Los estudiantes hondureños libran este viernes una batalla contra
intentos gubernamentales de privatizar la educación pública.
Los sucesos comenzaron la última semana de julio, cuando alumnos
de segunda enseñanza iniciaron las protestas contra un anteproyecto
de la Ley de Educación, reporta Prensa Latina.
El documento indica que los institutos deben tener capacidad de
autogestión y eso sólo es posible en manos de la empresa privada,
cuestionan los jóvenes que además de oponerse a la privatización,
demandan un aumento en el bono de transporte, salarios dignos a sus
profesores y seguridad en los centros educativos.
Alumnos de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) y
de la Pedagógica Nacional Francisco Morazán (UPNFM), el 2 de agosto
exigieron frente al Congreso la no aprobación de otro proyecto para
reformar la Educación Superior, que atenta contra la autonomía
universitaria.
Al día siguiente se solidarizaron con ellos sus colegas de la
enseñanza media, quienes reiteraron las denuncias a los intentos
privatizadores y comenzaron a tomar algunos centros, tanto en la
capital como en el interior del país, mientras en El Progreso, Yoro,
bloquearon una carretera.
El secretario general del Primer Colegio Profesional Hondureño de
Maestros, Orlando Mejía, confirmó la ocupación estudiantil de 50
centros, de ellos 32 en el departamento de Colón y 10 en la capital.
Los estudiantes defienden la educación pública y gratuita que
beneficia a dos millones de jóvenes, definió Mejía.
El gobierno emplazó a estudiantes y maestros para que desalojaran
los recintos educativos tomados a nivel nacional.
En una reunión del Consejo de Ministros el presidente, Porfirio
Lobo, instruyó cerrar los planteles ocupados y sancionar a los
responsables.
La dirigencia magisterial demandó al gobierno reabrir el espacio
de diálogo con ese gremio para incluir a padres de familia,
estudiantes y otros sectores sociales.
Lo oportuno es dialogar para resolver el problema porque los
estudiantes defienden su derecho constitucional a una educación
pública y gratuita, recordó Mejía.
También cuestionó a las autoridades por no aprovechar la
oportunidad de llegar a un acuerdo con la Federación de
Organizaciones Magisteriales, pese a que hubo un dilatado diálogo de
cuatro meses de duración, el cual no rindió frutos.
El presidente de la Asociación Hondureña de Padres de Familia,
Andrés Martínez, manifestó preocupación por el desinterés de las
autoridades por resolver el conflicto.
Por su parte el ministro de Educación, Alejandro Ventura, se
limitó a dar plazos para que los estudiantes retornaran a clases.
Aseguró que ya estaban establecidas las medidas administrativas y
sanciones contra estudiantes y profesores sobre la base de los
reglamentos vigentes.
El 4 de agosto las autoridades amenazaron con desalojar a los
estudiantes que permanecieran en los institutos públicos.
El dirigente magisterial Joel Almendares llamó al gobierno a
evitar confrontaciones que provocarían un ambiente de caos en el
país.
Lobo debería de mandar una comisión técnica para ver cuáles son
los problemas de los colegios y buscarles solución, sugirió.
Las autoridades quieren una reforma para reducir el presupuesto
porque ven a la educación pública como gasto, en vez de considerarla
una necesaria inversión en beneficio de la sociedad, valoró Eulogio
Chávez, otro líder profesoral.
La respuesta del ministro Ventura a estas observaciones fue
declarar injustificadas las protestas estudiantiles y acusar a los
dirigentes magisteriales de tener malas intenciones.
Fuerzas antimotines de la policía irrumpieron en la Escuela
Normal Mixta Miguel Ángel Chinchilla en Ocotepeque y desalojaron a
los estudiantes el 7 de agosto.
Al siguiente día, los jóvenes ampliaron su protesta y ocuparon
otros tres institutos de segunda enseñanza: el Normal Pedro Nufio,
el Técnico Honduras y el Central Vicente Cáceres.
El presidente del Colegio de Profesores de Enseñanza Media, Jaime
Rodríguez, apoyó la acción estudiantil y otros educadores también se
solidarizaron.
Si pretenden callarnos con presiones están equivocados pues
mantendremos nuestra protesta hasta que anulen ese proyecto
privatizador, insistió la líder estudiantil Sara Ávila.
Los jóvenes anunciaron el 11 de agosto que aceptarían participar
en un diálogo con las autoridades si estas daban garantías de que la
educación seguirá siendo pública y gratuita, y fue entonces cuando
comenzaron los desalojos policíacos de los planteles.
El 15 de agosto, el presidente Lobo convocó a alumnos, padres de
familia, maestros, autoridades educativas y a otros sectores a un
debate de la controvertida ley y dijo: no voy a rogarle a quienes no
quieran participar.
Paralelamente decenas de estudiantes eran golpeados y detenidos
cerca de la Casa Presidencial por centenares de policías antimotines
que usaron garrotes, gases y potentes chorros de agua para disolver
una manifestación pacífica de un millar de jóvenes opuestos a la
reforma educativa.
No es posible que mientras estamos negociando, estén violentando
el derecho de nuestros jóvenes a protestar; hay algunos gravemente
heridos, uno está a punto de perder un ojo, observó el líder
magisterial Edgardo Casaña, quien añadió que eso no genera
condiciones para el diálogo.
Los estudiantes respondieron con la continuidad de las protestas
y las seis organizaciones de maestros del país anunciaron un paro de
labores en solidaridad con los estudiantes, contra la privatización
de la enseñanza y en reclamo al salario adeudado a 13 mil
educadores.
En ese marco la coordinadora del Comité de Familiares, Detenidos
y Desaparecidos en Honduras (COFADEH), Berta Oliva, denunció que la
policía hondureña golpea a los estudiantes, los detiene, los
fotografía, les toma las huellas dactilares a pesar de ser menores
de 18 años, y además les aplica inyecciones ilegales.
Añadió que un organismo especializado en ejecuciones
extrajudiciales está documentando los casos e investigando qué
contienen esas inyecciones, las cuales pueden ocasionar graves
efectos secundarios y hasta causar la muerte.
La COFADEH acusó al gobierno hondureño por la represión
estudiantil ante el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF), Amnistía Internacional y la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos, aseveró Oliva.
Consideró que la represión es actualmente en Honduras peor que en
la década de 1980, cuando los militares secuestraron e hicieron
desaparecer a 184 dirigentes populares.