La insólita prohibición del 17 de enero de 1961 —tres días antes
de entregar la presidencia a John F. Kennedy—, pretendía cerrar al
país esa fuente de ingresos, con vistas a rendirlo por hambre. (1)
John
F. Kennedy y Dwight D. Eisenhower.
El intento de lanzar el desembarco durante la campaña electoral
de 1960 para que el vicepresidente Richard Nixon pudiese aprovechar
electoralmente el aura que se produciría, fue pospuesto cuando
comprendieron que necesitaban un plan de mayor envergadura. Se había
confiado en que repetir el éxito obtenido en 1954 por la CIA con la
operación contra el presidente Arbenz de Guatemala, sería suficiente
para ganar los comicios contra el carismático Senador Kennedy.
Pero la victoria de Kennedy en noviembre del 60 hacía más urgente
poner en marcha el plan operativo, antes de que Cuba continuase su
rápido fortalecimiento militar. De ahí la medida de romper
relaciones decretada por Eisenhower el 3 de enero de 1961, a menos
de tres semanas de terminar su mandato.
En una reunión en el cuartel general en la cual estaban presentes
Tracy Barnes, segundo de Richard Bissell, director de Operaciones
clandestinas de la CIA y J.C. King, jefe de la División América
Latina, se había aprobado que un agente infiltrado en los medios
dirigentes militares en La Habana provocase un accidente en que
muriese Raúl Castro, segundo jefe de la Revolución. La instrucción
fue orientada, según el Comité Church, en un despacho del 21 de
julio de 1960 al jefe de centro de la CIA en Cuba. (2)
El atentado a la libertad de locomoción se escondía bajo el
pretexto de que no se podía brindar servicio de protección normal a
los ciudadanos norteamericanos después del rompimiento de
re¬laciones. Desde antes, una serie de medidas, secretas unas y
públicas otras, habían llevado, prácticamente, a anular el turismo
norteamericano hacia Cuba. Pero el gobierno temía las visitas de
grupos que viajaban a la isla a pesar de la propaganda adversa.
Estos grupos, integrados por elementos liberales y progresistas de
Estados Unidos, al contrastar las realidades cubanas con lo que de
ellas se decía en EEUU, manifestaban su rechazo a las campañas y
hacían declaraciones de solidaridad con Cuba
Por otra parte, en Estados Unidos se anunciaba que la National
Air Lines suspendía sus vuelos a Cuba.
Fidel mostraba la causa profunda de la medida: la Revolución
constituye un ejemplo no sólo para los pueblos de América Latina,
sino también para el pueblo de Estados Unidos.
Sobre la prohibición ese día el New York Times había publicado la
carta de una ciudadana norteamericana, Alice Hussey Balassa, quien
regresó a su país después de unas cortas vacaciones en Cuba. La
misiva se refería a los signos del progreso material, entre los
muchos beneficios que ha obtenido la población cubana: liquida los
barrios de indigentes, reduce el analfabetismo, aumenta la
fabricación de viviendas para los obreros y campesinos y construye
escuelas y cooperativas campesinas.
Documentos oficiales desclasificados por el Archivo Nacional de
Seguridad, revelaron que desde el 12 de diciembre de 1963, menos de
un mes después del asesinato de John F. Kennedy, el aun Secretario
de Justicia Robert Kennedy envió un comunicado al secretario de
Estado, Dean Rusk, instando a que se retiraran las regulaciones a
los viajes de ciudadanos de Estados Unidos a Cuba
Robert Kennedy calificó en esa oportunidad las limitaciones de
viajar a la isla del Caribe como una violación de las libertades
americanas.
En los documentos desclasificados por el Nacional Security
Archives en junio 29 del 2005, encontrados en la librería del
Congreso y en la del Presidente John F. Kennedy, el entonces
secretario de Justicia Robert Kennedy, agregaba: es impracticable
arrestar, acusar y comprometerse en persecuciones de mal gusto
contra los ciudadanos que buscan viajar a Cuba.
La iniciativa era apoyada por McGeorge Bundy, consejero de
seguridad Nacional, quien en otro memo las calificó también como
inconsistentes con las tradicionales libertades americanas.
Sin embargo, al día siguiente, de esa exhortación, el 13 de
diciembre, el Secretario de Estado adjunto, George Ball, desestimó
cualquier relajación en las restricciones. El decreto fue mantenido
por el presidente Johnson, alegando que le perjudicaría una decisión
sobre Cuba en las elecciones de 1964. El sucesor de John F. Kennedy
tras el criminal atentado, también desestimó gestiones ulteriores
del Fiscal general para normalizar las relaciones.
En la reunión no estuvo presente ningún representante de Kennedy,
a pesar de ser el autor de la propuesta. En lugar de aprobarla, Ball
propuso advertir a las personas que pudieran estar considerando tal
viaje, que al hacerlo sus pasaportes serían descalificados y podrían
ser objeto de proceso criminal.
A pesar de que Robert continuó solicitándolo, el decreto fue
mantenido por el presidente Johnson hasta que el presidente Carter
lo dejó sin efecto durante su período al frente del gobierno, de
1976 a 1980. Pero las restricciones fueron reimpuestas por el
presidente Ronald Reagan, quien sucedió en el cargo a Carter en
enero de 1981. Al iniciar su segundo mandato, (1996-2000) Clinton
permitió viajes amparados en licencias por motivos religiosos,
académicos y otros. Después el presidente Bush hijo reforzó las
prohibiciones, antes de las elecciones del 2004. La Administración
Obama ha retrotraído las medidas en 2011 a la situación en que la
puso Clinton con su política del segundo carril: expedir licencias
para contactos pueblo a pueblo. Ellas ni rozan en esencia el
bloqueo.
Desde la misma tarde del asesinato del Presidente, Robert
Kennedy, su Secretario de Justicia, preguntó a John McCone, director
de la Agencia en sustitución de Allan Dulles, si había sido la CIA
la autora del crimen de su hermano. Robert sabía que quien la
controlaba era Richard Helms, un profesional de la inteligencia
designado Subdirector de la CIA y Director de Operaciones
Especiales, que siempre miró con desprecio la actividad de Robert de
supervisor de la agencia.
Los meses subsiguientes aún como Secretario de Justicia en el
gobierno de Johnson, Robert Kennedy calladamente investigaba ya a
los grupos de oficiales de la CIA y pandilleros cubanos, pues llegó
a conocerlos tanto como para sospechar de ellos.
Cinco años más tarde, a punto de aspirar a la jefatura del Estado
norteamericano frente a Richard Nixon, estaba aún más convencido que
los intentos de culpar a Cuba del magnicidio eran parte del complot
de aquellos.
Al declarar por primera vez desde el magnicidio que reabriría la
investigación si ganaba la presidencia, durante un mitín electoral
en que le hicieron la pregunta, Robert ponía en peligro el secreto
tan bien guardado por la CIA.
Las conclusiones del Comité Especial del Congreso que investigó
desde 1976 a 1978 el asesinato del Presidente de Estados Unidos,
demandaron a la Secretaría de Justicia reiniciar la investigación.
Pero la Agencia Central de Inteligencia se niega a abrir los files
sobre el caso que escondió al Comité Selecto bipartidista presidido
por el Representante a la Cámara Louis Stokes.
En la primavera del año2007 fue dado a conocer que miembros del
grupo de oficiales CIA sospechoso de haber participado en el
asesinato del Presidente, entre ellos Joannides, estaban presentes,
más allá de sus funciones, en el hotel donde fue asesinado Robert,
el candidato seguro a ganar la presidencia. Desde entonces, nuevas
evidencias mostradas por investigadores aconsejan reabrirlo pero la
CIA se remite al plazo de 50 años de los trágicos sucesos para que
sea obligatorio desclasificar los expedientes.
Según el libro Brothers del investigador David Talbot, el
diplomático y periodista William Attwood, partícipe en las
negociaciones autorizadas por el Presidente días antes del asesinato
y algunos íntimos de Robert Kennedy, han revelado que "Helms
interceptó los teléfonos de Lisa Howard". (3 ) El Secretario de
Justicia también sospechó que de ese modo el grupo de la CIA y de
los mafiosos cubanos que con ellos trabajaban en los complots contra
Fidel Castro se complotaron para ejecutar el magnicidio.
Como Robert era el brazo derecho de John y el continuador de sus
ideas y sus acciones, "algunos demócratas de los círculos íntimos
del Secretario de Justicia apodaban Raúl a Bobby" (4 ) bromeando
sobre cierta semejanza en sus misiones con Fidel y Raúl.