El último tango de María Schneider

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT
rolando.pb@granma.cip.cu

La noticia dando cuenta de la muerte de María Schneider, a los 58 años de edad, me llega escuchando el tema musical que Gato Barbieri escribiera para El último tango en París (1972), el clásico de Bertolucci que en unas semanas la televisión cubana exhibirá por primera vez en su versión completa, la europea, y no la norteamericana, macheteada de punta a cabo para buscar audiencias.

María Schneider junto a Brando y Bertolucci durante la filmación de El último tango en París.

María Schneider saltó a la fama al debutar con solo 19 años junto a Marlon Brando. Aportó la frescura que requería el personaje, una joven burguesa insegura y algo alocada, que se sale de su confort y se deja caer en los brazos de un hombre maduro, que le impone una relación más sexual que amorosa, sin nombre ni biografías de por medio.

Algunos dijeron injustamente que se había quedado muy por debajo de Brando, sin tener en cuenta que la inexperta María, desnuda buena parte de la trama, estuvo obligada constantemente a darle la réplica a las improvisaciones de su pareja, ya que Bertolucci le permitió al actor cambiar y aportar cuánto quisiera.

Película de cabecera ––y no hay otra que haya visto tanto como El último tango en París–– cada vez me convenzo más de que María Schneider, por una sola vez en el cine, estuvo excelente.

Fue tal la intensidad a que se sometió en su relación con Brando, que al concluir el filme se internó en una clínica psiquiátrica.

Muchos directores de primera línea ––entre ellos Buñuel–– salieron a cazarla, pero sencillamente no dio la talla.

Rodó unas pocas películas más, El reportero, junto a Jack Nicholson, la más conocida, pero conflictos emocionales y de otro tipo la hicieron salir del ruedo.

Ahora, ante su muerte, cabe recordar la esencia de El último tango¼ como la metamorfosis que tiene lugar en dos seres completamente diferentes, de identidades y edades opuestas, acosados por la duda y el miedo.

Brando siempre fue grande, pero María solo aquella vez.

El actor volvería a ser aclamado en el papel de la bestia en busca de su redención.

Pero sin la muchachita que viajaba del susto a la alegría, fascinada y al mismo tiempo horrorizada, no hubiera habido bestia.

 

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