Unos 29 mil niños menores de cinco años murieron en los últimos
tres meses en Somalia por sed, hambre y enfermedades provocadas por
la mayor sequía de las últimas seis décadas.
La ONU reportó que 640 mil niños somalíes están gravemente
desnutridos, hecho que elevaría en poco tiempo la cifra de infantes
fallecidos, reporta Prensa Latina.
Tales datos corresponden a reportes publicados por ese ente y a
un reciente sondeo sobre mortalidad de los Centros de Control y
Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.
Hasta ahora las informaciones giraban en torno a miles de
muertos, sin precisar cifras, aunque ningún número reflejaría la
realidad dada la calamidad que allí se vive y el éxodo desordenado
de poblaciones enteras huyendo a las guerras y al hambre.
De absolutamente dramáticas calificó la ONU las proporciones de
la crisis de hambruna en Somalia, donde ocurren 7,4 muertes diarias
por cada 10 mil personas, siete veces más del índice establecido
para declarar un estado de emergencia.
Además de la sequía por el cambio climático, provocan trágicos
impactos la inseguridad alimentaria, el incremento poblacional, la
falta de infraestructuras y urbanización e incluso las luchas
tribales por la posesión de los escasos recursos.
A esas calamidades se suma el desmedido aumento de los precios de
los alimentos en el mercado mundial.
El miércoles último la ONU declaró tres nuevas zonas de hambruna
en Somalia (ya suman cinco) y señaló que de siete millones 500 mil
habitantes, más de tres millones están en riesgo de perecer si
demora el auxilio.
Centenares de millones de dólares han sido donados para apoyar a
los damnificados, pero son insuficientes para frenar la crisis
humanitaria, según la ONU.
También la ayuda internacional enfrenta el obstáculo del grupo
antigubernamental Al Chabab, el cual impide el acceso de los grupos
humanitarios.
Más de mil 500 somalíes llegan a diario al congestionado
campamento de Dadaab, en Kenya, declarado repleto desde 2008.
Por ello unos 65 mil refugiados viven en improvisadas cobijas de
cartón y plásticos, en las afueras del campamento, expuestos a las
inclemencias del tiempo.