Carlos Gomes del tamaño de Brasil

El director invitado Parcival Módolo, abrirá el concierto sinfónico del próximo domingo con una obra del gran compositor campineiro

Pedro de la Hoz
pedro.hg@granma.cip.cu

Pocos días después del estreno de El esclavo en 1889, un crítico carioca escribió: "El preludio del cuarto acto, llamado Alvorada, tiene de todo para convertirse en pieza de repertorio de las salas de concierto por su poder de sugestión y la riqueza del colorido orquestal".

Parcival Módolo, director invitado por la OSN.

Eran días de gloria, aunque también de angustias existenciales, para su autor Carlos Gomes (Campinas 1836-Belem, 1896), ya entonces reconocido como el más grande compositor brasileño del siglo XIX.

Alvorada abrirá las puertas del concierto que protagonizará al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional su compatriota Parcival Módolo el próximo domingo a las 11:00 a.m. en la sala Covarrubias del Teatro Nacional.

Titular de la Sinfónica de Campinas, Módolo interpretará a continuación la Primera Sinfonía, de Beethoven; Suite lírica op. 54, del noruego Edvard Grieg; y Suite sobre canciones folclóricas inglesas, del británico Ralph Vaughan Williams.

Avala al conductor su entrenamiento bajo la égida de notables directores como Sergio Celibidache, Zubin Mehta y Nikolaus Harnoncourt; sus estancias como huésped de las Sinfónicas de San Diego (EE.UU.) y Bielefeld (Alemania), y su desempeño como coordinador de encuentros orquestales y corales en varios países de Sudamérica.

Fiel a sus raíces, la selección de Gomes para abrir el concierto dominical será un acto de justicia poética hacia una obra que con el tiempo afianza sus valores.

Si en épocas pretéritas a Gomes se le identificaba por su ópera El guaraní (1870), estrenada nada menos que en el Teatro alla Scala de Milán con tal éxito que hizo exclamar a Giuseppe Verdi: "Este joven comienza por donde yo he terminado", ahora se ha vuelto la mirada hacia El esclavo no solo por el siempre atractivo linaje romántico de su señorío melódico, sino por la anticipación con que el autor asimiló los aires afrobrasileños que comenzaban a hacerse sentir en el núcleo de la identidad nacional.

Esa cualidad afloró en medio de una contradicción; el esclavo de Gomes, que por demás cantaba en italiano, era un indio y ello fue objeto de críticas. A un año de la abolición de la esclavitud parecía que Gomes trataba de escamotear la cruda realidad sufrida por los africanos arrancados de sus tierras para ser esclavizados en el nuevo mundo, aunque alguno atribuyó tal desaguisado a la intención de no ofender a su patrocinadora, la Princesa Isabel.

En las orquestas brasileñas siempre se ha interpretado con cierta frecuencia Alvorada. El turno de la ópera llegó a fines del siglo XX, cuando comenzó un nuevo ciclo de representaciones en siete teatros del país, con punto de partida en la puesta en escena del teatro Municipal de Sao Paulo.

Ahora mismo El esclavo aparece como uno de los platos fuertes de la temporada 2011 del teatro de la Ciudad de Gleissen, Alemania.

 

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