llegó hasta La
Provechosa, donde vio y creyó cuanto se hace en esa finca, la cual
no en balde fue declarada polígono provincial en el mejoramiento y
conservación de los suelos y primera del país que obtuvo la
condición de Doble Corona, máximo estímulo de la Agricultura Urbana
y Suburbana.
Este joven ingeniero agrónomo tiene su magia y su "librito"
cuando de la tierra se trata.
"¿Para qué quiero grandes extensiones si con mis 10,81 hectáreas
y el intercalamiento de los cultivos puedo obtener mayores
rendimientos?", reflexiona.
Esa es su filosofía y la defiende: "Los productores estamos
obligados a cambiar la mentalidad, la forma de interactuar con la
tierra. Tenemos que ir a una agricultura más pensada, intensiva y
sana; "debemos aportar más a la alimentación del pueblo, tanto
nosotros, los guajiros, como las empresas estatales, y poner a un
lado el no hay.
"Estoy en el proceso de ir eliminando el fertilizante industrial.
El pasado año apliqué a mis tierras 55 toneladas de compost y 11 de
humus de lombriz, todas producidas en la finca. Eso ahorra recursos
y el organismo humano y las plantaciones lo agradecen."
Este experto en producciones de semillas tiene en fase de prueba
(de conjunto con la Universidad Máximo Gómez Báez) 72 variedades de
frijol (negro, colorado, blanco y jaspeado), para comprobar cuáles
son los de mejores rendimientos.
Fue el primero en Cuba en sembrar y lograr semillas botánicas de
col: "Es de la variedad Marien. Obtuve los primeros 18 kilogramos,
eso da para sembrar unas 160 hectáreas".
Hoy el país importa la totalidad de esta simiente, a un costo de
entre 90 y 100 dólares el kilogramo, desde lugares tan lejanos como
Japón y Holanda.
Se trata esta de la primera variedad de col obtenida en Cuba y
jamás había sido desarrollada fuera de los muros del Instituto
Nacional de Investigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical
(INIFAT).
La variedad Marien es más pequeña que la tradicional y, por
tanto, facilita alcanzar mayor número de plantas por hectárea, lo
cual eleva el rendimiento.
Los surcos sorprenden al visitante por su follaje. "Olvidamos que
el frijol es indispensable en la mesa del cubano —argumenta Ariel—,
pero si queremos comerlo debemos producirlo. Es cierto que faltan
recursos, pero debemos buscar alternativas propias".
Y esas alternativas hay que estudiarlas e implantarlas sin
demoras ni improvisaciones. Van desde la selección de la variedad
hasta tener en cuenta la temperatura, la preparación del suelo, el
laboreo, la fertilización, y las actividades agrotécnicas y
fitosanitarias, entre otras.
Ariel expresó sentirse entusiasmado, luego de que el Doctor
Adolfo Rodríguez Nodal, jefe del Grupo Nacional de la Agricultura
Urbana y Suburbana, le comunicara oficialmente que tiene el récord
nacional de rendimiento en el frijol para una finca, logrado con la
variedad Milagro Villareño (3,55 toneladas por hectárea) y en la
frutabomba Maradol Roja (203 toneladas), aunque le quita el sueño
que siendo esta netamente cubana, la marca mundial esté en poder de
un mexicano, con 240. Llegar a esa cifra no constituye una
alucinación, pero sí otro reto para él.