Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año
1982, conjuntamente con las ruinas del Palacio de Sans Souci y los
edificios de Ramiers, La Citadelle (La ciudadela), es el vivo
testimonio de la lucha de un pueblo por su independencia.
Construida en lo alto del pico La Laferrière, a 945 metros de
altura en la montaña Bonnet-a-L'Eveque (la Mitra del Obispo), es en
realidad una fortaleza inexpugnable, con apariencia de barco de
guerra, que dispone de muros defensivos de cuatro metros de grosor y
de alturas de hasta 40 metros en algunos lugares. Este desafío a la
imaginación, que nunca llegó a emplearse militarmente, cubre un área
total de 10 000 metros cuadrados.
Para subir hasta la imponente mole de piedra primero hay que
bordear las ruinas del llamativo Palacio de Sans Souci, situado en
Milot, la residencia real del monarca haitiano Henri Christophe
(1811-1820) y distante unos cinco kilómetros cuesta arriba por un
estrecho camino de piedras muy bien conservado.
Tras la gloriosa gesta de la Revolución Haitiana (1791–1804),
Christophe ordenó la construcción de La Citadelle, en 1805, para
defender el interior de la nación en caso de que los franceses
decidieran volver para recuperar su antigua posesión. Desde su
situación privilegiada podía vigilar los valles cercanos, la ciudad
de Cap-Haitien y el océano Atlántico.
Repartidas por todo el fuerte, aún se amontonan, desafiando el
tiempo, más de 50 000 balas de cañón, ordenadamente apiladas en
pirámides. El recinto cuenta con ocho grandes cisternas de piedra,
que recogían el agua de la lluvia, y multitud de almacenes diseñados
para guardar suficiente comida para que una guarnición de 5 000
hombres pudiera resistir un año.
En su corazón se encuentra el patio central, que alberga el
cuartel para los oficiales. Allí una tarja en bronce señala que tras
la muerte del rey Henri Christophe, en su Palacio de Sans Souci el 8
de octubre de 1820, fue inhumado en secreto en un lugar del interior
de las murallas del fuerte. Sus restos mortales nunca fueron
localizados.
La construcción fue larga y costosa. Unos 20 000 hombres
participaron en su ejecución durante 15 años. Abandonada, fue dañada
por el fuerte terremoto de 1842. Sin embargo, las colosales
dimensiones históricas y físicas de esta fortaleza la han convertido
en uno de los símbolos nacionales de Haití.