Como me lo contaron…

LETICIA MARTÍNEZ HERNÁNDEZ

¿Quién le ha colgado a la Historia el cartel de aburrida?¿Quién canjeó sus anécdotas para devolver moldes fríos, alejados, poco creíbles? Desde hace algún tiempo un programa de televisión, "fatalmente" local, desempolva preguntas como esas, aunque más allá de buscar culpables insiste en demostrar que la Historia también puede pegarnos al televisor, que los pasajes que nos antecedieron también traen el halo de lo sorprendente.

Hablo de Como me lo contaron¼ ahí va, espacio que trasmite el Canal Habana cada noche de jueves, luego del Noticiero Nacional de Televisión, conducido por Lieter Ledesma, quien se ha convertido en carismático caminador de esta ciudad tan de todos, con tantos años, tan vivida y tan desconocida; y por Ciro Bianchi, incansable estudioso de lo "pasado", que puede, como dicen los abuelos, contarnos de hasta "donde el jején puso el huevo".

Por estos minutos dedicados a la Historia muchos han sabido aquí, por ejemplo, del cubano que viajó al Polo Norte en el siglo XIX; del príncipe de Asturias que se enamoró de una cubana y vivió también en esta capital; del esplendor farandulero de muchos lugares, hoy aquietados por usos menos estrafalarios; de barrios bulliciosos, ayer desandados por carruajes; de grandes hombres que tejieron nuestra Historia, pero que fueron tan de carne y hueso como los que siguen amaneciendo en esta ciudad¼ Al tiempo que discurren las anécdotas, una música cubanísima, de ahora, mantiene a muchos marcando el compás con el pie, como sugiriendo la pertinencia de acercar esos hechos al espectador de hoy.

Quizás sea Como me lo contaron¼ (producto televisivo ameno, inquisidor, también divertido) la mejor muestra de cómo exorcizar los fantasmas del aburrimiento que han rondado durante mucho tiempo los programas dedicados a la Historia, esos que según lo definiera el investigador Eduardo Vázquez Pérez "son como los enanitos de Blanca Nieves: muchos, pero pequeños", acaso recortados por el temor de no interesar. A lo que agregaría que son, además, los minutos para ir a tomar el vaso de agua o hablar por teléfono, mientras llega la novela de turno.

Bien valen todos los espacios posibles para transparentar la sociedad que vivimos a diario, para vernos como a través de espejos, para aterrizar en cuánto falta por hacer. Pero ello no significa proscribir nuestro pasado de los minutos al aire. Y pueden ahora mismo ser varios los programas destinados a la Historia, sin embargo de nada sirve cuantificarlos cuando no logran acaparar la atención. Se trata de redescubrir lo que ha marcado a este país desde lo placentero, desde las anécdotas aún no narradas, en vez de repetir los mismos hechos cuando se acerca alguna fecha.

Podría sumarse la televisión, o mejor dicho, tiene que sumarse la televisión al rescate de nuestra Historia conjuntamente con las demás instituciones encargadas de sembrar valores (trabajo también pendiente, motivo de otro comentario), para que los nuevos cubanos, cada vez más alejados de tanta epopeya, aprendan a quererla. Sobran talento, formatos, buenos horarios, para narrar la hazaña que ha marcado a esta Isla. ¿O acaso eso no quedó demostrado con Martí: el ojo del canario, la trascendente película de Fernando Pérez que arrancó tantas emociones?

Se trata de mostrar la historia a todo color, como sugiere el tema de presentación de Como me lo contaron..., para que cuando un niño hable de alguno de nuestros héroes no repita, que "nació en el seno de una familia humilde" o que "era valiente y decidido", con una ausencia total de sentimientos. Y es que ya lo escribía el Apóstol: "de amar las glorias pasadas, se sacan fuerzas para adquirir las glorias nuevas". Pero, cómo defender lo que no se conoce.

 

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