¡Omaravilla!

MICHEL HERNANDEZ
michelher@granma.cip.cu

 Foto: Yander ZamoraA lo largo de su carrera, Omara Portuondo ha protagonizado míticos conciertos que le han abierto las puertas para reinar en las noches habaneras. Pero el que ofreció en el teatro Karl Marx, para presentar su disco Gracias, seguro quedará grabado en un rinconcito muy íntimo de su memoria. Por un lado porque se dio el gusto de cantar el sabroso tema Cachita, junto a su nieta Rossio, de 12 años; por otro, porque estuvo acompañada de los recuerdos de muchos de los seres que definieron su existencia y la convirtieron en una de las grandes leyendas de la música cubana.

No es fácil ver cómo toda la vida pasa en imágenes frente a los ojos sin caer rendido por la emoción. Por eso Omara Portuondo (Cayo Hueso, La Habana, 1930) se tomaba las cosas con calma mientras observaba las escenas de momentos cumbres de su carrera, proyectadas en una pantalla gigante como la trama de una gran película. Arrellanada en un pequeño sillón, situado a un costado del escenario, solo interrumpía su performance, bajo la dirección de Santiago Alfonso, para ponerle las palabras justas a los sentimientos que le despertaban aquella colección de fotografías que le revelaban al público los destellos de su vida y de su carrera. Hablaba con pasión del cuarteto D ‘Aida, que integró junto a su hermana Haydée, Elena Burke y Moraima Secada, y bajo la dirección de Aida Diestro; de su estancia en el Buena Vista Social Club; de su hijo Ariel Jiménez, de su amigo Ibrahim Ferrer, "que se fue demasiado pronto", y especialmente de sus padres. "Ellos me dijeron que iba a ser una gran cantante y yo me lo creí", exclamó con una plácida sonrisa y la picardía de siempre.

Con la publicación del disco Gracias, la legendaria artista celebró sus seis décadas de carrera. El álbum, producido por los brasileños Alê Siqueira (Tribalistas) y Swami Jr, contiene una selección de temas en los que intervinieron, entre otras, figuras del calibre de los cubanos Chucho Valdés, Pablo Milanés, el contrabajista Orlando "Cachaíto" López (1933-2009), el brasileño Chico Buarque y el percusionista indio Trilok Gurtu. Para su estreno insular, auspiciado por la casa discográfica EGREM, dejó listas varias de las piezas que dan cuerpo a este material discográfico, ganador del Grammy Latino en el 2009 en la categoría de música tropical. Comenzó con Gracias, una canción del cantautor uruguayo Jorge Drexler que da título al fonograma. Con una voz tan vasta como su trayectoria, cantó en un tono muy intimista e introspectivo para llevar de la mano al público hacia los terrenos más sutiles y evocadores de su obra y luego regresarlo al punto de partida como si se tratara solo de un juego. Fue el primer cenit de la noche. Confirmó que venía dispuesta a dar salida a su talento con una actuación que desmintió por completo la llegada de sus 80 años y reveló que conserva la magia de saber vivir e ilusionarse cuando repasa con ímpetu sus canciones.

Respaldada por los guitarristas Swami Junior y Andrés Chicoy, el pianista Harold López-Nussa, el contrabajista Felipe Cabrera, y los percusionistas Rodney Barreto y Andrés Cuayo, incrementó el particular romance con sus seguidores al interpretar Yo te vi, una canción del compositor francés Henry Salvador en la que se asienta y reafirma su personalidad más nostálgica y sutil.

Por momentos pareció encontrarse sobre el escenario con una parte de ella misma que quizás había olvidado: cantó en un tono muy íntimo, como en un murmullo, y después quedó en silencio como si todos los recuerdos atesorados durante su carrera surcaran su mente como un relámpago. Entonces, con nuevos bríos, dio luz verde al potencial deslumbrante de su voz que sintetiza todas las razones que la lanzaron al mundo como la Diva del Buena Vista Social Club. De ese modo desgranó temas como Y tal vez, de Juan Formell o Pensamiento, de Rafael Gómez, que brillaron con la luz de sus primeros días.

La intérprete, que recibió en la presentación el Premio EGREM por la obra de toda la vida, tampoco dejó a oscuras sus deseos de cantar en vivo las versiones de Drume Negrita, de Emilio Grenet; Adiós Felicidad, de Ela O’ Farrill, Qué será, de Chico Buarque y Contigo en la distancia, de César Portillo de la Luz; en esta última se hizo acompañar por las cantantes Geidy Chapman y Vania Borges. Fueron piezas que regaló con una voz que parecía lo mismo atravesada por la intensidad de una tormenta emocional que por la suave brisa de una mar en calma. Y concluía como si hubiera dejado la piel y el alma en cada canción. La novia del filin hizo espacio también para cursar una invitación a los populares intérpretes Arnaldo Rodríguez y Waldo Mendoza, con quienes compartió los temas Habana Travel y Chiquitica, dos momentos que alcanzaron nota destacada en la actuación.

La última canción del repertorio, la histórica Guantanamera, completó el retrato de esta artista que acaba de extender su reinado en los escenarios cubanos, con un concierto lleno de declaraciones de amor a su ciudad y a sus habitantes que se resume en una sola frase: "Gracias, Omara".

 

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