Julián Goris Aguilera, el mejor sembrador de la provincia, cuida
los mismos piñales fomentados por sus manos hace poco más de un año
y que hoy se acercan a la primera cosecha. "Están tan hermosas las
frutas que estamos obligados a cuidarlas día y noche, si no se las
llevan", comenta.
Goris cambió de "novia". Antes andaba muy vinculado a la variedad
Española Roja, pero hoy deposita sus esperanzas en la nueva variedad
MD-2, introducida al país en estas tierras rojas del sur avileño.
Él, que la conoce bien, afirma que es más dócil y agradecida en
todos los sentidos. "Ni espinas tiene y posee un potencial de 80 a
120 toneladas por hectárea, muy superior al de la Española Roja, que
solo llega a las 25 ó 30."
Eso sí —explica—, para lograr el avance requerido estamos
obligados a ponerle lo que lleva. En ello es muy cumplidora la
Empresa de Cítricos de Ciego de Ávila, rectora del fomento de las
nuevas plantaciones. En el momento exacto le aplicamos el riego,
herbicidas, pesticidas; el paquete tecnológico, como dicen los
especialistas.
Guataca en manos andaban Roberto Díaz Poll y Denis Muñoz Cuella.
Roberto, más comunicativo, da rienda suelta a las palabras: "Estamos
vinculados al área. En los últimos tiempos ha mejorado la atención
al hombre en todos los sentidos. Tenemos los medios de protección
necesarios para el laboreo, y lo más importante: cobramos entre 400
y 500 pesos cada quincena. Eso nos estimula".
Desaparecieron, por fin, los piñales raquíticos, que no tenían
fuerzas ni para hincar al que se atreviera a traspasar su reino. Es
llamativo que hoy existan cosecheros en ocho de los diez municipios
avileños. "Y antes de que concluya el primer semestre los habrá en
todos los territorios, pues buscamos nuevas áreas en Chambas y
Bolivia", sentencia Quintín Domínguez Martín, uno de los
especialistas al frente del programa de desarrollo de la fruta en la
provincia.
En el municipio de Baraguá puede hablarse de Roberto Rojas
Navarro, quien fue el primero en decidirse a sembrar piña con la
concepción del nuevo proyecto; en Ciego de Ávila, de los Tapias, de
Manuel Montero Cedeño —El Mocho—, el hombre que salió "ripia`o" como
un yarey la primera vez que se decidió a entrar a un piñal; en
Morón, de los hermanos Pérez de Corcho; en Majagua, de Osvaldo
Linares; en Florencia, Villito y Tony.
Diseminados por la geografía avileña existen más de 80
productores individuales, incluidos algunos que recibieron tierras
por el Decreto-Ley 259.
La recuperación de la que hoy puede hablarse sin eufemismos, es
el resultado de una estrategia bien pensada en la que intervienen
muchos factores, desde los hombres y mujeres que no perdieron la
esperanza, la ayuda del afamado Ramón —Mongo— García, quien desde el
municipio de Corralillo, en Villa Clara, varias veces se trasladó
hasta Ciego de Ávila para asesorar, hasta la máxima dirección
política del territorio, aprehendida al "sí se puede" de los tiempos
actuales.
También, luego de 17 años en picada, en el 2008 se decidió
involucrar al sector privado y campesino, que hoy comparte un
liderazgo que anteriormente solo era monopolio de la empresa estatal
socialista.
"En el 2010 llegamos a las 1 840 toneladas y en el presente año
pensamos cosechar más de 3 000. Solo de la MD-2 contamos ahora con
27 hectáreas y otras 50 en distintas fases de preparación", comenta
Quintín.
Así, con la voluntad a todos los niveles y los medios a punto,
junto a los hombres y mujeres que no la dejaron morir, se acerca
nuevamente a su trono la reina de los surcos, esa cuyo dulzor de
fruta tropical logra que obviemos lo espinoso de su cultivo.