Si
nos atenemos al lenguaje de la crónica deportiva, habría que decir
que la entrega inicial del pianista italiano Adriano Ambrosini y del
flautista Axel Rodríguez en la V Temporada de Conciertos de
Primavera, promovida por la UNEAC en Guantánamo, situó la varilla a
gran altura. ¿Sería posible sobrepasarla o al menos igualarla?
Pero el arte no es competencia. Cada una de las jornadas
subsiguientes este abril en tierras guantanameras propuso diversas
estaciones artísticas solo comparables en la medida en que se
correspondieron o no con el perfil de un evento riguroso en su
concepción y espléndido por su alcance. Las disonancias —no
musicales en este caso, sino debidas a la inmadurez de algunos
intérpretes y a intemperancias populistas por parte de otros— fueron
menores que las consonancias.
Hablemos de estas últimas. Valoremos el plausible empeño del
guitarrista Brian Hui, discípulo del maestro Jesús Ortega, por dotar
al ensemble guantanamero del instrumento de un repertorio sólido e
interpretado como se debe, lo cual sobre todo se hizo patente en la
versión de Dos danzas cubanas, de Harold Gramatges, y la
retadora Paisaje cubano con rumba, de Leo Brouwer.
Ponderemos la presencia del dúo A Piacere, de Camagüey, integrado
por el contrabajista Ariel Negrín y la pianista Lourdes Cepero. En
Ariel se conjugan notables virtudes musicales, aplicación
interpretativa y vocación ilimitada por resaltar las potencialidades
camerísticas de un instrumento para el que escasea el repertorio
original. Lourdes es una acompañante dúctil y apasionada. Memorables
las interpretaciones de las Danzas rumanas, del húngaro Bela
Bartok, las cuatro pequeñas piezas del uruguayo Carlos Welske, el
Son a Tina, del cubano Roberto Valera y Solidez de la niebla,
del venezolano Icli Zitella, quien obviamente alude con el título a
la célebre pintura homónima del futurista italiano Luigi Russolo.
Exaltemos la búsqueda de la excelencia en la comunicación del
exigente repertorio escogido por el clarinetista guantanamero
Armando Torres, quien trató con pertinencia al Stravinski de Tres
piezas para clarinete, y luego, apoyado por el oficio del piano
acompañante de Lisandra Rodríguez, transmitió la originalidad del
Capricho no. 2, del cubano Alfredo Diez Nieto, y salió airoso en
la Sonata no. 1 op. 120, de Johannes Brahms. No
bastándole, se entendió con profesores de la Escuela de Arte Regino
Boti para redescubrir al compositor checo Isa Krejci (1904-1968) en
el difícil Quinteto para instrumentos de viento (1964).
Tales aciertos tienen mucho que ver con la proyección
sociocultural del Comité Provincial de la UNEAC, cuyo presidente
Jorge Núñez, y uno de sus miembros más activos, el flautista Axel
Rodríguez, contando con la asesoría del compositor y pedagogo
italiano Adriano Galliussi, encabezan un equipo que ha hecho una
clara apuesta por consolidar una opción singular en la trama
espiritual de una región rica en tradiciones musicales de otra
naturaleza.
A fin de cuentas, el público dijo la última palabra, con su
nutrida concurrencia y la aprobación de los programas. Un público
para el que nada tiene de extraño ver pasearse a Schoenberg, Webern
y Brouwer a orillas del Guaso entre nengones y changüíes.