Schoenberg a orillas del Guaso (II y final)

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Si nos atenemos al lenguaje de la crónica deportiva, habría que decir que la entrega inicial del pianista italiano Adriano Ambrosini y del flautista Axel Rodríguez en la V Temporada de Conciertos de Primavera, promovida por la UNEAC en Guantánamo, situó la varilla a gran altura. ¿Sería posible sobrepasarla o al menos igualarla?

Pero el arte no es competencia. Cada una de las jornadas subsiguientes este abril en tierras guantanameras propuso diversas estaciones artísticas solo comparables en la medida en que se correspondieron o no con el perfil de un evento riguroso en su concepción y espléndido por su alcance. Las disonancias —no musicales en este caso, sino debidas a la inmadurez de algunos intérpretes y a intemperancias populistas por parte de otros— fueron menores que las consonancias.

Hablemos de estas últimas. Valoremos el plausible empeño del guitarrista Brian Hui, discípulo del maestro Jesús Ortega, por dotar al ensemble guantanamero del instrumento de un repertorio sólido e interpretado como se debe, lo cual sobre todo se hizo patente en la versión de Dos danzas cubanas, de Harold Gramatges, y la retadora Paisaje cubano con rumba, de Leo Brouwer.

Ponderemos la presencia del dúo A Piacere, de Camagüey, integrado por el contrabajista Ariel Negrín y la pianista Lourdes Cepero. En Ariel se conjugan notables virtudes musicales, aplicación interpretativa y vocación ilimitada por resaltar las potencialidades camerísticas de un instrumento para el que escasea el repertorio original. Lourdes es una acompañante dúctil y apasionada. Memorables las interpretaciones de las Danzas rumanas, del húngaro Bela Bartok, las cuatro pequeñas piezas del uruguayo Carlos Welske, el Son a Tina, del cubano Roberto Valera y Solidez de la niebla, del venezolano Icli Zitella, quien obviamente alude con el título a la célebre pintura homónima del futurista italiano Luigi Russolo.

Exaltemos la búsqueda de la excelencia en la comunicación del exigente repertorio escogido por el clarinetista guantanamero Armando Torres, quien trató con pertinencia al Stravinski de Tres piezas para clarinete, y luego, apoyado por el oficio del piano acompañante de Lisandra Rodríguez, transmitió la originalidad del Capricho no. 2, del cubano Alfredo Diez Nieto, y salió airoso en la Sonata no. 1 op. 120, de Johannes Brahms. No bastándole, se entendió con profesores de la Escuela de Arte Regino Boti para redescubrir al compositor checo Isa Krejci (1904-1968) en el difícil Quinteto para instrumentos de viento (1964).

Tales aciertos tienen mucho que ver con la proyección sociocultural del Comité Provincial de la UNEAC, cuyo presidente Jorge Núñez, y uno de sus miembros más activos, el flautista Axel Rodríguez, contando con la asesoría del compositor y pedagogo italiano Adriano Galliussi, encabezan un equipo que ha hecho una clara apuesta por consolidar una opción singular en la trama espiritual de una región rica en tradiciones musicales de otra naturaleza.

A fin de cuentas, el público dijo la última palabra, con su nutrida concurrencia y la aprobación de los programas. Un público para el que nada tiene de extraño ver pasearse a Schoenberg, Webern y Brouwer a orillas del Guaso entre nengones y changüíes.

 

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