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exposición de 30 artistas contemporáneos cubanos abierta hoy en La
Casa Guayasamín, de La Habana, resulta un diálogo íntimo de cada
creador con sus observadores.
El creador Maikel Herrera, quien convocó a la cita, manifestó que
su intención fue que cada uno rindiera tributo a lo considerado más
sagrado en su vida, en un diálogo confidencial que estimulara al
observador a realizar también un personal homenaje a lo que estimase
conveniente.
Destacó que quienes acudieron a su reclamo constituyen un elenco
de lujo que legitima el quehacer creativo en la nación.
Explicó que quiso incluir a muchos más, quizá centenares,
merecedores de aparecer en la muestra, pero lo impidió el espacio
físico de la galería.
Nelson Herrera Isla, crítico y curador, afirma que la visualidad
cubana irradia hacia todos lados y sentidos, en raudales de centros
creadores, cada uno de extensa geografía y significado para
felicidad de quienes suelen identificarse con la obra de arte.
En tal sentido, señala que cada creador formula su propio
universo y este asimila lo que circula alrededor sin discriminar
procedencias cercanas u orígenes milenarios, porque el arte escapa
de situaciones limítrofes en el tiempo, atenazadas, tal vez, en
circunstancias efímeras.
Una aventura resulta visitar "Un minuto de silencio" porque desde
que se inicia con "Huracán, las vidas rotas", de Flora
Fong, topa uno con la excelencia de una metáfora visual provocadora
de innumeras sugerencias.
Otro tanto ocurre con "Silencio infinito", de
Roberto Chile, y un cielo preñado de nubes agoreras iluminadas
sugestivamente, como el rostro de un titán desde cuya sien marca los
segundos un implacable cronómetro.
De maestrías renacentistas hace gala Ernesto García Peña en "Silencio",
mientras "Las amigas", de Pedro Pablo Oliva, conduce
hacia esas inefables criaturas de las cuales el artista pinareño se
rodea y circunda a los demás.
Roberto Fabelo, en "El silencio de los calderos",
abre anchas puertas hacia la polisemia de esos objetos domésticos,
aparentemente tan simples y poco sugestivos; mientras que Zaida del
Río, en "Para cuidar tu reposo", se adentra en sus tan
poéticos e íntimos vericuetos espirituales.
"Un minuto de silencio" vale por su diálogo
confidencial de primera y por las incontables sugerencias, alusiones
y estímulos que puede provocar hasta en el observador menos avezado.