Guiones

ROLANDO PÉREZ BETANCOURT

Muchos años después de discutirse el asunto, hay algo que para muchos está quedando claro: el problema de los guiones en el cine cubano no es "el tema" en sí, sino la manera de tratarlo.

Boleto al paraíso, de Gerardo Chijona.

Una película puede tener excelentes actuaciones, historia interesante, fotografía de primera, música de virtuosos¼ pero si le falla el guión nunca será una buena película.

El asunto del tema como factor decisivo queda descartado cuando uno se pregunta cuántas películas de amor continúan haciéndose con acierto en el mundo.

El quid radica entonces en la agudeza artística y en saber transitar lo que se cuenta con el aire suficiente en los pulmones que demanda una buena dramaturgia¼ aplicada a cualquier tema.

Una novela se escribe, se guarda un año o dos, y al sacarla es muy posible que el autor la transforme en un alto por ciento.

Un guión que se filme sin estar madurado, o con variaciones sustanciales contra reloj no tendrá solución en imágenes una vez filmado, a no ser esos remiendos "del último corte" a veces detectables hasta por el espectador más entretenido.

El ejemplo de Casablanca (1942, M. Curtiz) cuyo guión se hacía a diario sin saber los actores lo que vendría al día siguiente, es una rara avis dentro del oficio, y más un acto de magia que una obra artísticamente meditada (con todo lo de impulso creativo inconsciente que pueda tener el arte).

En buena medida, "el tema" del cine cubano sigue estando conformado por problemas de la sociedad, económicos y sociales a la cabeza, y por ende del pensamiento. Sobran títulos al respecto y variedad en el tratamiento, desde la comedia costumbrista que insistía en la escena del apagón y el grito, hasta la estremecedora y artísticamente convincente Suite Habana, de Fernando Pérez.

La reiteración del tema trae aparejado entonces el mayor reto de la creación: el de resultar diferente, lo que de ningún modo se asocia a un tipo de cine experimental, aunque tampoco se le excluye.

Se puede ser diferente lo mismo transitando los cánones establecidos por Aristóteles que recurriendo a la vuelta y media. En todos los casos lo que decide es la sensibilidad y el talento del artista, sin olvidar el aporte de la experiencia, ese "oficio" indispensable para no tentar en riegos (¡el plausible riesgo!) lo que se sabe no funciona.

Tres de los largometrajes cubanos estrenados durante el último Festival del Nuevo Cine (el cuarto, Afinidades, no pude verlo) presentan, en diferentes formas, complicaciones en el guión.

Casa vieja (Lester Hamlet), tan bien recibido por el espectador porque valores hay, mantiene con buen pulso su vuelo realista nutrido del teatro, pero hay transiciones del personaje central, Esteban, (y no me refiero a la actuación) que están injustificadas en el devenir dramático, y ya de ello escribí cuando se estrenó en el Festival.

Larga distancia (Esteban Insausti), acaso el más ambicioso de todos en el plano formal, un filme al que hay que agregarle el provocador calificativo de "pudo haber sido", quiere abarcar tanto (incluyendo una mirada sociológica externa) que termina por no concretar la unidad del discurso, a ratos algo confuso.

Y Boleto al paraíso (Gerardo Chijona) con una historia contundente inspirada en hechos reales, no desarrolla de manera convincente (exceptuando la primera parte) ni la narración, ni las interioridades psico-sociales de sus personajes.

No hay que generalizar: hay películas cubanas que en diferente medida sí lo han logrado.

Pero muchos años después de estarse discutiendo el asunto, el guión sigue siendo el problema.

 

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