Cuando próximamente se termine la primera fase del Trasvase del
Norte de Oriente, con la conexión de la nueva presa de Mayarí, el
agua llegará al embalse de Juan Sáez en Las Tunas, y ahora urge
limpiar esos canales.
Si bien una parte de ese sistema mantuvo algún uso durante las
dos últimas décadas, es incuestionable que tras el impacto del
periodo especial muchos canales empezaron a "morir de sed" bajo el
reflujo de la inercia, el deterioro progresivo y el olvido.
Estadísticas del Ministerio de la Agricultura, como resultado
preliminar de un levantamiento hecho por la delegación territorial,
delatan más de 150 kilómetros en regular o mal estado: cifra cinco
veces superior a la reportada en buenas condiciones a finales de año
(menos de 30 kilómetros).
Hasta la fecha —apunta Ramírez— con los recursos de la propia
agricultura se le ha dado mantenimiento a alrededor de la cuarta
parte de los canales pertenecientes al sector.
"Tenemos un seguimiento permanente —agrega—, cada empresa domina
cuántos kilómetros de canales y obras de fábrica debe reparar y
mantener, los recursos de que dispone para ello, los que necesitaría
incorporar¼ y sobre esa base informa lo
ejecutado cada semana.
"Así sabemos, por ejemplo, que alrededor de 60 kilómetros
requieren un mantenimiento mecanizado, en función del cual estamos
empleando los limitados equipos que tiene la empresa de talleres
agropecuarios, ubicados ahora en la zona de Manatí".
Pero directivos y trabajadores conocen que este problema debe ser
solucionado en correspondencia con las mismas razones que lo
originaron.
Si la mentalidad se supedita únicamente a retroexcavadoras,
motoniveladoras y otros medios técnicos, el ritmo sería lento e
interminable. De hecho, en muchos lugares los canales se fueron
obstruyendo por falta de brazos y de machetes que limpiaran de malas
yerbas su cauce.
No por casualidad se está hablando de garantizar un mantenimiento
ligero permanente por vía manual en toda la red activa.
Del estado que presenten esos canales dependerá en gran medida el
volumen de viandas, hortalizas, granos y otros cultivos que se
logren en más de 1 500 hectáreas dedicadas a la producción de
alimentos.
Pero este asunto va más allá. De acuerdo con la proyección del
país y el reordenamiento de la economía, el agua como recurso será
planificada, medida y controlada con el mismo rigor que el
combustible y los portadores energéticos.
Tal decisión ha puesto "a correr" a directivos como el de la
Agricultura y el del Azúcar (empeñados también en recuperar y
utilizar eficientemente sus canales) y a especialistas de recursos
hidráulicos, como instituto rector en el uso del agua.
Mantener en óptimas condiciones la infraestructura concebida para
el traslado y riego será una vía de alto valor si de verdad se desea
impedir el despilfarro que durante años ha girado en torno a ese
recurso natural, del cual se pierden grandes volúmenes (hay quienes
afirman que más del 50%) por salideros o escapes que en realidad
pueden y deben ser atajados.
El otro "apretón de llave" —opina el jefe del departamento de
riego— consiste en ordenar integralmente todo ese proceso, de manera
que el líquido llegue hasta los productores que realmente lo
aprovechan, y poner coto así a formas de indisciplina que también se
han manifestado entre quienes se apropian del líquido sin previa
coordinación, lo desvían y lo derrochan.
Con el paso de los años, tal vez hasta se haya diluido el dato de
cuánto invirtió el país originalmente en la ejecución de esa
apreciable red.
Permitir su derrumbe sería inaceptable bajo cualquier
circunstancia, como inadmisible es también emprender nuevas
inversiones sobre el mismo terreno. Rescatar es lo sensato. En ese
propósito se trabaja.
Lo que no debe ocurrir es que los canales sigan resecándose, o
que cuando llegue al territorio tunero el torrente bajado desde el
norte de la región oriental, aún estén embotados de tierra y de
malas yerbas.