El
5 de julio de 1896, en Loma del Gato, Santiago de Cuba, una bala
española tronchó la vida de uno de los generales del Ejército
Libertador: José Maceo y Grajales, quien por su audacia y
combatividad pasó a la historia como El León de Oriente.
En 1868 comenzó su carrera militar. Discriminación por el color
de la piel, destierro, prisión, persecuciones e intrigas le forjaron
un recio carácter, que él puso a prueba durante las tres guerras de
independencia.
Muchas fueron las situaciones que demandaron de su fortaleza
física, principios y cualidades. De él escribió Máximo Gómez en
carta fechada el 24 de julio de 1896 "¼
rara vez en nuestra vida militar se encontrarán unidos en un hombre
los nobles dones del sentimiento: lealtad, desinterés y abnegación,
y las grandes virtudes marciales: el valor, la subordinación, y la
hidalguía¼ "
Esos rasgos fueron los que identificaron al paladín que no aceptó
el Pacto del Zanjón, permaneció firme en la Protesta de Baraguá
junto a su hermano Antonio, el hombre de las innumerables proezas
para burlar las más sofisticadas cárceles europeas de la época y que
ofrendó su sangre por la libertad de los cubanos.
El día de su muerte, hace 115 años, fue avisado de la presencia
enemiga, ordenó avanzar y marchó al frente; hasta caer en combate en
el campo de batalla.