La pieza, con coreografía de Coralli y Perrot, y música de Adam,
se convirtió en el tiempo, en una de las más importantes
realizaciones de la danza del siglo XIX. En Giselle se logra
una relación armónica entre música, danza pura y pantomima
dramática. Como anotara el conocido crítico Arnold Haskell, triunfar
en Giselle significa para la bailarina un éxito de
personalidad, un singular ejemplo de auténtica personalidad
disciplinada técnicamente.
Annette Delgado, primera bailarina del BNC, abrió la reciente
temporada del clásico en las funciones dedicadas a la importante
efeméride, y con un quehacer de alto vuelo artístico, dejó en claro
que Giselle sigue viva a sus 170 años. Ella ha triunfado¼
En la coreografía de Alicia Alonso sobre la original, Anette se
entregó en cuerpo y alma. El ballet es ante todo, un acto de
estética, y ella como Giselle, junto al juvenil Dani Hernández (Albrecht,
Duque de Silesia), volvió a cautivar al auditorio. Con su hermosa
presencia-línea, el sentido poético que dominó todos sus
movimientos, la suavidad y el efecto de la ligereza misma, bordó el
personaje que logró su máxima expresión en un segundo acto para
recordar, aunque toda la función fue un campo fértil donde demostró
su magisterio, y, sobre todo, la madurez real de un personaje que ha
hecho suyo, con esfuerzo y tesón.
Dani Hernández, en su primera ocasión vistiendo el papel de
Albrecht, demostró que tiene madera suficiente para enfrentar
cualquier reto. A diferencia de otras obras del pasado siglo, la
figura masculina central no se encuentra totalmente relegada a un
segundo plano. El personaje (Albrecht) tiene posibilidades de actuar
y, sobre todo en el segundo acto, cuenta con variaciones brillantes.
Él sacó partido de todo esto en su labor, para dar la medida. Ahora
comienza un trabajo minucioso para pulir el personaje, que puede
llegar muy lejos.
Notas agradables de la inspirada función tocó el cuerpo de baile
que es también protagonista de esta historia, en la coreografía de
Alicia Alonso. Soberbia actuación, perfección en los movimientos,
homogeneidad al máximo, musicalidad¼ Un
segundo acto para el recuerdo tejieron las willis sobre la
centenaria sala García Lorca del GTH. Yanela Piñera fue una
excelente Myrtha, reina de las willis, y destacó con una
interpretación de altura, mantenida en toda la función, una técnica
ideal para el personaje, sobresaliendo en los grands jettés con los
que cruzó la escena de lado a lado, extensiones, balances¼
Una suerte poder contar con tal bailarina. Ella estuvo muy bien
secundada por las dos willis (Aymara Vasallo/Ivis Díaz). El Hilarión
de Ernesto Díaz es singular, se siente sobre las tablas, vibra en el
baile, y aporta con su certera actuación al devenir de la historia.
Por los caminos histriónicos vale la pena mencionar la labor de
Ivette González, como la madre de Giselle.
Un aplauso especial al maestro Giovanni Duarte quien al frente de
la Orquesta Sinfónica del GTH, realizó una encomiable faena. Hermosa
función que demostró algo importante: Giselle sigue viva a
pesar del tiempo.