo
reconocen que para ganarse la clientela es necesario mantener
ofertas con calidad, higiene y a precios que se ajusten al poder
adquisitivo de los compradores que residan en el entorno.
Si bien lamenta la inestabilidad de algunos suministros, "algo
que nos ha beneficiado —dice Mabel— es la venta liberada de azúcar,
arroz, detergente líquido y otros productos que se pueden adquirir
en envases grandes como la pasta de tomate".
A pesar de que podría tener motivos, a Mabel no le intimida la
competencia que crece en Alamar. Y es que además de ella, otras
decenas de personas en el mismo territorio se deciden por esta
actividad. Tales iniciativas han logrado en poco tiempo revitalizar
la vida comercial y gastronómica del territorio, y ofrecer variedad
de ofertas a precios disímiles. Ahora, y en diferentes horarios, se
pueden encontrar productos a los que en ocasiones no se podía
acceder ni en la red de establecimientos estatales.
Por tratarse de un reparto de edificios multifamiliares, este es
uno de los sitios en los que es perentoria la acertada integración
de Planificación Física, con las autoridades territoriales, para
evaluar posibles espacios desaprovechados y crear condiciones en los
que los cuentapropistas puedan realizar su trabajo, sin violar las
regulaciones urbanísticas.
CARTA A LA CARTA
A quien tampoco mortifica demasiado la competencia es a Raúl
Darias Reynoso. Este joven, con experiencia en el mundo de la
gastronomía, desde hace ocho meses trabaja junto a otros tres
muchachos en su cafetería La Grotte, ubicada en una céntrica calle
del municipio de Cerro. En un portal rentado, donde creó condiciones
para instalar su negocio, permanece Raúl el día entero, pendiente de
las necesidades de sus clientes.
El diseño de las ofertas —explica el joven— se debe a un estudio
previo del sitio, que permitió establecer el flujo de personas.
"Antes de montar el establecimiento me percaté de que por aquí
transitaban estudiantes y también trabajadores, por eso en la
tablilla se puede encontrar diversidad de opciones y precios".
Asimismo, y por su cercanía a la Terminal de Ómnibus Nacionales,
La Grotte brinda sus servicios a un sinnúmero de viajeros
interprovinciales.
Raúl, quien también elabora sus productos siguiendo instrucciones
de una carta técnica en la que se precisa el peso y la presentación
de los alimentos, considera que el crecimiento de los
cuentapropistas es saludable para ganar en calidad y variedad de las
ofertas. Le satisface saberse partícipe de una experiencia que, en
dimensiones novedosas, proporciona beneficios al pueblo.
Asistidos de fuerza de voluntad e ingenio, como Mabel y Raúl,
muchos cubanos se inician en el mundo del cuentapropismo. Son
trabajadores que dedican considerables horas de esfuerzo a labrar un
sueño y que han provisto de oleadas de creatividad y un sinnúmero de
ofertas a las distintas ciudades de Cuba. |