Para salir de la oprobiosa lista de derrochadores, trabajadores y
directivos del Residencial Club Habana encauzaron acciones de
mantenimiento y organización de horarios en el suministro del agua,
que posibilitaron reducir los índices de consumo del preciado
líquido.
Con una vigilancia efectiva del comportamiento de las piscinas
pudimos detectar irregularidades en el descenso del nivel del agua a
causa de salideros, lo cual incidía en una mayor utilización de la
fuente de abasto, afirmó a Granma, Juan Antonio Brito,
director del complejo turístico.
"Debido a esta deficiencia, fundamentalmente, nuestra entidad se
caracterizaba por un gasto excesivo del líquido, pues se perdían de
30 a 40 metros cúbicos diarios en cada una de las dos piletas con
problemas."
Tras contratar a Aguas de La Habana equipos especializados para
localizar salideros en tuberías ubicadas bajo tierra, los propios
trabajadores del centro lograron reparar las averías, pues la
instalación no cuenta con brigadas de mantenimiento.
Asimismo, explicó el gerente, decidimos controlar el horario de
apagado y encendido del hidropresor que impulsa el agua a la Casa
Club, la cafetería, las piscinas, el gimnasio y el restaurante, para
que reciban el líquido solo mientras presten servicios. También
cerramos las llaves de paso después que las diferentes instalaciones
dejan de funcionar.
"Esta acción la coordinamos con el mercado Palco y un centro de
elaboración de alimentos, pues ambos reciben agua de la cisterna de
la cual nos abastecemos, que se encuentra a unos 700 metros del
Club."
Recientemente, el índice de consumo del residencial se reajustó
teniendo en cuenta el crecimiento de la capacidad de hospedaje con
la terminación de tres edificios, lo que significará otro reto para
velar por el uso racional del recurso.
Aunque la aplicación de las citadas medidas implicó una
disminución considerable del consumo de agua por parte de los
trabajadores del complejo, como consecuencia del sobregasto inicial
ya están al 85 % del cumplimiento del plan.
Hoy mantenemos un constante chequeo para detectar salideros u
otras evidencias de fugas de agua; es un proceder que ya forma parte
de nuestra rutina diaria, enfatizó Juan Antonio.
Este colectivo no se sentó a esperar por Aguas de La Habana para
encontrar la solución a su problema. Amén de la complejidad de las
acciones de contención de fugas, en el total de las medidas tomadas
se denota el interés por resolver un asunto serio y de interés
nacional: el uso eficiente de este recurso. Sin embargo, tal
comprensión no ha prendido en todos los lugares.
La Marina Hemingway es una de las entidades que no han podido
salir de la relación de los sobreconsumidores y que, según fuentes
del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, mantiene un gasto de
19 340 litros de agua por encima de su plan mensual.
Al respecto, José Miguel Díaz, presidente del Grupo Empresarial
de Marinas y Naúticas MARLIN, explica que la mayor fuga de agua de
este centro turístico, ubicado al oeste de la capital, se localiza
en tres de las conductoras maestras que requieren ser rehabilitadas.
Dada la magnitud de los trabajos, aseveró, en el 2009 negociamos
con la Empresa Aguas de La Habana y ellos asumieron hacer la
reparación. Dos años después la obra sigue pendiente, porque según
alega José Miguel, esa entidad no ha tenido ¡el combustible!
necesario para acometerla, criterio expresado también por Luis
Rodríguez Imbert, director de la Empresa Residencial Marina
Hemingway, y Ramiro Más Camacho, director de Negocios e Inversiones.
Incluso, los tres directivos no descartaron que en la actualidad
existan más salideros en otras conductoras de los intercanales (los
escapes de agua no son visibles a simple vista), pues solo se
podrían detectar mediante el empleo de equipos altamente
especializados operados por la propia Aguas de La Habana.
"Pero el servicio sale muy caro, y como las instalaciones de la
Marina dejan pérdidas, no tenemos la posibilidad de pagarlo",
indicaron los directivos.
Al dejar de ser un solo complejo por los cambios estructurales
que fueron implementados tiempo atrás, los dos hoteles ubicados en
nuestras áreas pertenecen hoy a Cubanacán; las tiendas, a Caracol;
los restaurantes hasta hace apenas dos meses eran administrados por
la cadena Palmares, y toda esa dispersión perjudica nuestra gestión,
entorpece conocer el real consumo de agua, y trajo consigo que
desapareciera la unidad de mantenimiento, subrayó José Miguel Díaz.
"Somos los primeros en sentirnos avergonzados por botar tanta
agua en medio de la crítica situación que vive la capital con el
abasto, pero no tenemos la capacidad de reparar las tres conductoras
maestras mencionadas. Si el ahorro es un asunto de máxima prioridad,
entonces ¿por qué no hacer de una vez la rehabilitación acordada con
Aguas de La Habana desde el 2009, seguiremos derrochando tan vital
recurso dos años más?", se pregunta el funcionario.
Nuestro diario, por otra parte, se cuestiona: ¿Y la gestión
empresarial de la Marina? Si ellos, que son los derrochadores, no
tienen la capacidad para resolver el problema —aunque sí para
sobreconsumir—, ¿a quién le corresponde entonces exigirle hasta el
cansancio a la Empresa Aguas de La Habana que se acometa la
reparación, o elevar el asunto a otro nivel?
La solución de un problema de tal envergadura no estriba en
proclamar vergüenza, sino en solidarizarse con la situación de miles
de personas que no pueden recibir regularmente el agua que aquí se
desperdicia.
Quizás sea hora de que el INRH asuma una actitud más drástica, y
se plantee si vale la pena malbaratar tanta agua en instalaciones
que, según los entrevistados, generan pérdidas.
El periplo por la Marina nos dejó para el final una sorpresa tan
desagradable como la realidad ya conocida: la existencia de un
complejo hidráulico que se hizo en la segunda mitad de los años 90
para garantizar el suministro de agua al lugar, cuando todas las
instalaciones formaban parte de una sola empresa.
Hace casi 8 años la obra dejó de funcionar, y los directivos del
complejo turístico desconocen los motivos. Hasta hoy, la inversión
permanece sin explotarse, y en nuestras páginas surge de nuevo la
pregunta: ¿Quién responde por tanta desidia?