El
general de Ejército Raúl Castro, primer secretario del Partido y
presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, ha criticado
acerbamente en más de una ocasión lo que denomina "secretismo". A
pesar de ello, el fenómeno parece recrudecerse en todas las
instancias, desde la oficina de trámites destinadas al ciudadano
común, hasta aquellas de mayor jerarquía, requeridas para dar
respuesta a cuanto determina la vida de un centro laboral. Así deja
de fluir con la rapidez debida la cadena de eslabones
interdependientes indispensable para el funcionamiento de una
sociedad compleja como lo son cuantas sucedieron a la estructura
primaria de la tribu. Cuando el pequeño funcionario sale de
vacaciones, asiste a una entre tantas reuniones o atiende asuntos
personales, deja bien guardados bajo llave los documentos rectores
de su trabajo. Mientras tanto las exigencias de la realidad seguirán
andando sin hallar solución. Porque el monopolio del saber es la
primera trinchera defensiva de su sistema de fortificaciones que
incluye la rutina del hacer y del pensar.
A otra escala, comienza a edificarse el timbirichismo, un
inconsciente actuar posmoderno atomizador que desconoce la finalidad
última del "meta-relato" de la construcción del presente y la
salvaguarda del porvenir. Cada cual preserva su pequeño espacio. La
falta de integralidad en la perspectiva interfiere con el impulso a
la necesaria cooperación entre los distintos sectores, tanto como el
óptimo empleo del capital humano más calificado. La formalización de
los procederes impide jerarquizar lo fenoménico respecto a lo
esencial. Conduce a aferrarse a conceptos superados por la vida,
descartar lo desechable para preservar, ante todo, los propósitos
que constituyen la razón de ser del proceso revolucionario.
Pocos recuerdan una entrevista concedida por Fidel, allá por los
ochenta del pasado siglo, a dos visitantes norteamericanos. Fue
publicada en aquel entonces por la Editora Política. Aludiendo a
Heráclito, afirmaba que, en efecto, no podemos bañarnos dos veces en
el mismo río, no solo porque las aguas son otras, sino también
porque el hombre ha cambiado. El sentido profundo de esta lección
revela una asunción orgánica de la dialéctica más eficaz que la
simple memorización de sus leyes. La idea, con las implicaciones que
entraña, es un arma poderosa contra la rutinización del pensamiento
burocrático y un estímulo a la incesante creatividad que impone el
decursar de la vida.
La conducta del pequeño burócrata entorpece el adecuado
funcionamiento de la economía, la aplicación de los Lineamientos
aprobados por el Congreso del Partido y constituye una fuente de
malestar político en el pueblo, sometido muchas veces a gestiones
aberrantes, además de provocar una pérdida de credibilidad en las
instituciones.
A otra escala, los daños son aun más irreparables y pueden
lacerar la continuidad del proyecto socialista, la pérdida de la
soberanía y la caída vertical del nivel de vida de las grandes
mayorías, así como la entronización de la violencia por la
intromisión de mafias de toda índole. Cuba es un lugar concreto del
planeta, con su condición insular y su vecindad geográfica a los
Estados Unidos, el mayor mercado del estupefacientes. Durante la ley
seca en ese país, en Cuba operó el mayor contrabando de alcoholes de
todo tipo. Pero los tiempos eran diferentes. Respecto a la
contemporaneidad, los engranajes movidos por Al Capone corresponden
a una etapa todavía muy primitiva.
En la coyuntura actual, urge cambiar la mentalidad. Parece lento,
pero el modo de redactar los informes se ha convertido en hilo
conductor de la manera de estructurar las ideas con olvido del "por
qué" y "para qué" de las cosas, de la definición concreta de los
propósitos a mediano y largo plazos, la problematización permanente
de la realidad, de las prioridades y secuencia de las soluciones y
de la valoración específica de la cualidad de los recursos humanos y
materiales disponibles. La retórica establecida oscurece la
formulación de las preguntas adecuadas. El lenguaje en este, como en
otros casos, condiciona el modo de pensar. Se ha convertido en
hábito indiscriminado el empleo del impersonal como fórmula verbal
aplicable a cualquier circunstancia. "Se" trabaja para... , "hay"
que emprender... Las responsabilidades precisas y las vías de
ejecución permanecen envueltas en una nebulosa insondable. Las
estadísticas llueven abrumadoramente, sin tener en cuenta la
necesidad e seleccionar los datos significativos para despejar
magnitudes, caracterizar la situación y someterlo todo al análisis
correspondiente. Las cifras requieren un correlato cualitativo. El
estudio de la realidad tiene que mostrarse en toda su crudeza, pues
solo ella indicará el camino a seguir. Poco aclara una fraseología
convertida en muletilla: "algo se ha avanzado, pero aún estamos
insatisfechos".
Para desarticular la estructura básica del pensamiento
burocrático, cada cual tiene que convertir en carne y sangre de su
conciencia la verdadera modestia en el dominio del conocimiento.
Solo así, nuestros poros permanecerán abiertos al aprendizaje
derivado de la confrontación de la cotidianeidad. Lo que siempre se
hizo de alguna manera, puede no ser lo requerido hoy. Los errores no
se superan con autocríticas formales, ni tirando piedras a quienes
ayer se equivocaron. El análisis crítico resulta útil cuando, visto
en sus componentes multifactoriales, nos entrega la lección
necesaria. En ese sentido, la "cultura del diálogo" —también
convertida en muletilla a lo largo de los últimos veinte años—
implica un intercambio de saberes procedentes de la empírea, del
dominio de técnicas diversas y de entrenamiento para conceptualizar
los fenómenos, dirigida a desentrañar problemas y a buscar
soluciones.
En tanto personaje, el burócrata ostenta una amplia visibilidad.
Aunque parezca inmortal, está sujeto a la crítica y, aun más, al
humorismo demoledor. Lo encontramos con frecuencia en las cartas que
los lectores dirigen a nuestros diarios. El pensamiento burocrático
se manifiesta de manera sutil y puede invadir terrenos muy diversos.
Algunos piensan que la reducción radical de los poderes del Estado
puede contribuir a erradicar el mal. Por muchas razones, muchos
organismos padecen de hipertrofia de personal y de funciones,
derivados de la necesidad de contrarrestar el desempleo y de la
excesiva centralización. El fortalecimiento de las estructuras
municipales y de los órganos del poder popular no implica un
desmantelamiento del Estado, sino una redistribución de recursos y
responsabilidades, a fin de adecuar las directrices generales a las
particularidades del desarrollo local. Sin embargo, estas instancias
de gobierno integran el Estado. Ninguna medida de carácter
organizativo logrará sus propósitos si persiste el predominio de un
pensamiento burocrático, planta parasitaria que esteriliza la
creatividad, la auténtica participación colectiva y el trabajo de
formación de las nuevas generaciones.
La lucha contra el pensamiento burocrático no es obra de un día.
Hay que ir demoliendo su poderoso sistema de fortificaciones. José
Martí no fue un iluso. Pudo ofrecer a Máximo Gómez tan solo la
probable ingratitud de los hombres. Y, sin embargo, creía en el
mejoramiento humano, en el diálogo necesario para salir adelante.
Recordemos la diferencia entre las contradicciones fecundantes y las
antagónicas. Preservemos el respeto, la franqueza y la confianza
mutua. Por ahí anda la clave de los cambios de mentalidad que
estamos reclamando.