Brouwer, Bernstein y los demás

Mañana jueves, a las 6:00 p.m. en la Basílica, concierto con música de compositores norteamericanos de origen hebreo

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Fiel a sí mismo —homo sapiens y homo ludens en una misma entidad—, Leo Brouwer ha preparado para mañana a las 6:00 p.m., en la Basílica Menor de San Francisco, una aventura intelectual y emocional destinada a ensanchar el conocimiento y nutrir el espíritu.

Con la colaboración del pianista Leonardo Gell, el violinista Fernando Muñoz y el cellista Alejandro Martínez, desarrollará el programa Norteamérica en su música (con obras de compositores judíos), las cuales serán comentadas por el notable autor cubano, merecedor el año pasado del Premio Iberoamericano de la Música, Tomás Luis Victoria.

Dos especificidades se revelan desde el título mismo del programa. De una parte, la ubicación geográfica. La música que escucharemos responde a una tradición largamente cultivada y grávida de hallazgos, no siempre visibles por obra y gracia del colosal impacto de la industria cultural y los desafueros mediáticos de una potencia que se vende a sí misma.

No hablo solo de la dimensión hegemónica de la llamada cultura de masas sino también de la manera con que las elites de ese país han manejado las jerarquías de la música académica o de concierto, privilegiando los códigos europeos en el pujante y muy solvente tejido cultural institucional. Dicho de otro modo, a lo largo de casi todo el siglo XX, la consolidación del prestigio de las sociedades filarmónicas, las orquestas sinfónicas, los sellos discográficos especializados y los centros de formación académica, creció en una relación directamente proporcional en la medida que compitieron y sobrepasaron a sus similares europeos y no siempre ponderaron la originalidad y altísima calidad con la que músicos nacidos en la Unión expresaban las identidades propias y singulares.

Leo llamará mañana la atención sobre el relato de la vanguardia norteamericana y, hará recaer el acento, sobre otra especificidad: la de los autores que a mí me gustaría llamar de ascendencia hebrea, para no confundir la denominación de origen con la práctica confesional del judaísmo.

Tres de los compositores representados lograron convertirse en íconos de la música norteamericana de la última centuria. Su sola mención atrae al público y los medios allá, aquí y en cualquier parte: Aaron Copland (1900 – 1990), Leonard Bernstein (1918 – 1990), autor de uno de los dramas musicales más escenificados de nuestra época, West Side Story, de la que se escucharán temas versionados para trío, y John Williams (1932), el mago de la banda sonora de La guerra de las galaxias, que llega ahora con otra referencia fílmica, la de La lista Schindler. Por cierto, de Copland se interpretará el Trío Vitebsk, una de sus pocas conexiones con la música judía, puesto que si se fuera a identificar la marca del compositor tendría que revelarse su afán por construir un universo sonoro semejante al de los pioneers en la conquista del Oeste.

Pero la propuesta de Brouwer va más allá. El público entrará en contacto a través del Piano Trío (1911) con Charles Ives (1874 – 1954), para muchos el fundador de la vanguardia en EEUU.; con Curtis Curtis-Smith (1941) y su trío Sweetgrass (1982); y con John Adams (1846), quien ha explicado que su China Gates (1977) para piano no es otra cosa que "casi un palíndromo perfecto".

Ojalá que este concierto de Leo Brouwer incentive la curiosidad hacia esos otros Estados Unidos. Y que, por ejemplo, alguna vez nuestra escena lírica tan conservadora se aproxime a la obra operística de Adams, uno de los mayores compositores contemporáneos del género, con obras tan importantes como Nixon in China (1987) y Doctor Atomic (2005).

 

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