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Viaje a la semilla El
desarrollo de la actividad científica en torno al cultivo del arroz,
permite contar con semillas 100 % cubanas, que se ajustan al clima y
los suelos de nuestro país
RONALD SUÁREZ RIVAS
PINAR DEL RÍO.— A simple vista, parece un campo más, de los
tantos que hoy se encuentran en plena campaña, con muchos hombres
hundidos en el fango, trasplantando posturas.
Con
una plantilla de 14 investigadores, la estación realiza un valioso
aporte al mejoramiento del cultivo del arroz.
Sin embargo, los 17 proyectos de investigación que gravitan en
torno a este arrozal de ocho hectáreas, marcan una sustancial
diferencia.
Probablemente, dentro de tres meses, cuando concluya la cosecha,
buena parte de ellos solo habrá dejado datos preliminares, que
deberán seguirse analizando en un nuevo ciclo.
Como en cualquier otra actividad científica, el trabajo requiere
una alta dosis de paciencia antes de llegar a un resultado: la INCA
LP-5, por ejemplo, la variedad de arroz más utilizada actualmente en
Cuba, les tomó 15 años para poder generalizarla.
Pero también es posible que los experimentos que ahora se llevan
al campo, indiquen la forma de realizar un manejo más eficiente del
agua y los insumos, o aporten alguna nueva variedad con mayor
resistencia al clima y las enfermedades.
Ello sin contar las cerca de 20 toneladas de semilla básica, que
posteriormente multiplicadas por los productores, contribuyen a que
el país lleve a cabo las siembras de arroz sin necesidad de importar
las simientes.
Variedades 100 % cubanas
La historia comenzó a finales de la década de los años 60, a
partir de la idea del Comandante en Jefe Fidel Castro, de fomentar
un plan nacional de desarrollo arrocero.
"De inmediato se pensó en un programa de mejoramiento, donde Cuba
pudiera lograr sus propias variedades", comenta la investigadora
Noraida Pérez.
"Hasta ese momento, las existentes en el país tenían muy bajo
potencial de rendimiento, generalmente eran susceptibles a plagas y
enfermedades".
Así surgió en 1973 la Unidad de Ciencia e Innovación Tecnológica
de Base Los Palacios (conocida como la Estación Experimental del
Arroz), una institución que ha realizado significativos aportes al
cultivo del cereal.
Entre ellos, destaca la obtención de 13 variedades que persiguen
una mejor adaptación al clima y los suelos cubanos, incluyendo la
INCA LP-5 y la LP-7, las cuales ocuparon en el año 2010 más del 50 %
de las tierras plantadas de arroz en el país, asegura el doctor en
ciencias Alexander Miranda, director de la Estación.
Con la INCA LP-5 se acorta el ciclo vegetativo, propiciando el
ahorro de agua y fertilizantes, mientras la INCA LP7 es resistente a
la salinidad y la sequía, explica.
"Ambas son tolerantes al ácaro y la pedicularia, y tienen un
excelente rendimiento agrícola, con potencial de hasta ocho
toneladas por hectárea, comprobado en grandes áreas de producción",
añade.
Un
largo camino
La ingeniera Noraida Pérez, autora principal de la mayoría de las
variedades creadas en la estación, advierte que detrás de estos
resultados hay un esfuerzo enorme.
"Con las técnicas de mejoramiento tradicional, o sea, las
hibridaciones, pueden pasar más de diez años para lograr una
variedad, y luego viene otro paso complejo: convencer a los
productores para que la empleen".
No obstante, el desarrollo de la ciencia permite hoy acortar esos
plazos. "Actualmente tenemos una nueva variedad, la Anays LP-14,
obtenida a partir de una técnica más novedosa y mediante la cual se
reduce considerablemente el tiempo. Demoramos alrededor de dos
años".
La
última palabra
Después del ir y venir entre el laboratorio y las pequeñas
parcelas experimentales, las primeras semillas se prueban en una
mayor escala.
"Los campesinos han desempeñado un papel muy importante en el
desarrollo de las variedades, pues son los primeros en aplicarlas,
mientras obtenemos la cantidad suficiente para llevarlas al sector
especializado. Imagínese que para plantar 13 hectáreas (una
caballería) en el CAI arrocero, se necesitan dos toneladas de
semilla", comenta el director de la Estación.
Entonces, para los investigadores, todo vuelve al principio: la
selección de los progenitores teniendo en cuenta las características
que se pretendan resaltar, las siembras en el invernadero, el
trabajo de laboratorio, y luego al campo, donde la tierra dirá la
última palabra.
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Además de la obtención de nuevas variedades de arroz, la
estación pinareña desempeña un importante papel en la
producción de semilla básica, destinada a respaldar la
siembra del cereal en el país.
La institución también posee logros significativos en el
manejo del cultivo, como la aplicación del estrés hídrico,
un régimen de riego reconocido por la Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO),
por su contribución al ahorro de agua. |
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