Muy
pocos son los hombres ilustres que pueden ser recordados tan a
diario como el gran poeta y patriota José Joaquín Palma; nombrado
aún con más fuerza este 2 de agosto, a 100 años exactos de su
fallecimiento.
Su memoria no solo renace en la velada del Bayamo natal, ante el
nombre y la figura en piedra; sino en los versos del Himno Nacional
que en Guatemala cantan sus hijos cada día, y cuya autoría Palma no
se permitió confesar hasta poco antes de su muerte.
Pero a la forja del hombre maduro, eternizado en el canto de todo
un país, precedió una vida fecunda que vio la luz el 11 de
septiembre de 1844.
Desde muy temprano apreció las bellas artes y cuanto conocimiento
fértil le cayera a mano, consolidando una vasta cultura que, unido a
un arraigo febril a su tierra y al sufrimiento del oprobio
colonizador de España, lo hizo un poeta excepcional y un patriota
determinado.
Contaba 24 años cuando el grito de La Demajagua, y rápido se le
vio al lado de Perucho Figueredo, Francisco Vicente Aguilera y
Carlos Manuel de Céspedes; de este último Ayudante de Campo.
Justo ahí comenzaron sus méritos en la historia, pues fue el
jovencito Palma quien reclutó y dio grados a Máximo Gómez, El
Generalísimo; fue él quien dirigió el primer periódico
independentista, El Cubano Libre; el designado Regidor del
Ayuntamiento una vez liberada Bayamo por los mambises, y quien fuera
de los primeros en tomar la tea incendiaria y prender su casa, ante
el riesgo de la reconquista española.
Los graves peligros no le dejaron otra opción que la partida de
Cuba, y cuentan que Céspedes casi lo fundió consigo en un abrazo de
progenitor. Años más tarde, Palma escribiría, aún en vida de
Céspedes, la primera biografía del Padre de la Patria.
El compromiso no acabó en el exilio, fue más fuerte aún. Ayudó a
muchos luchadores expatriados, incluido Gómez, Maceo y el gran José
Martí, quien lo considero amigo y le dedicó palabras de admiración
profunda a su exquisita persona y fino verso.
En Centroamérica fue personalidad eminente, ocupando altos cargos
en la diplomacia de Honduras, como asistente personal del presidente
Marco Aurelio Soto, y luego en Guatemala, donde fuera director de la
Biblioteca Nacional y autor del Himno del país. Tras la revelación
de su autoría, Palma fue agasajado con una corona de laurel de plata
y consolidó la admiración de un pueblo que aún lo reverencia.
Por eso es que en dos patrias, Guatemala y Cuba, José Joaquín
Palma tiene tributo en estos días; sobre todo en la ciudad natal,
donde descansan sus restos desde 1951, como solemne homenaje al
apego febril de una vida a su tierra, y a la última voluntad
expresada en versos:
Mas ya que cercana zumba / la voz de la muerte helada, te
reclamo, / solo un sauce y una tumba / cabe a la orilla sagrada del
Bayamo.