Recuerdo a un punzante Sergio Leone durante una entrevista que le
realizara en el Festival de Moscú, en el año 1986, dando cuenta del
despedazamiento que sufriera su filme Érase una vez en América
al ser estrenado en los Estados Unidos.
—Casi una hora de metraje fue cortada sin darme derecho a la
réplica y luego ya se sabe lo que pasó —me dijo.
Lo que pasó fue que la película resultó un fracaso rotundo en los
cines norteamericanos porque aquello no lo entendía nadie, pero al
ser exhibida meses más tarde en Europa, en su versión completa de
casi tres horas, resultó un éxito rotundo y ganó premios de todos
los colores. Entonces, a un hábil distribuidor se le ocurrió la idea
de reestrenarla en Estados Unidos (versión completa, por supuesto) y
el resultado fue apoteósico.
Hoy, Érase una vez en América es considerado un clásico
entre los clásicos.
Pero aquel Sergio Leone entrevistado en Moscú no podía hablar del
asunto sin dejar de mencionar "lo que le habían hecho" a la que
sería su mejor y última entrega fílmica, pues moriría dos años y
medio más tarde sin poder concretar un proyecto sobre la batalla de
Stalingrado, con Robert de Niro en el papel principal.
Se sabe del berrinche de Hemingway cuando la primera versión de
Adiós a las armas (1932, Frank Borzage), con Gary Cooper, se
exhibió con dos finales diferentes, uno complaciente, y otro
trágico, atendiendo el estado anímico del espectador antes de entrar
al cine
Sobran historias sobre barbaridades en el montaje, pero hay una,
ocurriendo en estos momentos, a la que no le recuerdo antecedentes y
que ha puesto a gritar a muchos amantes del cine.
El escándalo en el mundillo crece por días, pues se trata de un
filme inglés, El discurso del rey, que recibió 12
nominaciones al Oscar y se perfila como el gran ganador en la
ceremonia que tendrá lugar a finales del mes de febrero.
Dirigida por Tom Hooper, la cinta había tenido un desempeño
normal en la taquilla estadounidense, regida desde hace meses por
La red social, sin duda una buena película también, a la que
muchos le vaticinaban la capacidad de arrasar en los Oscar. Pero
poco a poco, El discurso del rey fue ganando terreno y
mereciendo premios en la estela de galardones que preceden la
entrega de la estatuilla dorada.
Lauros todos que hicieron que la entrada en los cines se
disparara, pero no hasta el punto que The Weinstein Company, la
distribuidora de la película británica en Estados Unidos, hubiera
deseado. ¿El problema? El filme tiene una restricción por edades y
ahora se quiere rebajar a toda costa esa calificación porque se sabe
que vendrán varios Oscar y está probado que, Oscar en mano, los
millones llueven.
El argumento del filme se centra en la preparación de un futuro
rey que es tartamudo, Jorge VI (Colin Firth) y los ejercicios a los
que le somete un singular logopeda, encarnado por Geoffrey Rush,
ambos actores nominados a la estatuilla. Pero entre esos
adiestramientos está el de soltar palabrotas al viento para buscar
desinhibiciones, unas escenas muy cómicas calificadas entre las
mejores, pero que hacen que las edades en las taquillas suban.
¿Solución para seguir vendiendo?
Quitar las palabrotas, "hacer una cinta más familiar", han sido
las declaraciones textuales de la distribuidora. Y para tranquilizar
a los que gritan y hablan de barbarie y se preguntan cómo es posible
volver a montar una película tan exitosa, alegan que ya el actor que
encarna al rey fue llamado y serán cuidadosos para que eliminaciones
y agregados de escenas "no le resten fuerza a la historia".
Por lo que es de esperar que allí donde el futuro rey decía "¼
¼ ¼ " en un
contexto de desesperación mental, porque la coronación se avecinaba
y él seguía tartamudeando, aparezca ahora la palabra chambelona, u
otra parecida.