Como
le gusta recordar a Ronaldo Veitía, henchido de orgullo, Yalennis
Castillo "bajó de las lomas de Holguín para conquistar la Muralla
China". Meses antes de los Juegos de Beijing’08, en efecto, nada
hacía presagiar que la judoca oriunda de Moa pudiese alcanzar una
medalla olímpica en los 78 kg, división en la que había librado solo
algunas escaramuzas internacionales varios años atrás y a la cual
ascendió dentro del equipo nacional por un cambio obligado de última
hora. Su reto, lógicamente, no se antojaba fácil.
Pero Yalennis lo consiguió. A sus 22 años ganó una presea en la
capital china y aun acarició el título aquel 14 de agosto, al vencer
por ippon a la kazaja Sagat Abikeeva y a la india Chongtham Jina
Devi, para superar luego cerradamente a la francesa Stéphanie
Possamai y a la sudcoreana Gyeong-Mi Jeong, a la postre medallistas
de bronce. De tal suerte que solo la decisión de los jueces (por
hantei 2-1) la privó del triunfo en una polémica final ante la china
Yang Xiuli, una vez expirado el tiempo extra, pues a lo largo del
combate había llevado la voz cantante en el ataque e incluso logró
una proyección decretada como koka por el árbitro principal, pero
luego anulada por los otros dos jueces.
Así le tocó aceptar la medalla de plata, anegada en lágrimas,
aunque semejante hazaña le valió ser reconocida ese año como la
mejor atleta femenina en Cuba.
A su regreso, sin embargo, los médicos le diagnosticaron un
desgaste importante del cartílago en la rodilla derecha y debió ser
intervenida quirúrgicamente. Pero lo peor llegó después, con el
complicado proceso de recuperación que la apartó de los tatamis
durante casi dos años y las recaídas que le hicieron sopesar un
adiós prematuro al deporte practicado desde los 12.
Es por eso que otro mérito suyo ha sido perseverar y volver,
agradecida por los consejos y el ánimo que le trasmitieron sus
allegados, incluyendo a los médicos y el fisioterapeuta, para
ayudarla a pensar que sí podía ser la misma Yalennis de siempre,
aunque muchas secuelas de la lesión sean permanentes y le impidan
entrenarse como antes. Puede que nada sea igual, pero ahora se
siente más fuerte sicológicamente, según afirma ella misma.
Así reapareció en abril del 2010 con el metal plateado en el
Campeonato Panamericano de San Salvador, antes de concluir quinta y
otra vez segunda en las Copas Mundiales de Sao Paulo (Brasil) e Isla
Margarita (Venezuela), aunque ha sido ahora en el 2011 cuando se ha
mostrado más cerca de su recuperación definitiva.
Oro en la Copa Panamericana de Guayaquil, rozó antes el podio en
un torneo tan exigente como el Grand Slam de París y luego quedó en
bronce en la justa continental de Guadalajara, donde solo cedió ante
la brasileña Mayra Aguiar y la estadounidense Kayla Harrison,
finalistas del pasado Mundial.
A esas dos últimas ciudades debe regresar este año para enfrentar
el Campeonato Mundial (agosto) y los Juegos Panamericanos (octubre),
por lo que ya se prepara sin obsesionarse con ninguna rival, pues
"todas son fuertes" y el mejor consejo que ha recibido de Veitía
antes de combatir es "que piense". Y así mira más lejos aún. Hacia
Londres, adonde no quiere asistir nada más que para participar,
porque "si voy, es con el ánimo de ganar y allí quiero buscar el
oro. Por fin".