Dentro de algunos meses o semanas, alguien se preguntará sobre
los costos de la reunión ministerial del Grupo de los 20 (G20) en
París, donde un primer vistazo ofrece pocas esperanzas de acuerdos
trascendentales, reporta Prensa Latina.
Nadie quiere ceder. Los países ricos se niegan a hacer verdaderas
concesiones de sus modelos de desarrollo y pretenden cargar las
responsabilidades en las economías emergentes, dijo a Prensa Latina
un diplomático que pidió no mencionar su nombre.
Sus comentarios llegaron poco después del discurso de bienvenida
del presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, en el elegante Palacio
de Marigny, donde los ministros del G20 y España, como invitado
permanente, disfrutaron de una cena de apertura.
Pero lo cierto es que en las últimas 48 horas los expertos
estuvieron reunidos en el barrio parisino de Bercy, sede de la
conferencia, con la aspiración de alcanzar arreglos en principios
para dar coherencia a los postulados del G20.
Las palabras de Sarkozy sonaron como el espejo del alma de las
discrepancias que predominan en la concertación, llamada a encontrar
caminos que impidan una nueva debacle económica y financiera
mundial.
Son enormes las asimetrías y si, por un lado, la voz de los
países emergentes es cada vez más pujante, se requiere de un
consenso para lograr resultados concretos, opinó la fuente
consultada por Prensa Latina.
En calidad de presidenta del encuentro de hoy y mañana, la
titular gala de Economía, Christine Lagarde, reiteró la creciente
preocupación en el G20 ante una eventual crisis mundial de
alimentos, al igual que sucedió en 2008.
Lagarde se refirió al sistema monetario internacional, reconoció
que no tiene una receta única ni tampoco encontró el mismo
entusiasmo en las partes concernidas.
Los aspectos priorizados en la agenda de Francia durante la
presidencia del G20, que ejercerá hasta noviembre, apuntan a
identificar los desequilibrios macroeconómicos para impulsar un
crecimiento fuerte y durable.
Igualmente, reformar el ámbito monetario, reducir la volatilidad
de las materias primas, establecer una regulación financiera,
proyectar infraestructuras en los países en desarrollo y aportar
financiamientos renovados para la lucha contra el cambio climático.
Frente a todos estos enunciados, los países BRICS (Brasil, Rusia,
India, China y Suráfrica) dejaron en claro, con su portavoz Guido
Mantega, que no desean reglas y límites mundiales sobre los flujos
de capitales.
Mantega, ministro brasileño de Finanzas, ejerció hoy el papel de
vocero de los BRICS para explicar que cada nación tiene su
particularidad, aunque reconoció que existe preocupación al
respecto.
Brasil, como Argentina, tampoco es favorable a la regulación de
las materias primas y, para contrastar su postura con el bloque de
los más ricos, recordó que la política de subsidios en la
agricultura atentan contra el comercio equilibrado.