A
lo largo de su carrera, Omara Portuondo ha protagonizado míticos
conciertos que le han abierto las puertas para reinar en las noches
habaneras. Pero el que ofreció en el teatro Karl Marx, para
presentar su disco Gracias, seguro quedará grabado en un
rinconcito muy íntimo de su memoria. Por un lado porque se dio el
gusto de cantar el sabroso tema Cachita, junto a su nieta
Rossio, de 12 años; por otro, porque estuvo acompañada de los
recuerdos de muchos de los seres que definieron su existencia y la
convirtieron en una de las grandes leyendas de la música cubana.
No es fácil ver cómo toda la vida pasa en imágenes frente a los
ojos sin caer rendido por la emoción. Por eso Omara Portuondo (Cayo
Hueso, La Habana, 1930) se tomaba las cosas con calma mientras
observaba las escenas de momentos cumbres de su carrera, proyectadas
en una pantalla gigante como la trama de una gran película.
Arrellanada en un pequeño sillón, situado a un costado del
escenario, solo interrumpía su performance, bajo la dirección de
Santiago Alfonso, para ponerle las palabras justas a los
sentimientos que le despertaban aquella colección de fotografías que
le revelaban al público los destellos de su vida y de su carrera.
Hablaba con pasión del cuarteto D ‘Aida, que integró junto a su
hermana Haydée, Elena Burke y Moraima Secada, y bajo la dirección de
Aida Diestro; de su estancia en el Buena Vista Social Club; de su
hijo Ariel Jiménez, de su amigo Ibrahim Ferrer, "que se fue
demasiado pronto", y especialmente de sus padres. "Ellos me dijeron
que iba a ser una gran cantante y yo me lo creí", exclamó con una
plácida sonrisa y la picardía de siempre.
Con la publicación del disco Gracias, la legendaria
artista celebró sus seis décadas de carrera. El álbum, producido por
los brasileños Alê Siqueira (Tribalistas) y Swami Jr, contiene una
selección de temas en los que intervinieron, entre otras, figuras
del calibre de los cubanos Chucho Valdés, Pablo Milanés, el
contrabajista Orlando "Cachaíto" López (1933-2009), el brasileño
Chico Buarque y el percusionista indio Trilok Gurtu. Para su estreno
insular, auspiciado por la casa discográfica EGREM, dejó listas
varias de las piezas que dan cuerpo a este material discográfico,
ganador del Grammy Latino en el 2009 en la categoría de música
tropical. Comenzó con Gracias, una canción del cantautor
uruguayo Jorge Drexler que da título al fonograma. Con una voz tan
vasta como su trayectoria, cantó en un tono muy intimista e
introspectivo para llevar de la mano al público hacia los terrenos
más sutiles y evocadores de su obra y luego regresarlo al punto de
partida como si se tratara solo de un juego. Fue el primer cenit de
la noche. Confirmó que venía dispuesta a dar salida a su talento con
una actuación que desmintió por completo la llegada de sus 80 años y
reveló que conserva la magia de saber vivir e ilusionarse cuando
repasa con ímpetu sus canciones.
Respaldada por los guitarristas Swami Junior y Andrés Chicoy, el
pianista Harold López-Nussa, el contrabajista Felipe Cabrera, y los
percusionistas Rodney Barreto y Andrés Cuayo, incrementó el
particular romance con sus seguidores al interpretar Yo te vi,
una canción del compositor francés Henry Salvador en la que se
asienta y reafirma su personalidad más nostálgica y sutil.
Por momentos pareció encontrarse sobre el escenario con una parte
de ella misma que quizás había olvidado: cantó en un tono muy
íntimo, como en un murmullo, y después quedó en silencio como si
todos los recuerdos atesorados durante su carrera surcaran su mente
como un relámpago. Entonces, con nuevos bríos, dio luz verde al
potencial deslumbrante de su voz que sintetiza todas las razones que
la lanzaron al mundo como la Diva del Buena Vista Social Club. De
ese modo desgranó temas como Y tal vez, de Juan Formell o
Pensamiento, de Rafael Gómez, que brillaron con la luz de sus
primeros días.
La intérprete, que recibió en la presentación el Premio EGREM por
la obra de toda la vida, tampoco dejó a oscuras sus deseos de cantar
en vivo las versiones de Drume Negrita, de Emilio Grenet;
Adiós Felicidad, de Ela O’ Farrill, Qué será, de Chico
Buarque y Contigo en la distancia, de César Portillo de la
Luz; en esta última se hizo acompañar por las cantantes Geidy
Chapman y Vania Borges. Fueron piezas que regaló con una voz que
parecía lo mismo atravesada por la intensidad de una tormenta
emocional que por la suave brisa de una mar en calma. Y concluía
como si hubiera dejado la piel y el alma en cada canción. La novia
del filin hizo espacio también para cursar una invitación a los
populares intérpretes Arnaldo Rodríguez y Waldo Mendoza, con quienes
compartió los temas Habana Travel y Chiquitica, dos
momentos que alcanzaron nota destacada en la actuación.
La última canción del repertorio, la histórica Guantanamera,
completó el retrato de esta artista que acaba de extender su reinado
en los escenarios cubanos, con un concierto lleno de declaraciones
de amor a su ciudad y a sus habitantes que se resume en una sola
frase: "Gracias, Omara".