Un acto criminal de la contrarrevolución y sus amos yankis

Eduardo Palomares Calderón

Foto: Miguel Rubiera Jústiz"Quieren destruir nuestras industrias a cañonazos", dijo Fidel al denunciar ante el mundo en la noche del 13 de marzo de 1961, que el ataque llevado a cabo en la madrugada de ese día contra la refinería de petróleo, de Santiago de Cuba, constituía "una muestra más del cinismo y la desfachatez con que los gobernantes yanquis apoyan a la contrarrevolución cubana".

Lejos de ser un hecho aislado, la cobarde acción, que cegó la vida del marinero René Rodríguez Hernández, ocasionó heridas a un miliciano y dejó sensibles daños en la instalación, formaba parte de la hostilidad incrementada por la administración norteamericana a medida en que se radicalizaba el proceso revolucionario, y que tras otras acciones terroristas desencadenarían en la invasión derrotada un mes después en Playa Girón.

Trascurridos 50 años, el entonces jefe del destacamento de protección de la refinería, capitán del Ejército Rebelde, Juan Vicente Ricalo Palay, rememora basado en su experiencia en la lucha clandestina y guerrillera, cómo las pruebas aportadas en la investigación de los hechos confirmaron la enérgica acusación realizada por el Comandante en Jefe.

"Todo aconteció aprovechando el factor sorpresa en la madrugada de aquel lunes, y por la cadencia de disparos efectuados en diferentes puntos de la bahía y la forma de maniobrar, podía apreciarse que se trataba de mercenarios expertos tiradores, dotados de medios de orientación y a bordo de una lancha bien artillada, procedente de los Estados Unidos o más bien de su base naval enclavada en Guantánamo, señala Palay.

"Primero —prosigue—, desembarcaron muy próximo a la refinería Hermanos Díaz, en Cayo Ratón, donde luego al amanecer detectamos pisadas de sus botas y la colocación de explosivos en la base de una torre de electricidad de alta tensión, que no voló porque al parecer, uno de ellos rompió accidentalmente en la oscuridad el cable conectado a la batería de la carga.

"Ya en el ataque, la lancha disparó sobre la instalación industrial con fuego de ametralladoras que perforaron tres enormes tanques de combustible, mientras la torre atmosférica de 107 pies de altura, destinada a la destilación del petróleo, era impactada por un proyectil de cañón 57 milímetros, de fabricación norteamericana, que desató un incendio".

Al ser rechazados por los combatientes y milicianos que custodiaban la planta, los agresores emprenden la retirada ocultándose por la orilla que circunda la carretera turística, y al recibir, a la altura de Punta Gorda, el alto por la dotación que integraba René Rodríguez, disparan aprovechando la iluminación de la casa existente en aquella posición.

Combatiente del II Frente Oriental "Frank País García", René es incorporado al triunfo de la Revolución a la Marina de Guerra Revolucionaria. Casado y con dos hijos menores, aquella noche disparó valientemente todo el cargador sobre los atacantes, y al ir por más municiones es alcanzado por una ráfaga de ametralladora en la cabeza.

"Fíjese si esos asesinos estaban bien entrenados, precisa Palay, que desde la marcha sus balas impactaron los nidos de ametralladoras que teníamos en Cayo Ratón y la refinería, la columna de la casa donde se parapetó René, rompieron el reflector, hirieron un miliciano en La Socapa, y alcanzaron la planchuela de la ametralladora calibre 50, que los hostigó desde el Castillo del Morro".

 

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