La
noticia cumple hoy 185 años: barcos estadounidenses llevan cargadas
sus bodegas de armas y pertrechos para los realistas españoles que
conspiran contra la independencia de la Gran Colombia. Al mismo
tiempo, y contra la voluntad de Simón Bolívar, el gobierno
estadounidense envía una delegación al Congreso Anfictiónico de
Panamá, convocado por El Libertador con el propósito de edificar una
Confederación de Estados Latinoamericanos.
Existen pruebas de que el Secretario de Estado norteamericano,
Henry Clay, instruyó a los integrantes de esa delegación a que
boicotearan y se opusieran a cualquier resolución que naciera del
encuentro. Pero el plan se frustra: en parte, porque uno solo de los
enviados gringos llegó a Panamá cuando el Congreso Anfictiónico ya
había concluido. El otro murió en el camino.
Sin duda, Bolívar estaba convencido de la voracidad imperial
hacia América Latina. Era uno de los más importantes arquitectos de
la unidad continental y su ideal de la Patria Grande había sido
expresado claramente en la Carta de Jamaica (1815). En ella se
refiere explícitamente a la necesidad de una integración
político-militar de las naciones recién independizadas del dominio
español.
A partir de 1822, desde la República de Colombia, Bolívar comenzó
a establecer empalmes diplomáticos con México, Perú, Chile,
Centroamérica y Argentina, invitando a formar esa confederación que
nivelara las visiones regionales y "sirviese de consejo en los
grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de
fiel intérprete en los tratados públicos, y de conciliador, en fin,
de nuestras diferencias" [1].
Lamentablemente, los intereses sectarios y el fantasma del
imperialismo interfirieron para impedir la conformación de la
alianza más grande que estuvo a punto de concretarse en la época.
Ahora, no sabemos a ciencia cierta qué se discutió en muchas
reuniones secretas de las que no existen las actas respectivas. Lo
que sí consta es que "diplomáticos" norteamericanos recorrieron el
continente vendiendo su planteamiento monroísta: ellos como la
cabeza y el poder de América.
Tres años después del sabotaje imperial al Congreso de Panamá, en
1829, ocurrió otra indignante intromisión diplomática gringa: el
representante de los Estados Unidos en Bogotá, general William Henry
Harrison, fue descubierto y expulsado por el Gobierno de la Gran
Colombia. Actuaba como cerebro de un complot dirigido a derrocar a
las autoridades de ese país¼ ¿Resultado
de la conspiración? El asesinato en Berruecos del patriota Antonio
José de Sucre. Y un año después, tal como estaba planeado, se
produjo la disgregación de la Gran Colombia.
Son esos hechos los que adelantan el razonamiento más
antimperialista de Bolívar e inspiran la famosa reflexión de la
Carta de Guayaquil: "Los Estados Unidos (¼
) parecen destinados por la Providencia para plagar la América de
miserias en nombre de la Libertad" [2].