El primer ministro ruso, Vladímir Putin, arremetió con dureza
contra los planes occidentales de derrocar y asesinar al líder
libio, Muammar al Gaddafi, que vinculó con los intereses en los
recursos energéticos del país norafricano. "¿Quién lo ha autorizado?
¿Acaso ha habido un juicio? ¿Quién se ha arrogado el derecho de
ejecutar a un hombre, sea quien sea? Y todo el mundo calla", dijo en
una rueda de prensa durante una visita oficial a Dinamarca.
También el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguei Lavrov,
exigió un alto del fuego y el fin del derramamiento de sangre del
pueblo libio, al tiempo que opinó que es hora de "iniciar las
negociaciones sobre cómo crear una nueva Libia y poner en marcha las
esperadas reformas".
En cambio, el jefe de la diplomacia italiana estimó el lunes que
las horas del líder libio están contadas, después de que el fiscal
de la Corte Penal Internacional (CPI) pidiese lanzar una orden de
detención a Gaddafi por crímenes contra la humanidad.
El fiscal de la CPI, Luis Moreno Ocampo, en conferencia de prensa
en La Haya, pidió también la detención por crímenes de lesa
humanidad contra el hijo de Gaddafi, Saif al Islam, y el jefe de los
servicios secretos libios, Abdalá al Senusi.
La decisión del tribunal de la ONU, que se mantiene de brazos
cruzados ante las invasiones de EE.UU. a Afganistán e Iraq, o los
bombardeos de Israel a Gaza, despertó los elogios del ministro
alemán de Relaciones Exteriores, Guido Westerwelle, además de las de
su homólogo británico, William Hague y los opositores libios.
Mientras, en la noche del lunes tres fuertes explosiones
sacudieron el sector de Bab al Aziziya, residencia del dirigente
libio en Trípoli, constató la AFP. En los ataques una estación de
radares fue destruida, según la agencia oficial Jana.
La víspera, aviones de la OTAN destruyeron tanques de metanol y
provocaron fuga de carburante en el enclave petrolero de Ras Lanuf,
situado en la zona oriental del país. A la vez la alianza bélica
confirmó haber atacado posiciones del Ejército libio cerca de Zawara,
en la frontera con Túnez, un área que diversas fuentes aseguran se
convierte en un campo de batalla cada vez más extenso.