De
un tiempo a esta parte, Maykel Blanco, como quien no quiere las
cosas (o queriéndolas, como se verá más adelante), ha ido imponiendo
un sello peculiar en la música popular bailable. Un último lustro a
todo tren ha hecho visible su trabajo dentro y fuera de Cuba. Al
punto de ser considerado como una de las revelaciones salseras (un
término para él también cuestionable) en lo que va de siglo.
Algo le faltaba y acaba de cumplirlo: una presencia discográfica
doméstica. Su más reciente producción, agrupada en el álbum Soy
lo que te hala, con una buena andadura en Europa occidental y
algunos territorios de Sudamérica, fue licenciado por el sello Bis
Music, lo cual debe redundar en un posicionamiento mucho más
acentuado en la escena nacional.
Se trata de diez temas de Maykel eminentemente bailables, en una
escala temática que va desde los tópicos circunstanciales al uso
hasta la afirmación identitaria, eso sí, todos chispeantes,
ingeniosos y pegadizos, dentro del mainstream del entorno
salsero pero con un toque personal inconfundible que el joven
compositor y director de la banda defiende.
Todo está pensado. Maykel Blanco sabe lo que quiere y eso se le
ha vuelto mucho más claro a medida que pasan los años. El
adolescente percusionista, tecladista por vocación, que quiso emular
con Formell y Revé cuando armó su primera banda, Suprema Ley, a
fines de los noventa, y aprovechó luego la existencia del proyecto
llamado Salsa Mayor para reemprender el camino, siente que al
bailador hay que seducirlo, estimularlo y hacerle saber que es el
protagonista de la fiesta, el destinatario del espectáculo.