Si
hubiese que explicar la grandeza de Estados Unidos con una palabra,
esa palabra sería educación, señaló Paul Krugman, premio Nobel de
Economía 2008.
Pero eso era antes, cuando el desarrollo de la educación
significó, primordialmente, el desarrollo de la educación pública y
Estados Unidos era visto como la gran tierra de la educación, donde
la enseñanza superior se ofrecía a la población en general. Hoy esa
imagen del país colapsó, afirmó.
En la actualidad, Estados Unidos tiene problemas de todos los
tamaños, formas y colores. Uno de los problemas más graves es el de
la crisis del sistema público de educación. Los bajos índices en el
rendimiento académico y el fracaso en los exámenes estandarizados
por parte de decenas de miles de estudiantes de las comunidades
pobres y marginadas se combinan con los recortes presupuestarios
constantes y las corrientes privatizadoras del sector educativo
público.
A todo esto se le agrega un problema de fondo; la educación
pública ha experimentado un giro cualitativo en su manejo y
objetivos. La enseñanza ha dejado de ser vista como derecho para
convertirse en oportunidad de negocio, los docentes han pasado a ser
empleados que persiguen el "éxito" de sus "clientes" —los
estudiantes—, y el papel de las autoridades educativas está en
proceso de reducirse, en el mejor de los casos, a meras funciones
administrativas.
En sus discursos, el ex secretario de Educación de Nueva York,
Joel Klein, reiteraba que "el ingrediente secreto del éxito de
Estados Unidos es el espíritu empresarial", y que ese era el
objetivo de la educación.
Klein y una decena de otros secretarios de educación municipal,
reiteraron esta visión en octubre pasado en un artículo de opinión
colectivo en el Washington Post, donde afirmaron que "los cambios
transformativos requeridos para verdaderamente preparar a nuestros
jóvenes ante la economía global del siglo XXI simplemente no se
realizarán si no nos deshacemos primero de prácticas enraizadas que
han estancado a nuestro sistema educativo, prácticas que han
favorecido a los adultos, no a los niños".
Este enfoque para promover la reforma del sistema de educación
forma parte de un debate nacional en el que los "reformadores" en el
poder han declarado que el sistema de educación pública es un
fracaso. Afirmando que más que cualquier otro factor, el principal
freno al éxito de los estudiantes "es la calidad de sus maestros" y
proponen aplicar normas empresariales que ante todo evalúen la
eficacia de los profesores.
Hay una segunda línea de ataque, en que participa activamente la
Bill & Melinda Gates Foundation (BMGF), que combate la escuela
pública como ineficaz, sin tomar en cuenta la pobreza de recursos
con que funciona, y acusa de ello a los sindicatos del profesorado,
que se niegan a aceptar el despido de los maestros menos
capacitados. Su alternativa son las charter schools, que son
planteles públicos administrados por grupos privados, y presentadas
por la administración de Obama como clave para la salvación de la
educación pública.
Como parte de su plan Race to the Top (Carrera hacia la cima), el
gobierno está incentivando a los estados a levantar los límites en
el número de escuelas charter a cambio de fondos federales.
Asimismo, la presente administración busca reemplazar cerca de 5
000 escuelas tradicionales con bajo rendimiento por escuelas
charter. El gobierno tiene a disposición de los estados la jugosa
suma de 3 mil 500 millones de dólares para subvencionar el "cambio"
de las escuelas de bajo rendimiento. Mientras más escuelas de bajo
rendimiento se cierren, mucho más dinero reciben los estados.
Pero como señala Diane Ravitch, una de las figuras nacionales más
influyentes en el debate sobre el tema, profesora en la Universidad
de Nueva York y ex subsecretaria de Educación del gobierno federal:
las charter son "una fuerza de privatización" de la educación
pública.
Este tipo de planteles, financiados por el erario, no tienen que
funcionar con las mismas normas de otras escuelas públicas, suelen
seleccionar a sus alumnos, en lugar de aceptar a todos, lo cual les
permite ofrecer mejores resultados, sus maestros pueden no estar
sindicalizados, por tanto, carecen de derechos laborales y pueden
aceptar inversiones privadas, lo que permite que establezcan otra
reglamentación.
Pero algo curioso sucedió en el camino al "éxito". Según una
amplia investigación realizada por expertos de la Universidad de
Stanford, solo 17 % de las charter eran mejores que las escuelas
públicas tradicionales, según se desprende de los resultados en los
exámenes estandarizados; 37 % eran peores en comparación, y 46 %
eran prácticamente iguales.
La profesora Ravitch argumenta que el gran debate en torno a la
enseñanza ahora es entre aquellos que "creen que la educación
pública no es solo un derecho fundamental, sino también un servicio
público vital, versus aquellos que creen que el sector privado
siempre es superior al sector público". (Tomado de ARGENPRESS)
*Alberto Ampuero es periodista de Riverside, California.