El país tendrá que pagar más por importar lo mismo
Ante la nueva tendencia alcista del precio de
los alimentos, habrá que gastar un 25 % más de los recursos
inicialmente destinados
Evolución de los precios en el mercado
mundial de cinco alimentos de importación básicos (UM: USD/TM,
PUESTO EN CUBA) |
PRODUCTO
|
PRECIO PROMEDIO 2010
|
PRECIO ACTUAL
|
DIFERENCIAS |
TRIGO
|
280 |
411 |
+ 131 (+47 %) |
MAÍZ
|
240 |
388 |
+ 148 (+62 %) |
HARINA DE
SOYA |
412 |
433 |
+ 21 (+5 %) |
ACEITE DE
SOYA |
992 |
1442 |
+ 450 (45 %) |
LECHE EN
POLVO |
3125 |
4930 |
|
ANNERIS IVETTE LEYVA
Todos
quisiéramos que la actualización del modelo económico que aplicamos
hoy en nuestro país, permitiera a corto plazo ensanchar el cinturón
de las comodidades y, siempre que la voluntad individual acompañara,
facilitarnos no andar tan ceñidos. Pero, cuando se piensa a nivel de
nación, toma tiempo llegar a sentir en la piel de cada quien los
aires frescos de una economía que se oxigena poco a poco, sobre todo
si los "azares" del mercado internacional exigen mucho más para
comprar lo mismo.
Aunque la mayoría de los alimentos no haya variado su precio de
venta minorista archipiélago adentro, y se sigan garantizando por la
distribución normada y con elevados subsidios un grupo de aquellos
esenciales, obtenerlos en el mercado exterior está costando una
cifra muy superior a la fijada al cierre del 2010.
El impacto de la crisis mundial en la economía cubana se calcula
en un monto adicional de más de 308 millones de dólares, respecto a
lo que teníamos planificado para este año. O sea, la partida de
alimentos nos va a costar un 25 % más de lo previsto, aseguró a
Granma Igor Montero Brito, presidente de la Empresa
Comercializadora de ALIMENTOS (ALIMPORT), del Ministerio del
Comercio Exterior y la Inversión Extranjera.
"Ello implica que todo el crecimiento que se esperaba de los
ingresos por exportación de níquel, servicios, azúcar, entre otros,
ya no entren en calidad de adicionales, sino que deban dedicarse a
cubrir el déficit de la factura alimentaria.
"Por otra parte, dada nuestra estructura actual de distribución y
venta de alimentos, este fenómeno también conlleva a un aumento de
los subsidios en proporciones no contempladas en el plan, lo cual
presiona todavía más la balanza de pagos y el desenvolvimiento
económico del país", afirmó.
ATENUAR, A LA CUENTA DE TRES
A inicios de febrero, las propias páginas de este diario se
hicieron eco de la inquietud de la Organización de Naciones Unidas
para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cuando advirtieron que
en el globo terráqueo no solo la temperatura media subía, sino que
también los precios de los alimentos llegaban a su valor máximo en
dos décadas, dejando por debajo, incluso, los registrados en la
crisis alimentaria del 2008.
Exactamente un mes después de emitir la alerta, el organismo
internacional insistió: si al iniciar el 2011 el costo de una cesta
básica de alimentos (cereales, azúcar, lácteos, carne, aceites y
grasas) subió en un 3,4 % más que en diciembre del año precedente,
en febrero alcanzó un 2,2 % por encima del récord de enero,
creciendo por octavo mes consecutivo.
Desde los primeros momentos, diversas voces pronunciaron en todos
los idiomas el mismo temor: los más afectados, como adscritos a una
espiral irreversible de fatalidades, serían de nuevo los de
economías débiles: los que menos tienen para pagar y,
contradictoriamente, los más obligados a comprar, al no poseer una
infraestructura productiva suficiente.
En este grupo se incluye nuestro país, con alta dependencia de
las importaciones y precisado ahora a invertir en alimentos los
recursos que podría haber destinado a otros empeños.
¿Que en cuanto a comestibles no poco se habla ya en el territorio
nacional de ahorro, sustitución de importaciones e incremento de las
producciones internas? Sí, es cierto; en determinadas esferas hay
resultados concretos, meritorios, y por su importancia, los medios
de comunicación los priorizan en sus agendas. Pero muy lejos nos
encontramos aún de alcanzar con ellos la tan mencionada soberanía
alimentaria: esa otra independencia que nos libraría de las
embestidas de las bolsas de valores.
Según detalló Montero, aunque los gastos por tal motivo se elevan
una cuarta parte de lo planificado, de acuerdo con los números
vigentes en el mercado la afectación real hubiera sido del 29 %. Sin
embargo, algunas decisiones tomadas a tiempo aminoraron un poco las
consecuencias del incremento.
"La primera: adelantar la contratación del plan en los primeros
meses del año. Tenemos hasta el momento el 90 % del plan de
importaciones del 2011 contratado; esta es una acción que nos
permite topar los precios, protegernos de una subida posterior.
"Por ejemplo: el trigo ahora nos va a costar un 6 % más de lo
previsto; pero, de no habernos apresurado en contratar, estaríamos
hablando de un 13 %".
Aunque, explica Igor, nada nos exoneraría de pagar un monto mayor
si las circunstancias demandaran superar las importaciones
planificadas. Si eso ocurriera, la diferencia, entonces, sería de
millones; debemos tenerlo encuenta.
"En un segundo momento, aprovechamos las propias herramientas que
da el mercado para atenuar los efectos de las fluctuaciones. En ello
debemos seguir trabajando, utilizando las ventajas que aporta contar
con el plan anual y su proyección quinquenal".
Se trata, dijo, "de operaciones financieras de compras a futuro",
mediante las cuales puede pactarse la adquisición de determinado
producto con entrega en los próximos dos o tres años, y el precio a
considerar entonces sería el del momento de hacer el contrato,
aunque haya crecido en ese lapso de tiempo. Si contra los
pronósticos disminuye, también existe la posibilidad de cancelar
esta opción.
Aun previendo un alza de precios y, por tanto, ganancias mayores,
a muchos productores les conviene asegurar sus ventas, dada la
inestabilidad económica y política de algunas regiones y el cierre
eventual de sus mercados, acotó.
De acuerdo con el presidente de ALIMPORT, una tercera estrategia
a seguir sería la de acelerar todos los proyectos de sustitución de
importaciones de alimentos que están hoy incluidos en la proyección
quinquenal (leche, frijol, arroz, soya, carne de cerdo¼
).
La necesidad de impulsar las producciones nacionales es más que
urgente cuando se analiza cómo el peso mayoritario del incremento en
la factura alimentaria (hasta un 73 %) recae en apenas cinco
productos: trigo, maíz, harina de soya, leche y aceite.
"Al destinar mayores recursos a esos programas para que se
implementen más rápidamente, se reduce la vulnerabilidad que implica
la dependencia de las importaciones, y evita que nos zarandee el
huracán precios, como lo denominó Granma" .
Claro que, a la luz de la experiencia, no solo destinando
recursos para cada actividad se obtiene aquí lo que hoy se busca
afuera. También, quienquiera que cargue una responsabilidad dentro
de la cadena productiva debe asumirla con plena conciencia de su
impacto, las entidades implicadas habrán de establecer sus
compromisos con mayor objetividad, y el incumplimiento de los
acuerdos tendrá que empezar a asumirse como una excepción, que a
todos nos cuesta caro.
CRISIS DE VOLUNTAD POLÍTICA
Cuando esta situación afloró en el 2008 se detuvo por el problema
absorbente de la burbuja inmobiliaria, que luego devino crisis
financiera internacional, relata Montero.
Hoy no pensamos que exista ningún elemento que pueda conllevar a
una segunda fase de este tipo; por lo tanto, lo que nos "salvó"
otrora no necesariamente se repetirá, opina.
En cuanto a los factores desencadenantes, son los mismos que nos
encontramos esta vez, pero con una gran diferencia: el nivel de
especulación. No podemos decir que entonces esta variable era ajena
al movimiento de los precios —explica—, pero en el presente se
evidencia con más fuerza, pues desde el crash del mercado de
las inmobiliarias, los capitales se están concentrando en el de las
materias primas básicas, como el maíz, el trigo y la soya.
Estos cereales tienen que ver con casi todos los alimentos; de
ellos se derivan un grupo de productos básicos para consumo humano
pero también animal, y por consiguiente, influyen en el
encarecimiento de los cárnicos y lácteos.
Además de todas las variables que pueden estar tensando la
ecuación de la disponibilidad de alimentos y su encarecimiento
(aumento del precio del petróleo, incremento poblacional, deterioro
de los suelos y cambio climático), se ha insistido con razón en que
esta es una crisis de origen estructural y no coyuntural, acotó el
especialista.
Para atacar la plaga desde las raíces, debe cambiar la voluntad
política de los grandes centros productores, que son a su vez las
economías más fuertes y los mayores consumidores, expresó.
"La solución no puede dejarse a merced del mercado, sino a la
aplicación de decisiones responsables por parte de los gobiernos,
sobre todo de los poderosos, que son los causantes directos de las
fallas estructurales".
Existen los recursos —afirma— para la implementación de medidas
que faciliten y propicien el desarrollo de la agricultura, y marquen
un punto de giro en el deterioro medioambiental. Basta solo mirar
hacia los presupuestos de gastos militares, los de publicidad
mercantilista, o a los subsidios de producciones ineficientes: ahí
están las fuentes.
Lo tristemente cierto es que, en tanto los olvidados de la
sensatez se tardan en recordarla, las filas de los hambrientos
superan la atroz proporción de una por cada seis personas en el
mundo.
Gracias a inexplicables artilugios de perseverancia, más que a
posibilidades reales de nuestra economía, nuestro Gobierno paga lo
que cueste para que, entre los desprotegidos de la tierra, no figure
ningún cubano. Sin embargo, las coberturas para ofertar "milagros"
se agotan y, en un mundo donde la matemática del comercio acrecienta
su pragmatismo, mientras más gire el vórtice en contra de los que
menos tienen, más hay que hallar en nuestros suelos e industrias las
fuerzas para salirnos de su corriente. |