A golpe de batería

MICHEL HERNÁNDEZ
michelher@granma.cip.cu

Una sucesión de vibrantes momentos fue protagonizada por nueve bateristas cubanos, representantes de diversas generaciones, que se reencontraron en el Teatro Mella como parte de la décima edición de la Fiesta del Tambor, Guillermo Barreto in Memóriam.

Foto: Yordanka AlmaguerOliver Valdés entre los jóvenes consagrados.

Se trató de versátiles instrumentistas que se las arreglan para explorar territorios inusuales dentro de la creación sonora insular y para descifrar las múltiples posibilidades rítmicas de su instrumento y concebirlas de acuerdo con sus propios estilos e intereses.

Pero más allá de un concierto se convirtió en una especie de encuentro informal entre amigos que se reunieron para repasar los motivos que los llevaron a plantarse fuerte detrás de la batería. El primero en pasar al frente fue el conocido Enrique Pla, y sobre los hombros de Rodney Barreto, uno de los bateristas jóvenes de mayor empuje, recayó la responsabilidad de cerrar la "fiesta del drum". En el curso del cartel alternaron Ruy López-Nussa, Giraldo Piloto, Ruy Adrián López-Nussa, Roisel Riverón, Keisel Jiménez, Roelvis Reyes y Oliver Valdés.

Combinando sabiamente la tradición de la batería en Cuba con sus propias inclinaciones creativas, los músicos ofrecieron un performance marcado por un magnetismo casi animal, en el que corrieron el riesgo de mezclar en el "en vivo" múltiples fuentes rítmicas; mostraron las diversas formas en que se relacionan con el instrumento y, de cierta manera, dedicaron su homenaje personal a todos los bateristas que llegaron antes que ellos.

Tomaron, además, ánimo de su curiosidad para decantarse por un cruce de géneros en el que se reconoció la herencia de los patrones rítmicos de la percusión cubana, esa que se conecta con las historias tan grandes como leyendas que gravitan en el centro de la presencia de los tambores batá en la cultura insular. No por gusto el concierto abrió con la trama sonora de los tambores, ejecutados por percusionistas de la compañía JJ que acompañaron las voces de Vania Borges y Verónica Velazquez.

El único desaguisado, hay que decirlo, fue el lamentable diseño artístico del espectáculo, que no supo darle prominencia a la inclusión en el concierto de la célebre orquesta Aragón y de Carlos Ruiz de la Tejera, un humorista que ha sentado cátedra entre nosotros. La presencia de estas representativas figuras no debía haber sido relegada para el final, sino que hubiera funcionado como una notable antesala para la exposición musical de los bateristas.

Cuando Giraldo Piloto le dio cuerpo a la idea de enhebrar las coordenadas de un evento tan revelador como la Fiesta del Tambor, enraizado en lo más genuino de la identidad insular, posiblemente tuvo presente la importancia de que el público conociera a fondo las potencialidades de los "drummers" cubanos, y de mostrar al mundo la vigencia y vitalidad de la escuela cubana de percusión.

Y, a juzgar por lo visto en el teatro Mella, se trata de una escuela que sigue cargando la energía y el sentimiento de la tradición y exhibe, a su vez, una música viva y radicalmente contemporánea. ¿Qué más?

 

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