En la orilla norte de la ciudad de Bayamo, capital de la
provincia de Granma, hay un pequeño lugar apenas anunciado con el
cartel Polígono de Materiales Alternativos; pero a juzgar por el
volumen, rapidez y envidiable eficiencia con que el establecimiento
multiplica cemento, áridos y arcilla, en magníficos bloques,
mosaicos, ladrillos y pintura, está claro que las dos mejores cartas
de presentación del establecimiento son el trabajo y la
inteligencia.
La primera es evidente en la indetenible labor de una treintena
de espaldas sudorosas, y el doble de brazos en permanente tensión;
ya sea tirando del contrapeso de la prensa para hacer mosaicos,
paleando grava y arcilla, o sacudiendo el molde de hierro que
expulsa sobre el suelo el bloque de hormigón.
Cada
hombre produce manualmente 130 bloques de hormigón en medio día.
La segunda carta: sagacidad económica y carisma en la persona del
joven Ramón Cámbar, un administrador con real sentido de la urgencia
y del beneficio que significa para el pueblo contar con sus
producciones.
"Cualquiera hace un bloque con todos los recursos a la mano, pero
no cualquiera hace 130 en cuatro o cinco horas, sin ayudante, y
batiendo primero un gran bulto de mezcla, a pala limpia", comentó a
Granma un joven de los cuatro que a la vez hacían el trabajo
manual.
En perfecta sincronía —a la que se suman el área de elaborar con
calidad la pintura de carbonato de calcio, más una prensa mecanizada
y su equipo de cinco operarios capaces de terminar otros 600
bloques—, el taller trasciende por las cifras de producciones
físicas, todas superiores al millar de unidades por día.
"Ya logramos la meta de generar aquí, en cada jornada, los
elementos suficientes de pared, piso y pintura para una casa
convencional de 60 metros cuadrados", apuntó Cámbar.
En cuanto a salario, baste decir que el promedio rebasa los 1 000
o 1 200 pesos si logra ser estable la entrega de materia prima al
menos 20 días del mes (lo cual constituye un problema). Mientras,
las condiciones del local incluyen restaurante y autoconsumo
atendido por ellos mismos.
Armado con el razonamiento de un economista graduado en los
diarios avatares de su taller, y a la mano los Lineamientos
aprobados por el Sexto Congreso del Partido, el joven administrador
Ramón Cámbar sabe cómo multiplicar los aportes de su fábrica.
Resulta que desde el inicio del proyecto local, su instalación
pertenece a la Empresa Municipal de Construcción y Mantenimiento;
una dependencia que ha generado la mayoría de sus dolores de cabeza,
por cuanto aquella es una entidad de economía deteriorada, y las
ganancias del taller han sido como un subsidio a las pérdidas de su
tutora.
Solo un par de consecuencias: primero, la fábrica no accede a la
moneda nacional aprobada por el Gobierno para hacer inversiones
inmediatas, amén de las sobradas garantías de amortización, porque
el banco argumenta, con razón, la gran deuda de la Empresa; segundo,
son obligados a parar la producción varios días cada mes por falta
de cemento y áridos, debidamente asignados y en existencia, pero no
adquiridos por los problemas de transporte y estado financiero de su
rectora, aun cuando el Polígono en sí genera utilidades jugosas.
¿Será posible sobrevivir y avanzar en el seno de una entidad
insolvente, que cubre sus pérdidas con los frutos de una rentable?
"Durante las últimas fechas feriadas, por ejemplo, acordamos
trabajar siempre y a un ritmo tremendo, y luego todo ese esfuerzo se
fue a pique cuando siguieron ocho días de desabastecimiento. Por los
sobrecumplimientos constantes el plan nunca se compromete, pero la
productividad se afecta, la gente no gana", analiza Cámbar.
"¿Mi aspiración? Lograr ser un centro de costo independiente, que
maneje sus finanzas, a fin de ejecutar inversiones de amortización
rápida; como, por ejemplo, la creación de una nave para el módulo
mecanizado de bloques, montar una nueva prensa de losas, otro
molino, y adquirir una hormigonera que humanice la fabricación
manual de los bloques, pues hacer la mezcla es lo más agotador y
demorado."
La buena noticia es que, gracias a una atinada decisión, ya está
en proceso el paso desde la Empresa Municipal, a la Provincial del
Poder Popular; una entidad solvente, con medios suficientes que
asegurarían funcionamiento inin-terrumpido al taller, y dueña de una
infraestructura de industria constructiva que les facilitaría el
acceso a la materia prima.
Cámbar añadió que con esas facilidades y la ejecución de las
inversiones planeadas, su equipo de 35 hombres —más los que
emplearía en las nuevas capacidades—, sería capaz de tributar los
materiales necesarios para el plan de viviendas de la Empresa con el
50 % de la producción, e incorporar la otra mitad al comercio
minorista.
También para las relaciones de comercialización, cargadas todavía
de muchos lastres, Cámbar tiene sus propuestas. Sugiere, por
ejemplo, traer el punto de venta a la bodega más cercana, con los
materiales almacenados en el patio del taller.
"Así se evitarían los enredos del transporte y los
cuestionamientos por calidad, pues los braceros y custodios seríamos
nosotros, bajaría el costo, y no habría tanto bloque ni mosaico
partido en la transportación, cuya culpa casi siempre se le carga al
productor distante, algo irreal."
Al término de la conversación con Granma, ningún obrero
había flaqueado el rendimiento en el trabajo rudo, y al final del
día quedaron elaborados, a mano, los recursos suficientes para una
vivienda convencional de 60 metros cuadrados.
Entonces, bien vale la pena revisar profundamente cómo librar de
cualquier lastre estas ideas, capaces de dar las respuestas que en
el contexto local, la dirección del país indicó generar con
prioridad.
En definitiva, la producción de materiales de construcción lo
menos que necesita son bloques (o bloqueos) que impidan el despegue
urgente del sector. Si ya los fabrica, que sean para levantar las
paredes que aguanten el techo y el bienestar a muchas familias
cubanas.