Cine y literatura en la Feria del Libro

Instancia peleadora

PEDRO DE LA HOZ
pedro.hg@granma.cip.cu

Las relaciones entre la imagen y la palabra, entre la poesía y el cine se nos revelan de manera particular en los tiempos fundacionales del nuevo cine latinoamericano. Las obras que marcaron la temprana madurez de los cubanos Tomás Gutiérrez Alea y Julio García Espinosa reinventaron estéticamente las novelas de Edmundo Desnoes (Memorias del subdesarrollo) y Samuel Feijóo (Juan Quin Quin en Pueblo Mocho). México dejó atrás las ataduras nostálgicas de la llamada época de oro cuando en su pantalla aparecieron los fantasmas de Pedro Páramo, un novelista colombiano que aún no adivinaba estar a las puertas de la fama, escribía el guión de En este pueblo no hay ladrones y hasta El inspector, del ruso Nicolai Gogol servía de pauta para una hilarante trama de desmadre y corrupción de la mano de Alfonso Arau. En Brasil, la literatura de cordel se halla detrás del desafuero metafórico de las deslumbrantes metáforas de Dios y el diablo en la tierra del sol y Antonio das Mortes, de Glauber Rocha.

Luis Vera, realizador chileno, autor de La independencia inconclusa.

Literatura y cine vuelven a prodigarse y acompañarse mutuamente en esta XX Feria Internacional del Libro Cuba 2011. Lo hacen desde una instancia peleadora, en tiempos donde para algunos la mejor palabra es la palabra muerta, desprovista de sustancia, elegante juego narcisista o alimento para el mercado editorial, mientras para otros el mejor cine es el que no haga pensar o aquel otro que se distrae en inútiles rebuscamientos retóricos.

La colaboración entre el Instituto Cubano del Libro y el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, con la contribución de cineastas e instituciones del continente que apuestan a la integración, hicieron posible el estreno nacional en el Multicine Infanta del documental La independencia inconclusa, del chileno Luis Vera.

Entre quienes están al tanto del quehacer audiovisual de Vera, habían ganado notoriedad filmes suyos como Hechos consumados y Bastardos en el paraíso. Se conocía también su dinámica labor a favor de la documentalística, su activismo social y cultural y su interés por crear espacios alternativos en la televisión.

Pero la ambición de La independencia inconclusa rebasa cualquier otro de sus empeños anteriores. El filme nos coloca ante un ensayo fílmico de reflexión y exploración crítica de nuestra historia a lo largo de los últimos 200 años. El propio autor lo califica como un emotivo viaje a la memoria que proyecta una perspectiva de cambio desde una visión contemporánea, y a la vez, un retrato audiovisual que quiere artrojar las luces y las sombras de los principales hechos sociales, políticos, y culturales en dichas centurias.

Para llevar a cabo tamaña empresa, Vera y su equipo acumularon 79 horas de filmación y 18 meses de rodaje; e implicaron a entidades y personalidades de México, Cuba (ICAIC), Colombia, El Salvador, Venezuela, Paraguay, Ecuador, Bolivia y Chile.

Se podrá estar de acuerdo o no con uno u otro aspecto del discurso fílmico de Vera o discrepar de las conclusiones que se van adelantando a lo largo del material, pero en lo que todo hombre o mujer con sensibilidad humana y cultura política coincidirá es en la honestidad y la autenticidad del filme y la pertinencia de su exhibición y debate en los tiempos que corren.

Como se sabe, esta edición de la Feria cubana del Libro está dedicada a las conmemoraciones bicentenarias de la primera independencia de América Latina y el caribe y a la cultura de los pueblos del ALBA. La independencia inconclusa honra doblemente esas premisas.

 

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