MANTUA,
Pinar del Río.— Después de desandar más de 2 000 kilómetros,
sostener 27 combates y ocupar 22 poblados importantes, todos con
cuarteles y dotaciones de efectivos perfectamente armados, la
Invasión a Occidente, uno de los hechos más trascendentales de
nuestras guerras de independencia, estaba a punto terminar.
La última jornada fue ardua, pero tranquila. "De un solo tirón se
anduvieron las siete leguas (...) el repique de campanas anunciaba
al ejército libertador el término de la gloriosa campaña de
Invasión, con la entrada triunfal en Mantua, último baluarte español
del lejano Occidente".
Así describió José Miró Argenter, jefe del Estado Mayor de las
fuerzas mambisas, aquella histórica jornada del 22 de enero de 1896.
Al día siguiente, en la Sala Capitular del Ayuntamiento, se firmó
el acta de la Invasión.
De esa manera se daba por concluida la sobresaliente hazaña
militar, con el Lugarteniente General Antonio Maceo, al frente de la
Columna Invasora y protagonizada por una tropa mal armada e inferior
a los 4 500 hombres, que en solo tres meses fue capaz de atravesar
la Isla, a lo largo de un territorio desconocido por sus principales
oficiales.
La Invasión, un proyecto que los patriotas cubanos ya habían
intentado sin éxito durante la contienda de los diez años
(1868-1878), cumplió su cometido de extender la guerra a todo el
país y destruir la base económica que sustentaba al régimen
colonial, en especial la actividad azucarera.
A partir de ese momento, no habría duda de que el poder español
tenía sus días contados.