¿Quién le ha colgado a la Historia el cartel de aburrida?¿Quién
canjeó sus anécdotas para devolver moldes fríos, alejados, poco
creíbles? Desde hace algún tiempo un programa de televisión,
"fatalmente" local, desempolva preguntas como esas, aunque más allá
de buscar culpables insiste en demostrar que la Historia también
puede pegarnos al televisor, que los pasajes que nos antecedieron
también traen el halo de lo sorprendente.
Hablo de Como me lo contaron¼ ahí
va, espacio que trasmite el Canal Habana cada noche de jueves,
luego del Noticiero Nacional de Televisión, conducido por Lieter
Ledesma, quien se ha convertido en carismático caminador de esta
ciudad tan de todos, con tantos años, tan vivida y tan desconocida;
y por Ciro Bianchi, incansable estudioso de lo "pasado", que puede,
como dicen los abuelos, contarnos de hasta "donde el jején puso el
huevo".
Por estos minutos dedicados a la Historia muchos han sabido aquí,
por ejemplo, del cubano que viajó al Polo Norte en el siglo XIX; del
príncipe de Asturias que se enamoró de una cubana y vivió también en
esta capital; del esplendor farandulero de muchos lugares, hoy
aquietados por usos menos estrafalarios; de barrios bulliciosos,
ayer desandados por carruajes; de grandes hombres que tejieron
nuestra Historia, pero que fueron tan de carne y hueso como los que
siguen amaneciendo en esta ciudad¼ Al
tiempo que discurren las anécdotas, una música cubanísima, de ahora,
mantiene a muchos marcando el compás con el pie, como sugiriendo la
pertinencia de acercar esos hechos al espectador de hoy.
Quizás sea Como me lo contaron¼
(producto televisivo ameno, inquisidor, también divertido) la mejor
muestra de cómo exorcizar los fantasmas del aburrimiento que han
rondado durante mucho tiempo los programas dedicados a la Historia,
esos que según lo definiera el investigador Eduardo Vázquez Pérez
"son como los enanitos de Blanca Nieves: muchos, pero pequeños",
acaso recortados por el temor de no interesar. A lo que agregaría
que son, además, los minutos para ir a tomar el vaso de agua o
hablar por teléfono, mientras llega la novela de turno.
Bien valen todos los espacios posibles para transparentar la
sociedad que vivimos a diario, para vernos como a través de espejos,
para aterrizar en cuánto falta por hacer. Pero ello no significa
proscribir nuestro pasado de los minutos al aire. Y pueden ahora
mismo ser varios los programas destinados a la Historia, sin embargo
de nada sirve cuantificarlos cuando no logran acaparar la atención.
Se trata de redescubrir lo que ha marcado a este país desde lo
placentero, desde las anécdotas aún no narradas, en vez de repetir
los mismos hechos cuando se acerca alguna fecha.
Podría sumarse la televisión, o mejor dicho, tiene que sumarse la
televisión al rescate de nuestra Historia conjuntamente con las
demás instituciones encargadas de sembrar valores (trabajo también
pendiente, motivo de otro comentario), para que los nuevos cubanos,
cada vez más alejados de tanta epopeya, aprendan a quererla. Sobran
talento, formatos, buenos horarios, para narrar la hazaña que ha
marcado a esta Isla. ¿O acaso eso no quedó demostrado con Martí:
el ojo del canario, la trascendente película de Fernando Pérez
que arrancó tantas emociones?
Se trata de mostrar la historia a todo color, como sugiere el
tema de presentación de Como me lo contaron..., para que
cuando un niño hable de alguno de nuestros héroes no repita, que
"nació en el seno de una familia humilde" o que "era valiente y
decidido", con una ausencia total de sentimientos. Y es que ya lo
escribía el Apóstol: "de amar las glorias pasadas, se sacan fuerzas
para adquirir las glorias nuevas". Pero, cómo defender lo que no se
conoce.