Giselle vive en el tiempo

TONI PIÑERA

Giselle es la obra cumbre del Romanticismo, y supone el anhelo máximo de la bailarina clásica por llegar a ser, perfección, paradigma interpretativo/técnica de múltiples dificultades. La obra cumple 170 años en este 2011, y todavía conmueve al espectador como ningún otro ballet. En el BNC mantiene un hálito especial, desde aquel día memorable de 1943 en que Alicia Alonso lo bailaba por primera vez en el Metropolitan Ópera House de Nueva York. Tradición mantenida de generación en generación y "vigilada" de cerca por la Maestra, y otros grandes de la escena cubana que en el tiempo han dejado también sus marcas en ella.

foto: Nancy ReyesAnette Delgado y Dani Hernández en Giselle.

La pieza, con coreografía de Coralli y Perrot, y música de Adam, se convirtió en el tiempo, en una de las más importantes realizaciones de la danza del siglo XIX. En Giselle se logra una relación armónica entre música, danza pura y pantomima dramática. Como anotara el conocido crítico Arnold Haskell, triunfar en Giselle significa para la bailarina un éxito de personalidad, un singular ejemplo de auténtica personalidad disciplinada técnicamente.

Annette Delgado, primera bailarina del BNC, abrió la reciente temporada del clásico en las funciones dedicadas a la importante efeméride, y con un quehacer de alto vuelo artístico, dejó en claro que Giselle sigue viva a sus 170 años. Ella ha triunfado¼ En la coreografía de Alicia Alonso sobre la original, Anette se entregó en cuerpo y alma. El ballet es ante todo, un acto de estética, y ella como Giselle, junto al juvenil Dani Hernández (Albrecht, Duque de Silesia), volvió a cautivar al auditorio. Con su hermosa presencia-línea, el sentido poético que dominó todos sus movimientos, la suavidad y el efecto de la ligereza misma, bordó el personaje que logró su máxima expresión en un segundo acto para recordar, aunque toda la función fue un campo fértil donde demostró su magisterio, y, sobre todo, la madurez real de un personaje que ha hecho suyo, con esfuerzo y tesón.

Dani Hernández, en su primera ocasión vistiendo el papel de Albrecht, demostró que tiene madera suficiente para enfrentar cualquier reto. A diferencia de otras obras del pasado siglo, la figura masculina central no se encuentra totalmente relegada a un segundo plano. El personaje (Albrecht) tiene posibilidades de actuar y, sobre todo en el segundo acto, cuenta con variaciones brillantes. Él sacó partido de todo esto en su labor, para dar la medida. Ahora comienza un trabajo minucioso para pulir el personaje, que puede llegar muy lejos.

Notas agradables de la inspirada función tocó el cuerpo de baile que es también protagonista de esta historia, en la coreografía de Alicia Alonso. Soberbia actuación, perfección en los movimientos, homogeneidad al máximo, musicalidad¼ Un segundo acto para el recuerdo tejieron las willis sobre la centenaria sala García Lorca del GTH. Yanela Piñera fue una excelente Myrtha, reina de las willis, y destacó con una interpretación de altura, mantenida en toda la función, una técnica ideal para el personaje, sobresaliendo en los grands jettés con los que cruzó la escena de lado a lado, extensiones, balances¼ Una suerte poder contar con tal bailarina. Ella estuvo muy bien secundada por las dos willis (Aymara Vasallo/Ivis Díaz). El Hilarión de Ernesto Díaz es singular, se siente sobre las tablas, vibra en el baile, y aporta con su certera actuación al devenir de la historia. Por los caminos histriónicos vale la pena mencionar la labor de Ivette González, como la madre de Giselle.

Un aplauso especial al maestro Giovanni Duarte quien al frente de la Orquesta Sinfónica del GTH, realizó una encomiable faena. Hermosa función que demostró algo importante: Giselle sigue viva a pesar del tiempo.

 

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